BERLÍN, 6 julio 2002 (ZENIT.org).- Hace unas semanas la Cámara Alta del Parlamento alemán, el Bundesrat, votó a favor de incluir los derechos de los animales en la Constitución, convirtiéndose en el primer país europeo en hacerlo.
Está abierta la discusión sobre cómo afectará este cambio a la personalidad jurídica de los animales, informaba el Times de Londres el 22 de junio. Los musulmanes ya han expresado su preocupación por la enmienda, temiendo que se prohíba el sacrificio ritual de ovejas.
La reforma de la Constitución alemana implica añadir las palabras “y animales” a la cláusula que obliga al Estado a proteger la vida humana. El artículo dice ahora: “El Estado toma la responsabilidad de proteger los fundamentos naturales de la vida y de los animales en interés de las futuras generaciones”.
Cuando la Cámara Baja, el Bundestag, aprobó la reforma un mes más antes, la BBC citaba el 17 de mayo a la Ministra de Consumo y Agricultura, Renate Kuenast, del Partido de los Verdes, diciendo que la reforma constitucional podría conducir a una nueva legislación que limite los experimentos con animales en casos como los laboratorios de cosméticos o analgésicos.
Kuenast afirmaba que la reforma no daba a los animales los mismos derechos que a los seres humanos, informó The Guardian el 18 de mayo. Sin embargo, en una observación, el periódico apuntaba que puede crear un siniestro asedio a los investigadores y granjeros. Kuenast añadía: “El trabajo no ha parado. Es sólo el principio”.
Mientras tanto, en Estados Unidos, un chimpancé llamado Moe está en el centro de una batalla legal por su estatus. Sus dueños –la ciudad de West Covina, en California– y el Fondo de Defensa Legal de los Animales se han visto envueltos en un litigio desde 1998, cuando Moe fue trasladado de su hogar en St. James and LaDonna Davis tras haber alegado que el animal mordió a dos personas, informaba ABC-TV el 13 de mayo.
El Fondo de Defensa Legal de los Animales se reunió hace tres años para presentar a Moe en los tribunales, reuniendo expertos que aseguraran de modo formal qué habría que hacer para que el chimpancé estuviera más contento. Joyce Tischler, directora ejecutiva del Fondo de Defensa, afirma que su grupo está implicado en casos más comunes que tienen que ver con gatos y perros.
En las batallas legales sobre la custodia o maltrato de animales domésticos, el Fondo de Defensa ha estado sometiendo escritos a los tribunales, en los que sugiere que el juez mire el caso en términos del interés del animal. En este sentido, afirma Tischler, su grupo espera dar pequeños pasos para conseguir derechos legales para los animales.
Uno de los que están desarrollando a nivel teórico los casos de derechos de animales en los Estados Unidos es el abogado Steven Wise. Su libro recién publicado, “Drawing the Line: Science and the Case for Animal Rights”, propone que se les deberían dar derechos legales a algunas especies animales.
“No veo una gran diferencia entre un chimpancé y mi hijo de cuatro años y medio”, observaba Wise en una presentación de su libro en una librería el mes pasado, informaba el Washington Post.
Wise basa su caso en las capacidades de algunos animales de experimentar emociones, comunicarse, o desarrollar interactividad social. A parte de los chimpancés, habla de otras especies, como gorilas, orangutanes, bonobos, delfines atlánticos, loros grises africanos, elefantes africanos, perros y abejas, que reunirían sus criterios para concederles derechos. Pide unos básicos “derechos de integridad corporal y libertad corporal”.
Wise comenzó a representar a animales en los tribunales a finales de los setenta tras leer “Animal Liberation” de Peter Singer. Más tarde se convirtió en vegetariano, y redirigió su bufete de Boston hacia los daños a los derechos de los animales. Enseña derecho de los animales en la Harvard Law School, en la Vermont Law School y en la John Marshall School en Chicago.
