Eucaristía, y pobres, inseparables

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel

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SAN CRISTOBAL DE LAS CASASCIUDAD DEL VATICANO, sábado, 3 mayo 2008 (ZENIT.org-El Observador).-  Durante este fin de semana se está celebrando en la ciudad de Morelia, el IV Congreso Eucarístico Nacional Mexicano, como preparación para el Congreso Eucarístico Internacional que se celebrará en la ciudad de Québec, el próximo mes de junio.

Por tal motivo, el obispo de la diócesis de San Cristobal de las Casas, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, ha derivado su reflexión sobre este Congreso y, al mismo tiempo, ha recordado que el amor a los pobres tiene que ver, directamente, con la frecuencia y el acercamiento a Jesús Eucaristía.  A continuación, publicamos el texto completo.

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EUCARISTIA Y POBRES, INSEPARABLES

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Durante estos días, en Morelia se realizan un Simposio Teológico y el IV Congreso Eucarístico Nacional, con el lema: Jesucristo Eucaristía, don del Padre y vida para nuestras familias. Entre otras actividades, están programadas estas conferencias: La vivencia de la Eucaristía en la historia de México. La Eucaristía, don de Dios Padre. La Eucaristía, memorial de la Pascua de Jesús. La Eucaristía, fuente de vida en el Espíritu. La Eucaristía creída, vivida y celebrada. La Eucaristía y la familia. Desde luego estos eventos no nos deben alejar de la realidad que vive nuestro pueblo. No son un intimismo piadoso, una evasión irresponsable, un espiritualismo alienante. Al centrarnos en la donación amorosa de Jesús y contagiarnos de su presencia, la Eucaristía nos ha de proyectar hacia los pobres. De lo contrario, no hemos comprendido lo que implica ser auténticos discípulos de Jesús.

Hay personas que trabajan mucho por los marginados, se comprometen a fondo por ellos, desgastan la vida por su liberación, pero no dan mayor importancia a la Eucaristía, a la Misa diaria, a la comunión sacramental, a la oración ante el Santísimo Sacramento. Incluso hay quien no aprecia ni la Misa dominical, pudiendo participar en ella. Cuando se organizan eventos, pareciera que programar la Misa diariamente es una pérdida de tiempo, algo ajeno a la cultura, una espiritualidad pasada de moda y que nos aleja de la realidad; parecen no necesitar la Eucaristía; ellos son los redentores.

El Señor toma en cuenta lo que se haga por los que sufren, pero si la dimensión vertical no sostiene la horizontal de la cruz, ésta se cae y se pudre. Sin la fuerza de la Eucaristía, nos cansamos más de la cuenta, nos decepcionamos por los problemas institucionales, nos amargamos porque no podemos cambiar el sistema, nos derrumban las incomprensiones. Llega el momento en que algunos dejan todo, cambian de opción vocacional, se acomodan. Lo peor: hablan mucho de los pobres, pero viven de ellos, con buenos sueldos.

JUZGAR

Toda actitud excluyente, Eucaristía o pobres, revela una parcialidad que no corresponde al proyecto de Jesús. Ambos amores están profundamente entrelazados. La Eucaristía nos ha de llevar a amar preferencialmente a los pobres, al estilo de Jesús; pero lo que éstos más necesitan no es sólo el pan material, sino a Jesús, que es el pan de vida eterna.

¿De qué serviría que resolviéramos todas las necesidades de los indigentes, corporales y psicológicas, económicas y estructurales, si no les ofrecemos el alimento que da vida eterna? Jesús se preocupaba de multiplicar el pan, pero decía a la gente que no lo siguieran sólo por ese interés transitorio. Ofrece algo más: se da El mismo en alimento. Y los pobres que comprenden este tesoro, la presencia viva de Jesús en la Eucaristía, nos dan ejemplo de aprecio y veneración, porque lo experimentan como su libertador, su salvador y redentor, el que cambia su suerte, el que los acompaña en sus penas, dolores y enfermedades. Jesús no deja a su pueblo. Lo sostiene en su fe y en su esperanza, a pesar de nuestras inconsistencias personales y eclesiales. Nada se puede comparar con la Eucaristía.

ACTUAR

¿Quieres en verdad amar a los pobres? Acércate a Jesús Eucaristía, donde beberás el amor en su fuente, hasta convertirte en fuente de amor, que no se agota. Y que tu participación en la Eucaristía te impulse irremisiblemente a servir a los pobres, como Jesús, quien une la institución de la Eucaristía con el lavatorio de los pies.

Desconfía de una Eucaristía sin amor a los pobres; pero no empobrezcas más a los pobres privándoles del banquete de vida eterna, que es Jesús en la Eucaristía. Ambos amores son uno mismo, como dice el Papa: Hay una «inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo. Ambos están tan estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar a Dios es en realidad una mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia… El amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios» (Deus caritas est, 16).

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

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ZENIT Staff

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