Sacerdote polaco martirizado en 1984 será beatificado este domingo

Más de 18 millones de personas han visitado su tumba

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 2 de junio de 2010 (ZENIT.org) El padre Jerzy Popieluszko, testimonio y mártir del pueblo polaco, contribuyó a la derrota del partido comunista en su país con las armas del amor y el Evangelio.

El joven sacerdote, muerto a los 37 años, será beatificado este domingo en Varsovia, en una ceremonia presidida por monseñor Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, en representación del Papa Benedicto XVI.

El pasado viernes 28 de mayo fue presentada en las instalaciones de Radio Vaticano una película del director Rafal Wieczynski denominado “Popieluszko. Non si può uccidere la speranza”. (Popieluszko: no se puede asesinar la esperanza n.d.t) del director Rafal Wieczynski.

Amar hasta dar la vida

El padre Jerzy Popieluszko nació el 14 de septiembre en Okopy, provincia de Bialystok al nororiente de Polonia. Fue ordenado sacerdote por el cardenal Stefan Wyszynsky el 28 de mayo de 1972 en Varsovia. Además del trabajo parroquial, en la Iglesia de San Stanislao Kostka, desarrollaba su ministerio entre los trabajadores organizando conferencias y encuentros de oración. Igualmente asistía a los enfermos, los pobres y perseguidos.

Por su valentía, la defensa de los derechos humanos, la petición de libertad y justicia, la capacidad de amar también a quienes le perseguían, este sacerdote se convirtió rápidamente en una amenaza para el régimen dictatorial.

El padre Popieluszko ayudaba a todos los trabajadores, les alentaba, les educaba en el amor fraterno, les invitaba a no reaccionar de manera vengativa cuando alguno era lastimado, les administraba el sacramento de la confesión y se convirtió en un apoyo para sus familias. Les enseñaba a responder con oraciones y cantos sagrados y patrióticos ante las amenazas y las agresiones que pudieran recibir. Sostenía el movimiento Solidarnosc (Solidaridad en español) en sus batallas, para garantizar mejores condiciones sociales para la libertad, la justicia y el progreso.

De muchas maneras el régimen comunista intentó amenazarlo y asustarlo. Asesinaron a los hijos y los parientes de las personas más cercanas. Incluso uno de sus colaboradores creía en las amenazas y se convirtió en un espía de los servicios secretos. Pero el padre Popieluszko, no creyó nunca en estas provocaciones. Nunca tuvo sentimientos de odio.

Una de las escenas de la película muestra cuando el padre Popieluszko descubrió que había sido traicionado: llevado por el miedo, uno de sus amigos no aguantó más la opresión y el terror. Entonces el sacerdote pronunció esta frase: “combato el pecado, mas no a sus víctimas”.

Esta capacidad de amar a todos cristianamente, fue lo que le hizo más libre e invencible. Pero el régimen no sabía qué cosa hacer. Buscaron desacreditarlo y acusarlo de conspiración política, pero el padre Popieluszko nunca habló de política.

Así, el 19 de octubre de 1984 cuando regresaba de un servicio pastoral de Bydgosszcz a Gorsk cerca a Torun fue secuestrado por tres funcionarios del ministerio del Interior, fue salvajemente golpeado y torturado.

Aunque se encontraba atado, intentó escapar. Los persecutores le tomaron preso de nuevo y le golpearon de manera aún más violenta. Le ataron entre la boca y las piernas para que no pudiera desatarse sin asfixarse. Le pusieron una roca en los pies y lo echaron al Vístula cuando todavía estaba vivo. Tenía 37 años.

Ha muerto un mártir

El régimen pensó que había silenciado el más valiente de sus opositores pero, al contrario, esta fue la señal de su final. De allí no sólo Polonia quedó libre, sino que todo el sistema comunista colapsó.

A pesar de las amenazas y de la violencia, más de medio millón de personas estuvieron presentes en el funeral del padre Popieluszko.

Entre jóvenes que desfilaron orantes, estaba el director Rafal Wieczynski quien reveló en Radio Vaticano: “tenía 16 años cuando participé de los funerales del padre Popieluszko, junto a 600.000 personas logré percibir los sentimientos de la gente en ese momento”.

“Se ha convertido en una especie de maestro. Quería que la nueva generación probara las sensaciones de aquellos tiempos, cuando la gente estaba unida, formándose en los valores del Evangelio”, dijo el director.

Desde entonces la tumba del padre Popieluszko, que se encuentra junto a la iglesia de San Stanislao Kostka en Varsovia, es la meta continua de decenas de peregrinaciones de fieles provenientes de Polonia otras diócesis europeas. En estos 26 años, unos 18 millones de peregrinos la han visitado. Allí oró también el papa Juan Pablo II durante su viaje a Polonia en 1987.

En diálogo con ZENIT, el director de esta película dijo que en Polonia “la producción ha sido vista por 1.300.000 personas. Es muy importante el hecho de que se ha visto en las escuelas donde los estudiantes nunca han sabido qué cosa era la dictadura comunista”.

Antes de la proyección que se realizó en Radio Vaticana, Hanna Suchocka, ex primer ministra de Polonia, miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales y actual embajadora ante la Santa Sede, explicó que “en la Iglesia no son amenazados hombres y mujeres que han testimoniado a Cristo hasta el fin”. Y dijo que la figura del padre Popieluszko es “excepcional porque es un héroe contemporáneo que ha testimoniado cómo se puede vencer el mal con el bien”.

“El padre Jerzy Popieluszko era, sobre todo, un testimonio de Cristo – subrayó Suchocka, – un sacerdote que vivía y trabajaba por los hombres”.

“Quizás ahora – agregó – cuando nos acercamos a la conclusión del Año Sacerdotal, vale la pena recordar a la figura del padre Popieluszko”, dijo. Y retomó un aspecto más del padre Jerzy afirmando que “era una persona libre interiormente, a pesar de las presiones que se ejercitaban en su contra de parte de las autoridades, de su ambiente y de sus colaboradores”.

“Quizás es esta la libertad que sus asesinos querrían sofocar – agregó –. Pero su sacrificio no fue en vano, Polonia fue liberada y su recuerdo ha permanecido vivo en la memoria y en los polacos”.

En el film aparecen algunos fragmentos del noticiero en blanco y negro, cuando fue divulgada la noticia de su muerte. Aunque nunca se denuncia de manera explícita a la dictadura comunista, la película es uno de los testimonios más fuertes sobre la crueldad y lo inhumano de este régimen.

Así como La lista de Schindler, denuncia el horror del régimen nazista, el film Popieluszko. No se puede asesinar la esperanza, muestra los horrores de los regimenes socialistas.

En ambos casos, gana la humanidad que de frente a los peores horrores de la historia, logra sobrevivir cuando se cree y se confía en Dios.

Por Antonio Gaspari, traduccción del italiano por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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