CIUDAD DEL VATICANO, lunes 27 de octubre de 2008 (ZENIT.org).- Con el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra, celebrado en el Vaticano del 5 al 26 de octubre, se pasa de una pastoral bíblica a una animación bíblica de toda la pastoral, constata uno de los oyentes en la asamblea episcopal.
Ricardo Grzona, presidente de la Fundación Ramón Pané de Honduras, ha trazado con ZENIT un balance de este Sínodo, en el que ha dado voz a los catequistas, delegados de la Palabra y laicos animadores de la «Lectio divina» en el «continente de la esperanza».
Grzona es, además, consultor católico de las Sociedades Bíblicas Unidas de los Estados Unidos.
–¿Ha servido de algo el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios?
–Ricardo Grzona: Hemos pasado de una pastoral bíblica, que en algunos países es todavía reciente, a una animación bíblica de toda la pastoral.
Este es el fruto más claro. La Iglesia quiere que toda la pastoral y todos los estudios, en particular los teológicos –se dijo que una teología sin Biblia está mandada a retirarse– tengan una base bíblica.
En segundo lugar, creo que se ha dado la experiencia de que contamos con la riqueza de la constitución «Dei Verbum» «sobre la divina Revelación» del Concilio Vaticano II, pero no ha sido conocida. Y la «Dei verbum» no ha perdido su actualidad. Muchos, inclusive seminaristas y personas entregadas a la Iglesia, no conocen esta constitución y, por supuesto, no la aplican. Un Sínodo de esta naturaleza nos ayuda a volver a centrarnos en algo especifico de la fe católica, expuesto en esa constitución, que es dogmática, y no todas las del Concilio son dogmáticas.
–El Sínodo ha presentado 55 proposiciones al Papa. ¿Cuáles cree que son las que más impacto tendrán?
–Ricardo Grzona: En primer lugar, queda claro que toda la formación para los ministros ordenados o no ordenados debe tener un sustrato bíblico.
En segundo lugar, el Sínodo está diciendo que no hay que tenerle miedo a la Biblia, porque de Biblia se habla mucho, pero se conoce poco. Creo que esto ofrece grandes posibilidades. Hay que empezar a conocer un poco más las Sagradas Escrituras, no sólo con cursos, con talleres bíblicos, sino también con todo lo que implica la Biblia para la vida y la misión de la Iglesia.
En este sentido, un aspecto fundamental, que salió en los grupos de trabajo, es que la Palabra de Dios es la base para la oración. Yo insisto en esto: los católicos sabemos rezar pero no sabemos orar; no tenemos práctica de oración. Son muy pocas las comunidades contemplativas. En general la mayoría se ha conformado con una religiosidad popular. Algo que llamó poderosamente la atención en el Sínodo fue el interés que se da por las revelaciones privadas. Con Internet en ocasiones se está generando mucha confusión. Hay supuestos videntes que envían mensajes de correo electrónico a listas de difusión con todo tipo de «revelaciones». Y a esto algunos le dan el mismo valor que a la Palabra de Dios. Este Sínodo ha ayudado a subrayar la diferencia entre revelación privada (propia de las apariciones) y la revelación pública, presente en Cristo, la Palabra, en la Escritura.
La oración es la respuesta a Dios que se comunica hoy conmigo, con nosotros, ahora. Al ser un diálogo, una respuesta Dios, debe llevar indefectiblemente a un cambio de vida. En todo diálogo debe cambiar la visión precedente, pues de lo contrario no es diálogo, sino monólogo. Y la oración es diálogo. Dios toma la iniciativa. Por este motivo, el método que ha favorecido el Sínodo es la «Lectio divina», la meditación orante de la Palabra de Dios. Sin exagerar se ha mencionado en el aula unas 800 veces.
–Precisamente le quería preguntar esto. ¿Por qué se ha hablado tanto de la «Lectio divina»?
–Ricardo Grzona: Porque las pocas experiencias que existen han sido totalmente transformadoras para las comunidades. Yo soy testigo personalmente de esto entre los jóvenes. En los lugares en los que hemos llegado con el proyecto «Lectionautas», se han reunido para meditar las lecturas bíblicas de la liturgia del domingo y luego vemos realmente cómo quieren ir a celebrar la Palabra que se queda entre nosotros en la Eucaristía. La Palabra no sólo nos habla, sino que nos alimenta.
La relación entre Eucaristía y Palabra de la que tanto se ha hablado en el Sínodo se descubre con la «Lectio divina». No es el único método, pero es uno de los principales para trabajar en un conocimiento vivencial de la Biblia.
–En este Sínodo además ha tenido lugar un acontecimiento histórico: se ha firmado un acuerdo de colaboración entre las Sociedades Bíblicas Unidas y la Federación Bíblica Católica.
–Es un acuerdo que será de gran importancia para las personas concretas. Tenemos que recordar que las sociedades bíblicas nacieron hace más de doscientos años en un mundo más protestantes que católico, cuando en la Iglesia católica había ciertos resquemores a tener una Biblia. Sin embargo, desde hace sesenta años se ha ido dando un acercamiento de las Sociedades Bíblicas Unidas a la Santa Sede y se ha dado la presencia de obispos y otros representantes católicos en estas Sociedades. Desde hace un tiempo las traducciones en muchos lugares se hacen de forma interconfesional.
–¿Qué significa?
–Ricardo Grzona: Que se ponen de acuerdo biblistas católicos, ortodoxos y protestantes para que la traducción pueda ser leída por todos. En el mundo hay más de de seis mil idiomas reconocidos y la Biblia sólo se ha traducido en algo más de 400 idiomas.
Por lo tanto, tenemos que pensar en todas esas personas que no pueden leer la Escritura en su idioma propio. Esto es lo que busca promover el acuerdo al que usted hacía referencia. El campo original de las Sociedades Bíblicas Unidas es el de las traducciones y difusión de la Biblia. En el continente americano sé la Sociedades Bíblicas tienen mas de sesenta proyectos de traducción. Un ejemplo, en un país como Guatemala, hay veintitrés idiomas oficiales, reconocidos por el Estado. Hay personas que entienden muy poco el español, que es el idioma más oficial.
Este servicio de traducción y difusión de la Biblia es un servicio de caridad: es llevarles la Palabra de Dios traducida al lenguaje de su corazón, su idioma materno. Sería un egoísmo muy grande, como cristianos, no pensar en nuestros hermanos que han nacido hablando idiomas minoritarios. Es nuestra obligación ayudar a traducir la Palabra al idioma que entienden desde su corazón.
En este sentido, en el tema de la colaboración con las comunidades que normalmente llamamos «protestantes», fue muy importante la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación, que se firmó el 31 de octubre de 1999 gracias en particular al trabajo del cardenal Joseph Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Martín Lutero nunca dijo lo que se dice que dijo: la «sola Escritura» no debía ser reduccionista. Por este motivo, en América, esta Declaración ha tenido una gran repercusión, según la representatividad de las comunidades de la Reforma.
Por Jesús Colina