CIUDAD DEL VATICANO, viernes 30 de abril de 2010 (ZENIT.org).- La crisis global debe dejar una lección, considera Benedicto XVI: la economía global exige una ética, pues ha quedado claro que el mercado es incapaz de autorregularse.
Así lo expresó este viernes al recibir en audiencia a los participantes en la sesión plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales sobre el tema «La crisis en una economía global. Volver a proyectar nuestro camino». que se celebra hasta el próximo 4 de mayo en el Vaticano.
«El colapso financiero en todo el mundo ha demostrado, como sabemos, la fragilidad del sistema económico actual y de las instituciones relacionadas con él», comenzó constatando el pontífice.
«También ha demostrado el error de la hipótesis de que el mercado es capaz de autorregularse, independientemente de la intervención pública y del apoyo de las normas morales», siguió aclarando.
«Esta hipótesis se basa en una noción empobrecida de la vida económica, como una especie de mecanismo de auto-calibración impulsado por el interés propio y la búsqueda de ganancias. Como tal, pasa por alto el carácter esencialmente ético de la economía, como una actividad de y para los seres humanos».
Según el Papa, la economía no es una «espiral de producción y consumo en función de unas necesidades humanas». Más bien, aclaró, «la vida económica debería ser un ejercicio de responsabilidad humana, intrínsecamente orientada hacia la promoción de la dignidad de la persona, la búsqueda del bien común y el desarrollo integral – político, cultural y espiritual – de individuos, familias y sociedades».
Por este motivo, el pontífice considera que «la crisis actual nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso».
Volver a planificar el camino, añadió, supone también «buscar normas exhaustivas y objetivas con las que juzgar las estructuras de las instituciones y las decisiones concretas que orientan y dirigen la vida económica».
Y entre «los principios indispensables» para proporcionar este «enfoque ético integral a la vida económica» el Santo Padre presentó «la promoción del bien común, basado en el respeto de la dignidad del ser humano y principal objetivo de los sistemas de producción y del comercio, de las instituciones políticas y bienestar social».
Al final, concluyó, todas las decisiones económicas y políticas deben estar encaminadas a «la caridad en la verdad», ya que «la verdad preserva y canaliza la fuerza liberadora de la caridad en medio de las vicisitudes y las estructuras humanas, cada vez más contingentes».
Pues «sin verdad, sin confianza y amor por lo que es verdadero, no hay conciencia social y responsabilidad, y la acción social termina sirviendo a los intereses privados y a las lógicas de poder, dando lugar a la fragmentación social».
Academia Pontificia de las Ciencias Sociales
La Academia Pontificia de las Ciencias Sociales fue fundada por Juan Pablo II, en 1994, para «promover el estudio y el progreso de las ciencias sociales, económicas, políticas y jurídicas a la luz de la doctrina social de la Iglesia», según explica el artículo n.1 del «motu proprio» «Socialum Scientiarum» que escribió el Papa Karol Wojtyla para su creación.
La Academia, cuya presidenta es la antigua embajadora estadounidense Mary Ann Glendon, profesora de Derecho en la Universidad de Harvard, es autónoma y al mismo tiempo mantiene una estrecha relación con el Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, con el que coordina la programación de las diferentes iniciativas.
El número de sus Académicos Pontificios, también nombrados por el Papa, no puede ser ni inferior a 20 ni superior a 40. Proceden de todo el mundo, sin distinción de confesión religiosa. Son elegidos por su alto nivel de competencia en alguna de las diversas disciplinas sociales.