NUEVA YORK, sábado, 11 junio 2005 (ZENIT.org).- Ninguna institución ha hecho más para forjar Occidente como la Iglesia. Ésta es la tesis del libro publicado recientemente, «How the Catholic Church Built Western Civilization» (Cómo construyó la Iglesia Católica la Civilización Occidental) (Regnery Publishing), de Thomas E. Woods Jr.
La Iglesia católica, observa Woods, ha tenido mala prensa en los últimos años. Y mucha gente sólo conoce las partes más oscuras de la historia de la Iglesia. Este libro busca cambiar esto, tratando de modo sucinto en una serie de capítulos temáticos algunas de las áreas donde la Iglesia ha jugado un papel crucial.
La civilización occidental, precisa Woods, no deriva exclusivamente del catolicismo. Sin embargo, resulta fácil olvidar cuánto ha contribuido la Iglesia en áreas como el arte, la música, la arquitectura, la ciencia y el derecho.
Todavía persiste una fuerte visión negativa sobre la Edad Media, aunque Woods afirma que casi todos los historiadores rechazan actualmente el viejo prejuicio ante este periodo que lo calificaba como la «Edad Oscura». Aunque de hecho hubo un periodo de declive en los siglos VI y VII, esto se debió a las invasiones bárbaras y a las constantes guerras. La destrucción habría sido peor si no hubiera sido por los esfuerzos de la Iglesia por mantener el orden.
La civilización moderna tiene una particular deuda con la labor de innumerables monjes durante la Edad Media, apunta Woods. Fue en los monasterios donde los textos de los grandes romanos se copiaron y conservaron para las futuras generaciones. Y aunque durante siglos se destruyeron muchos monasterios por las sucesivas oleadas de bárbaros, volvían a renacer de nuevo para continuar su tarea.
Los monasterios medievales fueron también vitales para el desarrollo de la agricultura. En particular, miles de establecimientos benedictinos desempeñaron un papel crucial en la roturación y desarrollo de la tierra. También introdujeron en las poblaciones locales importantes técnicas, como la crianza de ganado, la fabricación de queso, la gestión del agua y la apicultura. Los monasterios cistercienses también desempeñaron un papel vital, añade Woods, en áreas como el desarrollo de la hidráulica y la metalurgia.
Un tiempo de aprendizaje
Lejos de ser un periodo de ignorancia, la Edad Media vio el nacimiento del sistema universitario. La Iglesia estuvo en el meollo de este avance, que surgió en la segunda mitad del siglo XII en los centros establecidos en París, Bolonia, Oxford y Cambridge. El Papado, explica Woods, también desempeñó un papel central en el establecimiento y respaldo a las universidades. En la época de la Reforma, 81 universidades habían recibido el reconocimiento papal.
La ciencia moderna también tiene una gran deuda con la Iglesia católica. La mayoría de la gente recuerda el conflicto de la Iglesia con Galileo, que no fue tan negativo como los mitos populares lo consideran, sostiene Woods. La Iglesia promovió los avances científicos, con muchos clérigos que combinaban su vocación divina con el interés por la ciencia.
El dominico del siglo XIII, San Alberto el Grande, por ejemplo, ha sido considerado uno de los precursores de la ciencia moderna. Y Roberto Grosseteste, canciller de la Universidad de Oxford y obispo de Lincoln, es descrito por Woods como uno de los hombres de más conocimientos de la Edad Media. Él fue, entre otras realizaciones suyas, el primero en anotar la serie completa de pasos para realizar un experimento científico.
La implicación de la Iglesia en la ciencia continuaría en los siguientes siglos. En el siglo XVII, está acreditado que el padre Nicolaus Steno de Dinamarca estableció la mayoría de los principios de la geología moderna. Y en los siglos XVII y XVIII, los jesuitas hicieron importantes aportaciones a la ciencia, especialmente en áreas como las matemáticas y la astronomía.
El arte y la arquitectura también tienen una gran deuda con la Iglesia católica. Cuando los iconoclastas, que se oponían a las imágenes de figuras religiosas, intentaron destruir el arte religioso en los siglos VIII y IX, fue la Iglesia la que se opuso a esta herejía.
