El himno de acogida al Papa Benedicto XVI en Brasil

Habla su autor, asesor de Música Litúrgica de la CNBB, fray Luiz Turra

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SÃO PAULO, domingo, 13 mayo 2007 (ZENIT.org).- El asesor de Música Litúrgica de la Conferencia Episcopal de Brasil (CNBB), fray Luiz Turra, ofm, es el autor del Himno Oficial que ha acogido al Papa Benedicto XVI en su visita a Brasil: «Bendito el que viene en el nombre del Señor».

En una entrevista concedida a Zenit, el religioso habla de música sacra y también de la composición de la canción que ha marcado el viaje del Papa al país.

–¿No cree que la música sacra parece ser una invitación siempre renovada y actualizada a la unidad propuesta por el cristianismo?

–Fray Luiz Turra: En cada época histórica, el arte revela y al mismo tiempo influencia la modalidad de la propia cultura. Así como el arte es un reflejo, también es un agente de transformación. Y en la vida de la Iglesia, el arte siempre estuvo muy presente en ese proceso. Además, la propia Iglesia siempre fue mecenas, defensora y promotora de arte, en todos los sentidos.

En cuanto a la cuestión de la música litúrgica, siempre fue en la Iglesia el gran vehículo de la palabra. El canto gregoriano (que tiene un estilo muy sencillo), se canta con una sola voz, y generalmente con un estilo recitativo, pues es una forma de dar un gran valor a la palabra, que es vehiculada a través de la melodía gregoriana.

El canto gregoriano siempre fue en la Iglesia, desde San Gregorio, el estilo oficial, y podría decir que es el canto raíz de toda la música de la Iglesia. Está claro que la polifonía, principalmente en momentos renacentistas (incluido el barroco) siempre fue señalada como una forma solemne de expresión. Y en nuestros días, tras el Concilio Vaticano II, se buscó incentivar las corales, llamando al pueblo a participar en las liturgias, porque antes del Concilio, las liturgias eran muy pasivas en cuanto a participación.

Ahora está claro que, como siempre cuando aparece un nuevo tiempo y una nueva interpelación, es muy fácil que se dé la ley del péndulo. Luego, por las tendencias culturales, casi se despreció o se dejó de lado la aportación de las corales y la polifonía, y creo que fue una pérdida muy grande para la Iglesia que la historia tendrá que reconstruir.

Estamos en medio de las influencias de las tensiones de la cultura postmoderna. La música vive un momento de inmensa fecundidad, pero también de una gran confusión, no sólo de estilos, sino de ritualidad. Hoy la música ritual está bastante afectada, porque se canta cualquier cosa, en cualquier momento, muchas veces sin ningún criterio.

Pienso que hoy, una de las grandes cuestiones de la pastoral litúrgica consiste en orientar el buen uso de la música en el rito de la Iglesia, para que la palabra esté realmente al servicio del anuncio de la buena noticia de Jesucristo.

–¿Cómo la Iglesia, con su riquísima tradición, en el buen sentido de la palabra –transmitir lo mejor de la historia–, puede dialogar con la cultura actual de tendencias tan disonantes?

–Fray Luiz Turra: Está claro que en este diálogo hoy la Iglesia tiene un desafío muy grande. El mundo tiene su camino, el pueblo tiene sus estilos, y la Iglesia no puede perder de vista la finalidad por la que compone la música y, sobre todo, se sirve de ella como instrumento de celebración y de evangelización.

Dentro de eso es posible determinar las características de algunos estilos, porque hay música pastoral apropiada para la animación y motivación de grupos y hasta multitudes, y también una música adecuada para el servicio de la liturgia, en el momento de la celebración.

No se deben cantar de cualquier manera las diferentes partes de la Misa. Hay momentos de concentración, donde se llama al perdón o al cambio de vida, y también donde se invita a la alabanza. La alabanza también tiene su medida, no puede ser una extrapolación, por ejemplo de barullos y sones desordenados.

La música tiene que tener su melodía adecuada y su armonía. Lo que pasa, en nuestros días, es que lamentablemente se abandonó mucho la teoría musical, tanto en la formación de los sacerdotes como del pueblo en general.

Hoy, la música va mucho más a lo espontáneo que a una manera ordenada por una teoría musical, con normas de composición, de armonía. Está claro que estamos pagando muy caro el precio de la falta de formación, y recogiendo los frutos de un largo periodo de casi abandono de la música teórica.

