La Cruz de los Jóvenes visitará los escombros de las Torres Gemelas

Su peregrinación está conmoviendo Canadá

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TORONTO, 14 enero 2002 (ZENIT.org).- La Cruz de los jóvenes visitará los escombros de las Torres Gemelas de Nueva York el 24 de febrero.

La noticia fue confirmada en la reunión de delegados de todo el mundo para preparar las Jornadas Mundiales de la Juventud, concluida este 13 de enero en Toronto.

La iniciativa pretende llevar a la ciudad estadounidense ese mismo aliento de esperanza que está esparciendo por Canadá esa Cruz que Juan Pablo II confío a los jóvenes del mundo durante la primera Jornada Mundial de la Juventud (1984).

Decir que la pequeña Cruz esta conquistando el inmenso Canadá podría parecer una exageración literaria. Cuando se sigue el recorrido que la está llevando por las diferentes ciudades se puede constatar su tremendo impacto entre la gente.

Ha recorrido ya cerca de 20.000 kilómetros visitando 200 ciudades y pueblos, tres océanos (Atlántico, Pacífico y Artico), por barco y por avión, en camión y a hombros.

Para visitar el «profundo Norte» una persona puso a disposición su avión y dos pilotos. En Vancouver, ha llegado a las diferentes comunidades de la bahía en barco.

«El primer milagro de la Cruz –explica el padre Thomas Rosica, director de Comisión canadiense de preparación de las Jornadas Mundiales, que tendrán lugar entre el 18 y el 28 de julio— es el de la unidad entre Ontario y Quebec, entre anglófonos y francófonos».

La Cruz ha estado incluso en la prisión de Sherbrooke, en Quebec, donde han acudido a tocarla 75 de los 101 detenidos.

«Muchos por simple curiosidad, ciertamente. Pero en todos ha sucedido algo. La alegría, la sorpresa. La cruz habla por sí sola. La Cruz les hablaba también a ellos», dice Sébastien Lacroix, responsable de la peregrinación de la Cruz.

Y la Cruz sigue su camino entre bosques y lagos, entre montes y océanos, santuarios y discotecas, plazas y centros comerciales. Entre jóvenes y menos jóvenes. Y obispos que se conmueven.

«He visto obispos llorando», dice el padre Rosica, temiendo quizá que no se le crea. «Sí, por la energía que nos está transmitiendo la Cruz –concluye–. Nosotros los canadienses somos quizá demasiado racionales. Y la locura de la Cruz, con su razonable irracionalidad, nos hace bien. Nos da la sacudida».

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ZENIT Staff

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