Las migraciones, “nueva área profética” para la Iglesia

Documento final del I Congreso Asiático de pastoral para los Migrantes y Refugiados

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BANGKOK, miércoles 19 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- «Las migraciones constituyen una nueva área ‘profética’ a la que la Iglesia debe dar prioridad». Este es el mensaje final del I Congreso Asiático de pastoral de Migrantes y Refugiados, que ha tenido lugar en Bangkok (Tailandia) entre el 6 y el 8 de noviembre, y cuyo contenido ha dado a conocer hoy la Santa Sede.

El encuentro, con el tema «Por una mejor atención pastoral de Migrantes y Refugiados en Asia en el alba del Tercer Milenio», estaba organizado por el Consejo Pontificio para la Pastoral de Migrantes e itinerantes, en colaboración con la omisión para la Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal de Tailandia, y en él han participado 34 representantes, entre obispos, religiosos y laicos, de 13 países: Bangladesh, Brunei, China, India, Corea, Malasia, Myanmar, Nepal, Filipinas, Singapur, Tailandia, Emiratos Árabes Unidos y Vietnam.

Como subrayó durante el congreso Johan Ketelers, secretario general de la Comisión Católica Internacional de Migraciones, la situación migratoria en Asia refleja casi todos los elementos de cambio relacionados con las migraciones en general.

Asia, recuerda el documento final, hospeda casi la cuarta parte de los 200 millones de migrantes internacionales del mundo, e incluye países que promueven la migración de trabajadores y otros que están recibiendo cantidades ingentes de migrantes, así como zonas de tránsito. Cada año, además, recibe 114 mil millones de dólares en remesas de los emigrados, casi el 30% del total mundial.

Para afrontar las migraciones, prosigue el texto, es necesario un «triple diálogo»: «con los migrantes y los refugiados; con cuantos son pobres y marginados en las sociedades asiáticas; con el rico mosaico de culturas, lenguas y las antiguas tradiciones religiosas de Asia».

Considerando que el continente es «una de las regiones del mundo más expuestas a las consecuencias humanas degradantes de los movimientos migratorios», durante el encuentro se han analizado cinco elementos que provocan preocupación: «la defensa de la unidad y del bienestar familiar, la promoción de alternativas a las migraciones forzosas, los aspectos positivos y negativos de las migraciones de tipo laboral, la lucha contra el tráfico de seres humanos, y la defensa de las víctimas, la gestión de los impactos del desarrollo de las migraciones».

Un elemento grave unido a las migraciones que surgió durante el Congreso lo representan «las nuevas formas de esclavitud, que afectan a millones de migrantes y refugiados y a sus familias» y que abarcan desde los mendicantes hasta los niños soldado, las víctimas de la prostitución y a los que se ven obligados a trabajos forzados.

Frente a estos fenómenos, la Iglesia tiene el deber de «abrir valientemente nuevas vías para un camino de esperanza para cuantos sufren o están desesperados».

Conclusiones

Sobre la familia, durante el congreso se ha observado que su fragilidad es uno de los mayores costes sociales de las migraciones, porque los núcleos familiares a menudo se ven obligados a dividirse, con la consecuencia de que los niños son criados por un solo padre, por los abuelos u otros parientes.

Por este motivo, se ha visto la necesidad de reconocer la unidad familiar como un elemento esencial para la cohesión social y de hacer del respeto a las familias y a su unidad una prioridad de la legislación internacional. De la misma forma, es necesario aumentar los incentivos a quien no emigra.

Para combatir el tráfico y el trabajo forzado y defender a las víctimas, se han presentado tres iniciativas: «estrategias preventivas de cara a proporcionar mayor claridad y conciencia sobre el tráfico humano; medidas de castigo para los traficantes; regímenes de protección para la defensa de los derechos de los supervivientes al tráfico mediante servicios que incluyan la asistencia psico-social, la ayuda legal y la reintegración, sobre todo si las víctimas colaboran para identificar a los traficantes».

El papel de la Iglesia

El hecho de que los migrantes sean «continuamente acosados y puestos en situaciones de riesgo» «aumenta el papel y la responsabilidad de la Iglesia de promover una cultura de acogida», explica el documento final, constatando que la acogida «es una característica fundamental del ministerio pastoral entre los refugiados y un modo de vivir y compartir».

De la misma forma, la Iglesia debe favorecer la traducción de las experiencias de los migrantes en «una visión teológica» que se encarne en «nuevas respuestas en los campos de la atención pastoral específica».

Se ha dedicado gran atención también a la relación entre la Iglesia de origen y la Iglesia de destino, subrayando que la primera tiene el deber de «ayudar a mantener la comunión y la solidaridad con la familia», mientras la de llegada debe «ofrecer un ministerio similar de asistencia y servicio, empezando por el ministerio de la acogida».

«Un imperativo» es además la disposición de un ministerio familiar para los migrantes en ambas Iglesias, que debe llevarse a cabo «en diálogo con los migrantes, lo que revelará su situación real pastoral, sus necesidades principales y las formas en que se les puede dar una respuesta eficaz».

Durante el congreso, se ha subrayado también la necesidad de «explorar procesos de colaboración y coordinación más formales y regulares entre las instituciones de la Iglesia que atienden a los migrantes».

«La eficaz implementación de las soluciones -se reconoce- será más sencilla si se desarrollan sinergias a través de una red de alianzas».

Por Roberta Sciamplicotti, traducción del italiano por Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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