En los siglos siguientes, el patronazgo de la Iglesia, a través de la construcción de grandes catedrales y el encargo de innumerables obras de arte, fue el centro del arte y la arquitectura europeas. Los Papas, en particular, como patrones de muchos de los grandes artistas estuvieron detrás de la producción de muchas obras maestras.
Derecho internacional
El descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo dio la oportunidad a los teólogos católicos de desarrollar lo que serían los principios legales y éticos para regir el trato de los nativos en los nuevos territorios. El más conocido de estos pensadores fue Francisco de Vitoria, un dominico al que se atribuye el haber dado fundamento al derecho internacional moderno. Defendió el principio de que todos los hombres son igualmente libres y tienen el mismo derecho a la vida, la cultura y la propiedad.
Vitoria, junto con otras figuras como su compañero dominico Bartolomé de las Casas, desempeñaron un importante papel en la defensa de las poblaciones nativas contra quienes buscaban tratarlas como una clase subhumana, legitimando así la esclavitud y otras clases de malos tratos. A pesar de estos esfuerzos se cometieron injusticias, observa Woods, pero los teólogos españoles hicieron importantes aportaciones a conceptos como los derechos naturales y la guerra justa.
Muchos otros aspectos de los sistemas legales occidentales deben su origen a la Iglesia, explica Woods. El código legal desarrollado por la Iglesia para su propio uso, el derecho canónico, fue el primer cuerpo legal sistemático desarrollado en la Europa medieval y conformó la base de los sistemas legales seculares posteriores.
La influencia de la Iglesia fue vital para asegurar, por ejemplo, que un matrimonio válido requiere el libre consentimiento tanto del hombre como de la mujer. Y la defensa de la vida humana por parte de la Iglesia significó que no se continuara con la práctica del infanticidio de Grecia y Roma. Otras prácticas bárbaras como el juicio por batalla o juicio de sangre fueron perdiendo vigor gracias a la influencia de la Iglesia. Los estudiosos del derecho canónico introdujeron también principios como la reducción de la responsabilidad legal debido a circunstancias atenuantes.
Obras de caridad
Las obras de caridad católicas son otro campo examinado por Woods. Desde los primeros siglos, la Iglesia buscó aliviar los sufrimientos causados por las hambrunas y las enfermedades. Inspirándose en el Evangelio, se animaba al fiel a que donase su dinero a la Iglesia para utilizarlo en ayudar a quienes estaban en necesidad.
En la primera Iglesia, se organizaron hospicios para cuidar a peregrinos, rescatar esclavos y pobres. Otros grupos, como las viudas y los huérfanos, se beneficiaron de las instituciones puestas en marcha por la Iglesia. El establecimiento de hospitales a gran escala también proviene de iniciativas organizadas por la Iglesia católica desde el siglo IV en adelante. Y, durante la Edad Media, los monasterios se convirtieron en dispensadores de asistencia médica en muchas áreas.
La extensión de estas ayudas fue tal que muchos que eran hostiles a los católicos, desde paganos a reformadores protestantes y figuras de la Ilustración como Voltaire, todos reconocieron la labor caritativa de la Iglesia.
Woods también hace notar que cuando Enrique VIII suprimió en Inglaterra los monasterios y confiscó sus propiedades la perdida de ayudas de caridad que se creó como consecuencia llevó a sublevaciones civiles en algunas partes. Y la nacionalización de las propiedades de la Iglesia durante la Revolución Francesa significó que medio siglo después, en 1847, Francia tuviera un 47% menos de hospitale
s que en 1789.
Woods concluye afirmando: «Tan inculcados están los conceptos que el catolicismo introdujo en el mundo que con mucha frecuencia los movimientos que se oponen a él están, a pesar de todo, imbuidos de ideales cristianos». La Iglesia católica, continúa, «no hizo una aportación digna de mérito a la civilización occidental – la Iglesia ha construido dicha civilización». La civilización contemporánea se está alejando más y más de este fundamento, observa Woods, en muchos casos con consecuencias negativas.