El Washington Post observaba que el concepto de derecho de los animales concita fuertes críticas. Richard Posner, un juez de apelación norteamericano y profesor en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chicago, afirma: “Es prácticamente imposible igualar los derechos de los animales a los de los seres humanos. Hay demasiadas diferencias. Sus necesidades y nuestras relaciones con ellos son muy diferentes de las necesidades y nuestras relaciones con los grupos humanos como para que se autorice actualmente la concesión de derechos a los animales”.
Tibor Machan, filósofo y profesor de ética empresarial en la Universidad Chapman en Orange, California, defiende que el criterio para que un ser tenga derechos es la moralidad. “Tales derechos se podrían erigir solamente si los animales se convirtieran en agentes morales, pero no lo son”, afirma.
Degradar a los seres humanos
Otro crítico es Roger Scruton, filósofo y autor de “Animal Rights and Wrongs”. Escribiendo en el Times de Londres el 7 de mayo, Scruton comentaba la propuesta del gobierno británico de establecer una Ley de Derechos de los animales.
Dar derechos a los animales es “una degradación de los seres humanos como soberanos para someter el reino animal” defiende Scruton. Si damos derechos a los animales, explica, “los ponemos en el mismo plano moral que a nosotros mismos”. Pero esto no tiene sentido para él. Los humanos hacen “elecciones libres basadas en la evaluación consciente de alternativas”, observa. “Ejercemos sobre nuestras vidas una soberanía que pedimos a los demás que respeten, y a quienes a su vez debemos respeto. Somos responsables de nuestras acciones, e intentamos resolver los conflictos más por el acuerdo que por la fuerza. En definitiva, somos seres morales. Ésta es la causa por la que el concepto de derecho nos es útil”.
Una exposición más detallada sobre el tema se encuentra en “Applied Ethics: A Non-consequentialist Approach”, del profesor de filosofía de la Universidad de Reading, David S. Oderberg. Que un animal sea un sujeto en el sentido psicológico, percibiendo dolor y placer, no es lo mismo que decir que sea un sujeto en el sentido moral, con derechos y deberes, explica.
En cuanto a los argumentos basados en una autoconciencia del animal –por ejemplo, el hecho de que un chimpancé se adecente delante de un espejo– es necesario aclarar qué tipo de conocimiento es éste, precisa Oderberg. No hay evidencia, afirma, de que los chimpancés o cualquier otro animal tengan conciencia “en el sentido de ser capaz de pensar sobre sus propios pensamientos, de reflexionar sobre su propio proceso de razonamiento, de hacer juicios sobre sus propios juicios”.
“Los seres humanos tienen derechos porque los seres humanos saben por qué hacen lo que hacen”, afirma Oderberg. En cuanto a los niños, los seniles o dañados cerebralmente, también tienen derechos debido a su verdadera naturaleza de seres capaces de autorreflexión consciente.
Los animales deben también excluirse de la categoría de portadores de derechos, continúa Oderberg, porque no tienen voluntad libre. No pueden decidir entre lo correcto y lo incorrecto en el sentido de deliberar entre líneas de conducta, y de proponerse hacer algo bueno en vez de malo.
Centralidad de la persona humana
En un sentido más teológico, el Catecismo de la Iglesia Católica, en los números 342-344, explica que hay una jerarquía de las criaturas y que “el hombre es la cima de la obra del Creador”. El Catecismo también cita a Jesús cuando dice, “vosotros valéis más que los gorriones”, Lucas 12, 6-7.
Esto no significa que debamos ser indiferentes a cómo son tratados los animales. Juan Pablo II ha insistido en muchas ocasiones en que los seres humanos son administradores del mundo creado. También ha afirmado que deberíamos hacer “más digna la existencia de
las criaturas” (Audiencia General, 17 de enero de 2001).
Esta administración y cuidado ecológico se deben basar “en la centralidad de la persona humana dentro de la creación”, según la declaración sobre medioambiente firmada el 10 de junio por el Papa y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I. Lo que se debe a los animales, ocupa un segundo lugar.