Pero pienso que hay una conciencia de retomar todo eso para intentar un mejor ordenamiento. En el momento actual, hay una fecundidad de movimientos en la vida de la Iglesia, con muchos estilos, que traen el riesgo de una cierta confusión, y la Iglesia –lejos de ser represora– debe tener una palabra.

La Iglesia, con su teología litúrgica, tiene una palabra de orientación muy clara para la elección de los repertorios y para la orientación de los estilos dentro de la propia liturgia. También sería bueno que, dentro de los criterios litúrgicos, teológicos y pastorales, pudiéramos valorizar las raíces de la música brasileña.

Eso es muy recomendable, incluso las expresiones musicales de las diversas regiones de Brasil, con estilos muy ricos. Ese es un trabajo que tenemos que hacer.

–Hablaba de un cierto abandono y descuido de la formación musical. ¿Cómo es posible ayudar a experimentar lo sagrado en el rito litúrgico?

–Fray Luiz Turra: En ese sentido, la CNBB tiene un proyecto muy claro y determinado, que es el himnario litúrgico. Se caracteriza por cantar la liturgia lo mejor posible, centrándose básicamente en la Palabra de Dios.

El himnario es una propuesta en la que se trabaja desde hace mucho tiempo y que poco a poco va siendo conocida. Ya tenemos una experiencia en diversas parroquias y regiones, con un camino bien recorrido, que nos muestra que la liturgia, cuando realmente está bien cantada, se hace mucho más densa y menos dispersa.

Muchas veces, la palabra de Dios habla de un tema, y los comentarios o los cantos tratan de otro tema. El himnario litúrgico intenta valorizar, no sólo el tiempo litúrgico sino también los momentos característicos de nuestros ritos y celebraciones.

Por este motivo, el himnario litúrgico tiene que ser muy trabajado y enriquecido con composiciones que, con certeza, respondan a los diferentes estilos de nuestras regiones. Sin duda es un gran proyecto para rescatar o renovar el canto litúrgico en Brasil.

–Usted es autor del Himno Oficial de Acogida a Benedicto XVI, en su visita a Brasil. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

–Fray Luiz Turra: La experiencia de hoy es consecuencia de la experiencia positiva de antaño. Cuando Juan Pablo II vino por primera vez a Brasil, se compuso el bellísimo himno «La bendición, Juan de Dios», que marcó profundamente a la Iglesia.

–Fue un éxito llamativo.

–Fray Luiz Turra: Increíble. Al Papa Juan Pablo II le gustó mucho. Él mismo cantaba el himno, pues se sentía en casa bien acogido con una canción en la que todo el pueblo expresaba su bienvenida y su cariño por él.

Cuando el Papa recibía a algún brasileño en el Vaticano, en cuanto lo veía empezaba a cantar «La bendición, Juan de Dios». Entonces se volvió una tradición que empezó modestamente y que contagió a todos, y los autores de aquella composición estaban felicísimos.

Ahora, en el Santuario Nacional de Aparecida y también en Aparecida TV, con el apoyo de la CNBB, también pensaron en hacer un himno oficial, teniendo como proyecto la expresión: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!», basado en el Evangelio de San Lucas.

Al recibir la invitación, entre unos veinte compositores, procuré contribuir, de modo muy sencillo. Hasta lo hice muy rápido, en dos horas. Procuré tejer una poesía que fuera de acuerdo con la melodía.

Al componer
el himno, imaginé que el Papa viene en nombre del Señor. Todas las estrofas procuran recordar la Conferencia de Aparecida y también a nuestra Señora, el lema de la V Conferencia, «Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que todos los pueblos tengan vida en El».

Todo eso me fue ayudando en la composición, principalmente su encíclica, «Deus Caritas Est». Pensé en hacer las estrofas en forma de letanía, y que un solista vaya enunciando y el pueblo vaya respondiendo «Dios es Amor».

De esa manera, proclamamos lo que es el foco principal del pontificado de Benedicto XVI, que Dios es amor. Además, facilitamos al pueblo el no tener tanto papel en la mano.

Nuestro himno es un lenguaje simbólico de acogida, de comunión, de participación y, sobre todo, de apertura, para que nuestro pueblo realmente no sólo diera la bienvenida al Papa sino a su mensaje. Un mensaje cargado de mucha esperanza pero también de compromiso, de protección y promoción de la vida, en todos los sentidos.

[Por Hermes Rodrigues Nery, profesor y periodista, coordinador de la Comisión Diocesana en Defensa de la Vida, de la Diócesis Taubaté (São Paulo)]

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ZENIT Staff

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