Benedicto XVI: “Asia es una tierra fértil para el diálogo interreligioso”

Discurso del Papa al nuevo embajador de la República de China (Taiwán)

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes 10 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso del Papa al nuevo embajador de la República de China (Taiwán) ante la Santa Sede, Wang Larry Yu-yuan, al aceptar sus cartas credenciales, el pasado sábado 8 de noviembre en el Vaticano.

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Excelencia:

Con mucha alegría le doy la bienvenida en el comienzo de su misión, al aceptar las cartas que le acreditan como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de China ante la Santa Sede. Le agradezco por sus palabras amables y por los saludos que usted trae del presidente Ying-jeou Ma. Por favor transmítale mis mejores deseos ante su reciente elección, y también asegúrele mis oraciones por él, el primer católico elegido Presidente de la República, y por toda la gente de Taiwan.

El gobierno de Taipei tiene un profundo sentido de pertenencia a una comunidad mundial, a una familia humana global. Esto se expresa en muchas formas, de las que no es la menor la generosidad con la que suministra ayuda y alivia las emergencias de las naciones más pobres. En cuanto a esto, su país hace una contribución valiosa a la construcción de un mundo más seguro y estable. La Santa Sede está contenta de trabajar junto con aquellos que procuran promover la paz, la prosperidad y el desarrollo, y aprecia el compromiso de la República de China en esa noble causa.

Aunque los católicos en la República de China representen poco más del uno por ciento de la población, están impacientes por desempeñar su parte en la construcción de una sociedad humana, justa, y marcada por el interés genuino en el bienestar de los miembros más débiles de la comunidad. Forma parte de la misión de la Iglesia compartir su «maestría en humanidad» con toda la gente de buena voluntad para contribuir al bienestar de la familia humana. Como es característico, es en los campos de la educación, el cuidado de la salud y la ayuda caritativa donde ella ofrece esta contribución. El compromiso firme de Su Gobierno con la libertad de religión ha hecho posible que la Iglesia realice su misión de amor y servicio, y se exprese abiertamente a través de la adoración y la proclamación del Evangelio. De parte de todos los católicos en Taiwán, quisiera expresar mi aprecio de esta libertad de la cual la Iglesia disfruta.

Gracias a su «innata visión espiritual y su sabiduría moral» (Ecclesia in Asia, 6), hay una gran vitalidad religiosa y capacidad de renovación entre los pueblos de Asia. Por eso esta tierra es particularmente fértil para que el diálogo interreligioso eche raíces y crezca. Los asiáticos siguen demostrando «una apertura natural al enriquecimiento mutuo de pueblos en medio de una pluralidad de religiones y culturas» (ibíd). ¡Qué importante es en el mundo de hoy que pueblos diferentes sean capaces de escucharse el uno al otro en una atmósfera de respeto y dignidad, conscientes de que su humanidad compartida es una obligación mucho más profunda que las variaciones culturales que parecen dividirlos! Tal crecimiento en el entendimiento mutuo ofrece un servicio muy necesario a la sociedad en general. Dan testimonio claro de «aquellas verdades morales que tienen en común con todos los hombres y las mujeres de buena voluntad, grupos religiosos … ejercen una influencia positiva sobre la más amplia cultura» (Discurso a los Representantes de Otras Religiones, Washington, el 17 de abril de 2008).

El diálogo sincero y constructivo es también la llave para la resolución de los conflictos que amenazan a la estabilidad de nuestro mundo. En cuanto a esto, la Santa Sede da la bienvenida a los recientes acontecimientos positivos en las relaciones entre Taiwán y la China continental. De hecho la Iglesia católica está impaciente por promover soluciones pacíficas a conflictos de todo tipo, «escuchando y animando aún el más leve signo de diálogo o de deseo de reconciliación» (Discurso a la Asamblea general de las Naciones Unidas, 18 de abril de 2008). De este modo, desea apoyar los esfuerzos de Gobiernos de convertirse en «leales defensores de la dignidad humana y valerosos constructores de la paz » (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2007, 16).

Su excelencia, le aseguro mis mejores buenos y oraciones por el éxito de la misión diplomática que usted comienza hoy. En cualquier momento usted encontrará que los diversos departamentos de la Curia Romana están listos a ofrecerle su ayuda y apoyo en el cumplimiento de sus deberes. Con sentimientos de estima sincera, invoco las bendiciones abundantes de Dios sobre usted, su familia, y todo el pueblo de Taiwán.

Traducción del inglés por Inma Álvarez

© Librería Editrice Vaticana

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ZENIT Staff

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