El Papa pide libertad religiosa para Vietnam

Se encuentra con los obispos del país asiático

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CIUDAD DEL VATICANO, 22 enero 2001 (ZENIT.org).- «Libertad religiosa» para los católicos en Vietnam, fue la reivindicación que presentó este martes Juan Pablo II al reunirse con los obispos del país comunista.

El pontífice explicó que «para lograr una «sana colaboración»» con el Estado, «la Iglesia espera de la comunidad política el respeto total de su independencia y de su autonomía».

En esta visita quinquenal de los prelados, el régimen no les puso problemas para que pudieran viajar a Roma. En total eran veintiséis obispos y dos sacerdotes. Hace cinco años, habían podido venir a ver al Papa catorce.

Representan a los 5,3 millones de católicos contabilizados por las estadísticas oficiales (7 millones según fuentes de la agencia misionera Fides), que viven en ese país de 79 millones de habitantes.

En nombre de los obispos, tomó la palabra el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Paul Nguyen Van Hòa, obispo de Nha Trang, quien habló de Vietnam como un país que está cumpliendo la transición de la economía planificada a la economía de mercado, del aislacionismo a la integración en la comunidad mundial.

Ahora bien, en este proceso de renovación, explicó al Papa el obispo, «la Iglesia no goza todavía plenamente de todas las libertades necesarias».

El 15 de enero pasado, la agencia misionera Fides denunciaba «un fuerte control sobre los nombramientos de los obispos (dos diócesis, Hai Phong y Hung Hoa, están vacantes); sobre los candidatos al sacerdocio; sobre el empleo de los sacerdotes en la pastoral; sobre la posibilidad de abrir noviciados para las órdenes religiosas; sobre la posibilidad de mantener contactos con el exterior».

Juan Pablo II, en su intervención ante los obispos, explicó que la Iglesia «no se confunde de ningún modo con la comunidad política ni está ligada a ningún sistema político».

«Por este motivo –añadió–, la comunidad política y la Iglesia son independientes la una de la otra y autónomas en el dominio que les es propio».

Ahora bien, continuó diciendo el pontífice, que en 1999 quiso visitar sin éxito Vietnam, esto no significa que no pueda y deba darse una «sana colaboración» entre la Iglesia y el Estado, en nombre de la cual los cristianos están invitados a «comprometerse lealmente en el crecimiento de todos y en la edificación de una sociedad justa, solidaria y equitativa»

La Iglesia, insistió, «no pretende ni mucho menos sustituirse a los responsables de la nación y a la acción de las personas, ya sea de manera individual y colectiva. Sólo desea poder ejercer su misión específica»: «el desarrollo humano y espiritual de las personas, comunicando al hombre la vida divina» y «ennobleciendo la dignidad de la persona humana».

La libertad religiosa, concluyó, no sólo afecta a la persona, sino también a las comunidades religiosas, que deben ser libres para «regirse de manera autónoma; celebrar sin restricción el culto público; enseñar públicamente su fe y testimoniarla oralmente y por escrito; apoyar a sus miembros en la práctica de la vida religiosa; escoger, educar, nombrar y desplazar a sus propios ministros; manifestar la fuerza singular de su doctrina social; promover iniciativas en los campos educativos, cultural, caritativo y social».

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ZENIT Staff

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