Hace medio siglo fue elegido Juan XXIII

Por Giovanni Maria Vian, director de L

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CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 8 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo escrito por Giovanni Maria Vian, director de L’Osservatore Romano, al recordarse los 50 años de la elección como Papa de Juan XXIII.

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El 28 de octubre de 1958, hace medio siglo, la elección del cardenal Angelo Giuseppe Roncalli, patriarca de Venecia, fue considerada como la de un Papa «de transición». Esa expresión se había difundido desde hacía algunos años para definir la candidatura de ese purpurado en ambientes diplomáticos y desde allí se filtró a la opinión pública, a causa de la edad del elegido y con alusión al sucesivo previsible paso a una nueva situación después de un pontificado largo e importante como el de Pío XII.

El nuevo Papa -originario del campo bergamasco:  había nacido en Sotto il Monte el 25 de noviembre de 1881- asumió después de casi seis siglos el nombre más usado por los Sumos Pontífices, explicándolo por su devoción a los dos santos más cercanos al Señor, san Juan Bautista y san Juan Evangelista. A pesar de la modesta situación de su familia, recibió en Roma una óptima formación cultural y espiritual en la difícil época modernista, de la que salió «ileso en medio de tanto torbellino y agitación de cerebros y de lenguas», que más tarde definió «una tentación para todos». Ordenado sacerdote en 1904, fue secretario de un obispo importante, Giacomo Radini Tedeschi, capellán militar durante la guerra y, de nuevo en Roma, encargado de las misiones.

En el año 1925, cuando fue ordenado obispo, escogió como lema el de César Baronio:  oboedientia et pax, una expresión que lo acompañaría durante toda su vida. Como representante pontificio en Bulgaria y después en Estambul, tuvo que afrontar los trastornos sucesivos a la gran guerra en contacto y en confrontación con mundos y ambientes difíciles, como los ortodoxos, y más tarde en la nueva Turquía, donde lo sorprendió la tragedia bélica con sus horrores. Trasladado a una nunciatura prestigiosa como la de París, tomó posesión en 1945. Ocho años más tarde, ya siendo patriarca de Venecia, en el consistorio de 1953 fue creado cardenal, lo cual parecía la culminación de un itinerario eclesiástico ya importante.

En cambio, se produjo su elección a la Cátedra de Pedro; y la «transición» preconizada según esquemas comunes y miopes se hizo verdaderamente realidad, porque Juan XXIII pensó inmediatamente en convocar un concilio ecuménico, anunciado ya a inicios de 1959 e inaugurado después de casi cuatro años de preparación:  fue el Vaticano II, que se convertiría en el principal acontecimiento religioso del siglo XX. Mientras tanto, el Pontífice, que había declarado que quería ser el «pastor de toda la grey», por sus gestos y sus palabras extraordinariamente populares había llegado a ser «el Papa Bueno»; y conmovió a creyentes y no creyentes con su agonía pública, que concluyó el 3 de junio de 1963.
Pablo VI, antes de terminar el Concilio, que volvió a convocar inmediatamente, dispuso que se incoara la causa de canonización de sus dos predecesores. Y, en el año 2000, Juan  Pablo II  proclamó beatos a Pío IX -al que el mismo Papa Roncalli habría querido beatificar- y Juan XXIII. Habían transcurrido treinta y siete años desde su fallecimiento, el mismo intervalo que existió entre la muerte y la beatificación de Pío X, otra figura venerada por el «Papa Bueno», que con su vida y su ministerio pontificio mostró cómo la tradición católica es una realidad ininterrumpida y abierta al futuro.

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ZENIT Staff

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