SANTIAGO, lunes, 7 mayo 2007 (ZENIT.org).- Luis Jensen y su esposa Pilar Escudero de Jensen, pertenecientes al Instituto de Familias de Schoenstatt desde hace 23 años, con 4 hijos y 26 años de matrimonio, es el único matrimonio nombrado por Benedicto XVI para participar en la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que inaugurará este 13 de mayo en Aparecida (Brasil).
El señor Luis es médico, ginecólogo obstetra y docente de bioética en la Universidad Católica en Santiago, mientras que la señora Pilar es profesora de historia pero trabaja en el arzobispado de Santiago desde hace 10 años.
Al explicar cómo se están preparando para participar en la Conferencia, Luis reconoce: «No sabemos por dónde vamos a poder ayudar pero creemos que podemos tener una visión de la Iglesia, basada en nuestra trayectoria de trabajo en muchos lugares de Latinoamérica en el campo del matrimonio y la familia».
«Nosotros, los invitados, vamos a participar en todas las sesiones con derecho a opinar pero no con derecho a voto», aclara por su parte Pilar.
Luis y Pilar, en 1985, fueron invitados por Juan Pablo II a formar parte de la delegación vaticana que participó en la Conferencia convocada por las Naciones Unidas en Pekín sobre la mujer.
«También fuimos el único matrimonio de toda la Conferencia porque era de representantes de los estados y la Santa Sede se arriesgó a llevar un matrimonio. Y ahí el Papa nos dijo: “Ustedes no van a luchar ni a pelear ni a defender posiciones sino a dar testimonio”. Cómo lo podemos hacer en esta Conferencia del Episcopado no sabemos, pero podemos regalar lo que somos y nada más», afirma Pilar.
«Hay una posibilidad muy bonita que se abre y es que la Conferencia dura tres semanas, y está organizada para que todos participen en todo –añade su marido–. O sea que gran parte del trabajo es en pequeños grupos, y en algún minuto todo lo que se trabaje en estos pequeños grupos se va a compartir con todos los otros grupos», añade su marido.
«De manera que se quiere que en la Conferencia haya la máxima participación de los miembros de la Conferencia. Por lo tanto sentimos que ahí algo se puede aportar», subraya.
Luis espera que «esta Conferencia sea un evento de Iglesia, sea un Pentecostés, de manera que no sea tanto una elaboración de ideas o un desarrollo de otro documento más sino más bien una vivencia de los discípulos que se encuentran con el Señor», añade Luis.
«En Latinoamérica somos un continente con países muy diversos y con una cultura común pero manifestaciones muy distintas», dice su esposa. «Sin embargo, si hay algo que nos une es la persona de Maria. Los latinoamericanos, muchos pueden no ser católicos pero son todos marianos».
«Creo que la persona de María en esta Conferencia, que es en un Santuario mariano, en Aparecida, tiene que ser el eje, lo que una a nuestros pueblos, y nos regale el sentirnos todos hijos y sentirnos todos con una misión común», explica la señora.
«El lema de la Conferencia es muy bello y muy contundente –sigue diciendo Pilar–: “Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. O sea que la vida de nuestros pueblos surja de este encuentro personal, vital, que nos cambie la vida este encuentro pleno con Jesucristo, como discípulos y misioneros. Y ahí hay una dimensión que sentimos urgente. Nuestra fe, nuestra vivencia no es sólo para nosotros».
Por lo que se refiere a la última parte del lema, la cita de San Juan, «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida», Luis dice: «creo que hoy día Latinoamérica tiene un papel extraordinario en este campo del matrimonio y la familia, de mostrar un camino que se puede seguir siendo familia y feliz, familia realizada, de poder dar testimonio de la verdad sobre el amor humano, de la verdad sobre la vida».
«Hoy día en el laboratorio y en todas esas ideologías que tenemos en el mundo desarrollado se ha perdido esa capacidad de tomar contacto con la verdad, con la realidad misma», afirma el médico.
«Y la vida es esa plenitud de vida que surge del amor personal», concluye Luis. «No es la misión catequística –solamente– sino que es la misión del testimonio de vida, de regalarle a otro lo que uno posee», «ser testimonio irresistible».