CIDAD DEL VATICANO, jueves, 25 enero 2007 (ZENIT.org).- Lejos de ser «una enfermedad olvidada», la lepra afecta aún a diez millones de personas en el mundo, alerta Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.
Con este mensaje, el presidente del dicasterio vaticano –el cardenal Javier Lozano Barragán- enlaza dos realidades (la percepción social y las cifras de enfermos) con ocasión de la 54ª Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra, el próximo domingo.
Se trata de una gran cita de solidaridad que se renueva desde hace más de medio siglo. Fue instituida en 1954 por Raoul Follereau, quien incluía la lucha contra la lepra en un compromiso más amplio de acción contra toda forma de marginación y de injusticia.
Escritor, periodista y poeta francés, Follereau (1903-1977) dedicó toda su vida a combatir la enfermedad de Hansen.
Los progresos de la medicina «han generado en la conciencia social la convicción de que, por ser curable, la enfermedad de la lepra haya desaparecido en el mundo, convirtiéndose así en “una enfermedad olvidada”», «pero lamentablemente no es ésta la situación real», advierte el purpurado en su mensaje de este año.
Cita datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS): a principios de año eran 219.826 los nuevos enfermos de lepra. Representa la aparición de más de 602 casos al día.
Los nuevos casos, en su distribución geográfica, se presentan en África (40.830), América (32.904), sureste asiático (133.422), Mediterráneo oriental (4.024) y Pacífico occidental (8.646).
En total, las personas afectadas por la lepra son aún aproximadamente 10 millones en el mundo.
El dicasterio vaticano (http://www.healthpastoral.org/) subraya la «interesante disminución de 76.673 nuevos casos respecto al comienzo de 2005», lograda gracias a la prevención y a la poli-quimioterapia, binomio habitual de lucha contra la enfermedad.
Con todo, «una lucha eficaz exige que, en las cercanías de los lugares en los que azota la lepra, los servicios para afrontar esta enfermedad cuenten con la presencia de agentes sanitarios para brindar los auxilios elementales en los centros zonales», subraya el purpurado.
Y es que «cuando las condiciones ambientales de acceso a los servicios sanitarios son poco favorables y se registra una ausencia de prevención y de higiene, mientras persiste el subdesarrollo, el bacilo “hanseniano” se radicaliza y los proyectos para su total eliminación encuentran muchos obstáculos», advierte.
La Iglesia desde siempre ha estado involucrada en la ayuda a los enfermos de lepra; el dicasterio «renueva a los fieles de las comunidades eclesiales el apremiante llamamiento para que intensifiquen el logro de las informaciones necesarias y, al mismo tiempo, ofrezcan muestras palpables de un fraterno compartir de sus bienes».
«Esto será de gran ayuda a los que se han consagrado al servicio de los hermanos y hermanas enfermos de lepra -explica-. En particular, será importante el envío de personal sanitario especializado que ayude por un considerable período de tiempo a los misioneros y religiosas consagrados en la prevención y cuidado de las poblaciones en los países con riesgo de lepra».
«Y es que, junto a San Francisco de Asís, al Beato Damián de Veuster, al Beato Pedro Donders, también hoy prosigue en nuestro mundo el compromiso de numerosos y anónimos “testigos del amor misericordioso de Dios”, que han elegido libremente vivir “con y para” los hermanos y hermanas enfermos de lepra», reconoce el cardenal Lozano Barragán.
El mensaje del purpurado gira en torno a la invitación que hace «Jesús con la parábola del Buen Samaritano: “Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37)».
«Con “Jesús Buen Samaritano” debemos evangelizar el ambiente cultural de la sociedad humana en la que vivimos -exhorta-, para eliminar los prejuicios aún presentes hacia quien se encuentra dramáticamente afectado por la lepra».