CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 23 abril 2007 (ZENIT.org).- En un documento de 41 páginas que lleva por título «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin el bautismo», preparado por la Comisión Teológica Internacional y aprobado por Benedicto XVI el 19 de abril, se confirma que los niños sin uso de razón que mueren sin ser bautizados tienen abiertas las puertas del Paraíso.
El documento supera la concepción del limbo, lugar en el que, según algunas escuelas teológicas, estos niños gozaban de una felicidad natural, pero no tenían la visión de Dios, pues refleja «una visión demasiado restrictiva de la salvación». Por eso, defiende la tesis que subraya cómo la misericordia de Dios «quiere que todos los seres humanos se salven».
Al reflexionar sobre la misericordia de Dios, los expertos de la Comisión Teológica Internacional fundamentan la «esperanza de que los niños fallecidos sin bautismo se salven y gozen de la visión beatífica», pues la exclusión de los niños inocentes del Paraíso no parece reflejar el especial amor de Cristo por los «mas pequeños».
Amplios pasajes del documento han sido publicados por la agencia de los obispos estadounidenses, «Catholic News Service» (CNS), y la versión integral será publicada en italiano el 5 de mayo por la revista «Civiltà Cattolica».
La Comisión Teológica Internacional comenzó a estudiar la cuestión del limbo en 1994, cuando era presidida por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, quien en 1984 ya había considerado que el limbo no era más que una hipótesis teológica, surgida en el siglo XIII.
El documento precisa que «los niños no ponen obstáculo personal alguno al camino de la gracia redentora»; por este motivo, «Dios puede dar la gracia del Bautismo».
El documento de la Comisión Teológica Internacional no forma parte del Magisterio de la Iglesia, pues esta Comisión tiene un carácter de consulta.
La Comisión se compone de teólogos de diversas escuelas y naciones, eminentes por ciencia y fidelidad al Magisterio de la Iglesia. Los miembros –en número no superior a 30– son nombrados por el Santo Padre por cinco años a propuesta del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y tras consulta con las Conferencias Episcopales.