ROMA, 24 octubre 2002 (ZENIT.org).- A inicios del siglo XXI se puede constatar todavía cómo el ser humano es reducido a simple mercancía, afirma el mensaje para la próxima Jornada por la Vida escrito por el episcopado italiano
«El progresivo reconocimiento de los derechos humanos no ha extirpado completamente la antigua tendencia a considerar a los seres humanos como una simple mercancía», tendencia que persiste en muchos países del mundo, ricos o pobres, y numerosos sectores de la vida adaptándose a los tiempos y a las modas, afirma.
El mensaje fue publicado este martes por el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Italiana busca preparar la Jornada, que se celebrará el 2 de febrero del 2003, bajo el lema «Con la vida no se comercia».
El documento pone el énfasis en la supresión de la vida mediante el aborto, el comercio de órganos de menores, los niños soldados, las prostitutas esclavizadas, los jóvenes sometidos a abusos sexuales, el negocio del trabajo de los menores y los empleados mal retribuidos y explotados, «todas ellas formas de auténtica esclavitud» en nuestros días.
«No se puede apelar a falsos derechos para anular los verdaderos e inviolables derechos del más pequeño e indefenso de los seres humanos: el embrión», dice también el texto.
Para curar algunas enfermedades con las células estaminales –explica– se llega a proponer la experimentación indiscriminada en embriones, justificando la creación «in vitro», la manipulación y la eliminación.
Añade el mensaje que, para tener libertad de acción, incluso se manipula el legítimo deseo de maternidad y de paternidad hasta afirmar un inexistente derecho a tener un hijo de cualquier manera y bajo cualquier condición, incluso fuera del matrimonio y en contextos de homosexualidad.
«¡La vida es un don fuera del comercio –subrayan los obispos– y con la vida no se puede traficar! Esta afirmación no es arbitraria, ni una mera exhortación más o menos aceptable; es un fundamento decisivo en nuestra sociedad. Negándola se insinúa que los seres humanos pueden, en conjunto, ser cosas que se pueden poseer».
«Ninguna sociedad –salvo una sociedad autodestructiva de depredadores– puede regirse por la extensión sin límites del concepto de «posesión». No todo se puede poseer; no se puede comerciar con todo. Lo sugieren la razón y el buen sentido; lo recuerdan el Evangelio y dos mil años de pensamiento cristiano», afirma el documento.
«Como cristianos –finaliza– estamos llamados a anunciar con fuerza y valor la iluminadora verdad del amor del Padre que nos ha rescatado dándonos la vida en su Hijo».