Balance del primer Congreso «in situ» para la promoción de la liturgia, celebrado en África

Por el secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos

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KUMASI/CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 27 julio 2006 (ZENIT.org).- La importancia del reciente «Congreso para la promoción de la liturgia en África y Madagascar» ha quedado subrayada por el mensaje especial enviado por Benedicto XVI, que leía en el despertar litúrgico del continente y en la profunda espiritualidad de las poblaciones africanas, signos de esperanza para la región.

Así lo recoge el dicasterio misionero a través de «Fides», informando de este primer congreso regionalizado, entre cuyos principales objetivos ha estado «proporcionar nuevos motivos de reflexión a los obispos africanos para hacer que la liturgia sea cada vez más eficaz como instrumento de estímulo de fe y de testimonio cristiano», según explica el arzobispo Albert Malcolm Ranjith Patabendige Don.

Es el secretario de la Congregación vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, promotora de este Congreso (celebrado en Kumasi del 5 al 9 de julio) en colaboración la Conferencia Episcopal de la nación anfitriona, Ghana.

Un centenar de delegados –obispos, miembros de Comisiones de las Conferencias Episcopales, expertos de disciplinas litúrgicas– procedentes de toda la región subsahariana y también de Madagascar acudieron a la cita.

Es la primera vez que este Congreso para la promoción de la Liturgia no se celebra en Roma, sino en el Continente africano.

Finalidad del encuentro ha sido el de valorar, alentar y relanzar la vida litúrgica en África y Madagascar; para ello se ha hecho un recorrido por la historia de la vida litúrgica en África, la formación litúrgica, las traducciones de los libros litúrgicos en varias lenguas africanas y la inculturación de la liturgia.

En esta conversación difundida el viernes pasado por «Fides», el arzobispo Patabendige Don apunta los temas tratados en el Congreso en Ghana. Próximamente la agencia del dicasterio misionero publicará el documento final aprobado por los participantes.

–Excelencia, éste no es el primer congreso para la promoción de la Liturgia; se han realizado otros aquí, en Roma. Esta decisión de regionalizar, de ir y no de llamar aquí, y después el hecho de haber querido comenzar por África, ¿es una innovación, una señal fuerte para el debate, la atención cada vez mayor que se da a la liturgia?

–Sí, esta es la primera vez que hemos tenido encuentros regionales. En el pasado han sido todos aquí, en Roma, donde los representantes de las Iglesias locales eran llamados a participar: En esta ocasión hemos pensado y decidido localizar el Congreso y ambientarlo en el continente elegido como sujeto, como el que acabamos de terminar en Kumasi. Hemos tenido así la oportunidad de sentir de cerca la voz africana, de dialogar con ellos y participar en las liturgias locales. Esto último no habría sido tan práctico si el encuentro hubiera tenido lugar en Roma.

Tales celebraciones litúrgicas locales han sido para nosotros la ocasión de comprobar la variedad de praxis introducidas a través de procesos de inculturación. Hemos podido así, con gran serenidad, indicar a los obispos lo que nos parecía oportuno […]. Todo con gran sencillez y respeto y con una gran disponibilidad por parte de los propios obispos para afrontar las cuestiones y profundizar algunos aspectos de la liturgia. No ha habido problemas en absoluto. Es más, ha sido una oportunidad para todos los que hemos participado para emprender un diálogo con los distintos responsables. Algunos obispos se quedaban, se puede decir, maravillados, cuando les exponíamos ciertos aspectos de la liturgia que evidentemente no habían considerado.

