Afganistán: Integrismo islámico en la Alianza del Norte

Aunque en medida menos grave que entre los talibán

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ROMA, 8 noviembre 2001 (ZENIT.org).- Ciertos abusos de los derechos humanos típicos de los regímenes fundamentalistas islámicos no son sólo prerrogativa de los talibán, sino también, aunque en medida claramente menos grave, de la opositora Alianza del Norte, que ahora cuenta con el apoyo de la coalición internacional contra el terrorismo.

Esta es la conclusión a la que llega un estudio realizado por el servicio de información del Keston Institute, prestigiosa institución con sede en Oxford (Inglaterra), que visitó la ciudad del norte de Afganistán Khwaja-Bahawudin entre el 22 y el 29 de octubre.

La localidad, a 20 kilómetros de la frontera con Tayikistán, aunque sólo tiene una población de unas 10.000 personas, desde el principio de los ataques anglo-estadounidenses se ha convertido en la capital temporal de la Alianza del Norte.

«Los talibán creen en un Islam super-estricto –declara el ministro de Exteriores de la Alianza del Norte, Abdullo Abdullah, al Keston News Service–. Nosotros estamos a favor de una forma más suave, más ligera de Islam. Es inaceptable para nosotros usar los azotes como castigo o cortar las manos. No vemos como un pecado que los musulmanes escuchen música o permitan a sus hijas ir a la escuela. Los talibán no están imponiendo un modo de vida islámico sino medieval. En consecuencia, su régimen se ha convertido en un auténtico fardo para los habitantes de Afganistán».

«Si el hambre lleva a alguien a robar, según la ley islámica debe ser perdonado. Los talibán han llevado a la población a la absoluta pobreza y cortan las manos a la gente que en su desesperación ha tenido que delinquir», explica a Keston News Service Jalal Fahri, funcionario de Departamento para la ayuda a la virtud y la prevención del vicio de la Alianza del Norte.

Aclara que no ha habido ninguna petición de cortar manos a los ladrones en el territorio controlado por la Alianza del Norte, pero admite que la Alianza del Norte permite que los delincuentes fueran azotados.

El 25 de octubre el enviado de Keston Institute vio cómo era azotado públicamente un traficante de droga en la plaza central de Khwaja-Bahawudin. Fahri aseguró que la ejecución pública sólo se realiza en circunstancias excepcionales en el territorio controlado por la Alianza del Norte.

El Keston Institute, centro especializado en estudiar el estado de la libertad religiosa en países que gravitan en torno a la ex Unión Soviética, tiene la impresión de que tanto Fahri como Abdullah estaban deliberadamente tratando de dar la impresión a los medios occidentales de una imagen de la Alianza del Norte como partidaria de un Islam moderado y suavizado.

Tras numerosas conversaciones con los residentes, Keston Institute pudo constatar que se da la prohibición de escuchar música en la ciudad.

Sayid Ismail Ibrahim, imán de la mezquita central de la ciudad justificó la prohibición afirmando que «según el Islam, uno de los peores pecados es invadir la conciencia de una persona. Cuando uno escucha música su estado mental cambia».

Los alumnos del imán recitan el Corán en árabe sin comprenderlo. El resultado es que la gran mayoría de la población de Afganistán sigue siendo analfabeta. Según datos de la ONU en 1992 el 80% de la población era analfabeta y el 96% de las mujeres.

«Sería una gran exageración declarar que la influencia de los radicales islámicos es insignificante en el territorio de la Alianza del Norte declara la presidenta de la Asociación de Mujeres de Afganistán, Farkhnas Nazi. Otra cosa es decir que aquí se trata con más humanidad a quienes violan la ley islámica. Por ejemplo, si los talibán arrestan a una persona por oír música la castigan azotándola. Aquí simplemente se le da una reprimenda».

Añadió sin embargo que las mujeres en el territorio de la Alianza del Norte son consideradas personas de segunda clase, aunque esto no es una responsabilidad sólo de las autoridades sino de la población en general.

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ZENIT Staff

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