KIGALI, 1 junio 2003 (ZENIT.org–Fides).- El cardenal Crescenzio Sepe ha subrayado la responsabilidad de la Iglesia católica, y en particular de los obispos ruandeses, en la construcción de la nueva sociedad de Ruanda, especialmente formando a sus jóvenes.
En sus palabras a la Conferencia Episcopal ruandesa –en el marco de la visita pastoral del prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos al país–, el purpurado reconoció el avance en la normalización de la situación en Ruanda, en parte gracias al empeño de la Iglesia para superar la crisis.
«Deseo que este proceso, aunque esté lejos de su cumplimiento, pueda continuar y lograr frutos cada vez más abundantes: especialmente la paz la libertad, la convivencia serena de todos los ruandeses y el desarrollo del país», dijo después de transmitir a los obispos el afectuoso saludo del Santo Padre, quien «no cesa de acompañaros con su oración y con su bendición apostólica».
Ruanda vivió uno de los genocidios más sangrientos de la historia –en 1994– por la represión del ejército contra la población tutsi. Se superó el millón de muertos. La Iglesia también pagó un elevadísimo precio con la muerte de tres obispos, 123 sacerdotes (109 diocesanos) y más de 300 religiosas.
«Las heridas del pueblo ruandés en su dignidad humana y religiosa son profundas –afirmó el purpurado–; por ello, además de cicatrizar lentamente, necesitan de una adecuada ayuda espiritual, moral y psicológica».
«Os agradezco este empeño indispensable –dijo a los obispos– para que el trauma humano y espiritual pueda dejar espacio a la reconciliación y al perdón».
El prefecto del organismo misionero de la Santa Sede se dirigió directamente a los obispos: «Sois los constructores de la nueva sociedad ruandesa ya que de vosotros depende, en gran parte, la formación de los jóvenes, de los líderes cristianos, quienes podrán asumir con competencia sus responsabilidades civiles, que hay que vivir a la luz del Evangelio y de la fe en Dios».
A continuación, el purpurado se centró en la importancia de la formación, alentando a los prelados a potenciar las escuelas católicas y a velar por la formación de los seminaristas, del clero y de los religiosos.
«¡Es fundamental para vuestra Iglesia tener sacerdotes santos y convencidos de su vocación, de su elección!», advirtió.
Por último, el cardenal Sepe exhortó a los obispos a «permanecer siempre unidos en la colegialidad y en la comunión con la Santa Sede» frente a los problemas más importantes y espinosos de la sociedad.
«La misma actitud recomiendo a vuestros sacerdotes y a todos los religiosos. El país necesita serenidad para resolver múltiples problemas, pero sobre todo necesita constructores de la paz y de la unidad nacional sobre la base de la reconciliación, del perdón y del amor recíproco».
En 1994 el avión en que viajaba el presidente Juvenal Habyarimana junto con el presidente de Burundi –Cyprien Ntaryamira– fue derribado y murieron ambos en el acto. Fue el hecho que desencadenó la violenta represión por parte del ejército contra la población tutsi, dando inicio a una de las guerras civiles más sangrientas de la historia de la humanidad, en la que se superó el millón de muertos.
La catástrofe ruandesa obligó a huir a más de un millón de habitantes, que se refugiaron en los países vecinos en gigantescos campos como el de Goma (Zaire), donde la falta de alimentos y medicinas ocasionaron una gran tragedia.
La guerra terminó en el verano de 1994 con la victoria del Frente Patriótico Rwandés y el establecimiento de un gobierno de unidad nacional.
El genocidio de los tutsis modificó la composición social del país. Actualmente, Ruanda cuenta con poco más de ocho millones de habitantes, 85% de hutus, 14% de tutsis y el 1% de twas.
El 53% de la población es católica, el 25% es protestante, el 20% es animista o aconfesional y un 2% es musulmana.