–Excelencia, pero entonces habrá surgido, también en esta ocasión de estar juntos, de encontrarse en el lugar ante temas tan delicados, la cuestión de la formación…

–Antes de llegar a la cuestión de la formación, y por tanto a un itinerario a realizar hacia una comprensión más completa del sentido litúrgico que no sea solamente un conjunto de secciones, sino que produzca provechosos frutos pastorales para la Iglesia, querría subrayar la importancia que ha tenido este Congreso para estimular un conocimiento más completo de todos los aspectos profundamente espirituales de la liturgia: la trascendencia, el sentido de lo sagrado y del misterio y la participación profundamente interior, etc…

Hemos podido escuchar a los Obispos y representantes de las Comisiones Episcopales sobre un tema tan central para la Iglesia como es la Liturgia. Hemos conocido sus alegrías, sus éxitos y también sus ansias, sus dificultades. Ha sido verdaderamente un momento de diálogo fructífero entre la Iglesia Universal y la Iglesia en el Continente, un intercambio de ideas, un diálogo nacido de la presentación de los temas, que habían sido indicados por expertos tanto de Roma como de África.

Así se ha podido abrir un debate general donde han confluido también los trabajos de los grupos de estudio. Un verdadero intercambio fraterno de conocimientos. Nosotros hemos expuesto el significado teológico de la Misa y ellos, a su vez, sus ansias y expectativas. Ellos han insistido en que una verdadera inculturación no puede no enriquecer de valores espirituales y morales a sus pueblos. De esta manera, directamente de sus labios, hemos tenido la posibilidad de entender lo que piensan y aquello de lo que tienen necesidad, poniendo en el centro el tema de la inculturación y los problemas que de ésta se pueden derivar. Por su parte, los obispos africanos han destacado la importancia de una orientación correcta de la inculturación.

–¿Está haciendo referencia al Documento conclusivo del Congreso, que también nosotros, como Agencia «Fides», publicaremos?

–¡Sí! Exactamente, todo esto pertenece al documento que estamos a punto de empezar a divulgar, en inglés y en los idiomas más difundidas. Un documento que además de recoger y ofrecer tantas sugerencias surgidas durante el Congreso sobre la vida litúrgica, tiene un valor particular porque es fruto del encuentro, del recíproco intercambio entre los obispos y los que veníamos en nombre de la Congregación.

–Volvamos, Excelencia, al tema de la inculturación, y por tanto a la traducción de los textos…

–Ciertamente, la cuestión de la traducción de los textos litúrgicos en las lenguas locales es tarea que exige un gran cuidado. Basta pensar en que después la Santa Sede debe aprobar todas estas traducciones. Las dificultades nacen no sólo a nivel de hermenéutica o filología, sino también a nivel técnico. Es necesario personal preparado y capaz.

Aquí la cuestión de la formación litúrgica y del compromiso sobre todo de los seminaristas pasa a primera línea. Los seminarios deben ayudar a los futuros sacerdotes a adquirir una formación litúrgica que les capacite y haga nacer el interés no sólo para la realización de trabajos técnicos sobre los textos… sino sobre todo a tener un gran sentido de fe y espiritualidad litúrgica en su ministerio. Además de la capacidad y conocimientos técnicos, debe subrayarse la unión entre lo que se cree y lo que se vive con lo que se celebra. Una cosa interesante es el hecho de que los participantes en el Congreso han subrayado la necesidad de introducir cursos de latín o griego en los seminarios de África.

–Es una cuestión de formación. Hemos vuelto sobre este tema, y por tanto sobre el papel de nuestras Universidades Pontificias aquí en Roma…

–Desde hace algunos años se ofrecen cursos de formación litúrgica especializada en diversos Ateneos romanos pero también fuera, y en la actualidad cada vez a nivel más local. Frecuentemente sin embargo esta formación asume una forma más bien analítica. Es de las Universidades, no de las parroquias. Por eso aquí el estudio debe ser técnicamente perfecto.
Quien viene a Roma a estudiar la Liturgia tendrá q
ue confrontarse con las fuentes, conocer la historia, recibir una formación que les hace convertirse en expertos en la materia. El título que reciben les permitirá, una vez que vuelvan a África, convertirse en profesores de Liturgia y peritos. Esto es necesario y es algo a alentar.

Al mismo tiempo, sin embargo, está el hecho de que un profesor no podrá presentar la Liturgia en los Seminarios e Institutos de formación en África así como la ha estudiado en Roma; tendrá que trasformarla en una sabiduría pastoral que ayudará a sus alumnos a crecer en la vida cristiana y sacerdotal. Tendrá que realizarse un acercamiento pastoral hacia la formación litúrgica de los seminaristas.

No estoy diciendo que no sea necesario conocer la historia de la liturgia, de los diversos aspectos de la Santa Misa, de dónde han nacido… Todas estas son informaciones históricas que se deben conocer, pero después el profesor, el que enseña la Liturgia, debe presentarla a sus estudiantes de manera que haga crecer en ellos el verdadero sensus liturgicus, en un cierto sentido contagioso y que estimula entusiasmo en ellos.

En África, como en todo el mundo, la liturgia debe suscitar una fe profunda en la gente. Si no hay un paso del marco histórico-técnico litúrgico anteriormente mencionado a la liturgia como un momento de encuentro con el Señor, existe el peligro del formalismo.

–Volver a considerar por lo tanto la formación en la Liturgia y sobre todo en la dimensión del Anuncio. En la dimensión pastoral…

–Una liturgia que no tiene en cuenta el aspecto pastoral puede causar daños a la fe de la gente. La dificultad es cómo llegar a dar una formación que suscite un sentido litúrgico técnicamente completo pero al mismo tiempo incisivo desde el punto de vista pastoral, que suscite fe en quien participa en ella y le lleve a un encuentro con el Señor. Los fieles pueden constatar inmediatamente si un sacerdote celebra de forma personal, fuertemente interiorizada, poniendo todo su corazón en lo que hace, o si lo hace sólo como un acto formal y de una manera desinteresada. Y están siempre contentos de ver al sacerdote absorbido en el acto de la celebración. Quieren sentir en las celebraciones litúrgicas aquellos aspectos profundamente espirituales y sentirse enriquecidos y potenciados por la fe y por el estímulo hacia una vida cristiana verdaderamente heroica. Por eso, una formación adecuada que estimula una actitud de profunda fe e intensidad espiritual en los sacerdotes se convierte en algo importante. Sólo así, los fieles se inspirarán.

–Si puede poner un ejemplo concreto, porque cuando se habla de formación a veces se dice una cosa para enseñar otra…

–Por ejemplo durante la Santa Misa están las palabras de la consagración, del pan y del vino, son palabras que proceden de una antigua tradición. Son las palabras de Jesús. El recorrido de estas palabras en la historia, el uso de estas palabras en la Iglesia, deben ser atentamente estudiadas. Pero después cuando un párroco, un profesor en un seminario, celebra la Santa Misa, debe orientar toda su atención y la de los fieles que participan hacia aquel acto de consagración que Jesús mismo pronunció y así también la Iglesia en los siglos, transustanciando siempre la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, realizando cada vez aquel acto salvífico del Calvario sobre el altar. Sólo el sacerdote está llamado y potenciado para realizar este acto tan sublime. ¡Y con cuánta fe, humildad y ardor nosotros, sacerdotes, debemos celebrar este singular acto in persona Christi capitis! ¡Con cuánta alegría!

Por eso, un sacerdote no debe mirar todo esto como si fuera un simple formalismo o costumbre, sino con una visión profundamente trascendental y espiritual. Es en el momento de la consagración cuando Jesús se dona a sí mismo a nosotros. Si no se da este acercamiento se produce un daño a la fe de la gente y se cae en superficialidad y formalismo.

Por ello es necesario insistir en estos aspectos sobrenaturales de las celebraciones litúrgicas y allí donde es posible utilizar también los elementos culturales locales para alimentar este sentido trascendente de la celebración. Es precisamente este sentido el que ha sido acentuado en el Congreso de Kumasi.

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ZENIT Staff

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