Canonización innovadora de cinco santos

Un obispo, dos sacerdotes, un joven trapense y una religiosa a los altares

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 11 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Hijos de la Iglesia universal se encontraban este domingo por la mañana en el Vaticano para unirse a la canonización de cinco nuevos santos, que se ha caracterizado por algunos detalles novedosos.

Los 50.000 participantes en esta fiesta de fe procedían, entre otros países, de España, Francia, Bélgica, Polonia, Rusia, Ucrania, Estados Unidos sobre todo de Hawai, Perú, Chile, Colombia, y obviamente de Italia.

A diferencia de otras ocasiones, la ceremonia se realizó dentro de la Basílica de San Pedro. Como no había espacio para los peregrinos, un gran número se quedó en la plaza y participó de la santa misa a través de las pantallas gigantes presentes en la Plaza de San Pedro.

La celebración en el templo católico más grande del planeta facilitó el recogimiento y el silencio, según comentaban algunos peregrinos al terminar la celebración.

Esta vez no hubo aplausos cuando el Papa mencionaba en su homilía a cada santo. Así se les pidió expresamente a los peregrinos antes de que iniciara la solemne eucaristía, y los asistentes supieron respetar la petición.

Quienes no pudieron entrar, tuvieron la oportunidad de ver al Pontífice cuando salió a la plaza para rezar el Ángelus al finalizar la eucaristía y para ofrecer un breve comentario sobre la vida de cada uno de los nuevos santos.

Los peregrinos que pudieron entrar a la Basílica, saludaron emocionados a Benedicto XVI durante su ingreso y salida. También al rey de Bélgica Alberto II y a su esposa Paola Ruffo di Calabria, quienes asistieron a la ceremonia en honor de su compatriota, el padre Damian de Veuster.

Las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento de la misa fueron leídas en francés, español y polaco. El Evangelio se leyó tanto en latín como en griego, como signo de unidad en la Iglesia y del llamado a la santidad, en medio de la universalidad y diversidad de carismas.

En el año sacerdotal, tres nuevos presbíteros santos

Miles de peregrinos con los típicos collares hawaianos de flores multicolores, evidenciaban tanto su lugar de procedencia como el santo que los motivó a viajar hasta Roma: el padre Damian de Veuster, nacido en Bélgica en 1880 y muerto de lepra en las islas Molokai en 1889, tras permanecer 16 años allí atendiendo una colonia de Leprosos.

«Esperamos que la gente, las jóvenes generaciones aprecien lo que el padre Damian ha hecho. Es un héroe, un modelo para nosotros. Cruzó el océano para estar más cerca de la gente. Dio un ‘sí’ como sacerdote y como pastor para ayudar a las personas enfermas en Hawaii», recuerda Feaustri Aschwint, procedente de Honolulu, en diálogo con ZENIT.

En la celebración de más de dos horas, participó Audrey Toguchi, habitante de Hawai de 80 años cuya recuperación de cáncer de pulmón hace una década fue certificada como inexplicable por científicos y reconocida por el Papa como un milagro atribuido a la intercesión del padre Damián.

La señora Toguchi y su médico, Walter Chang, se unieron a una procesión de feligreses que llevaron reliquias de los nuevos santos al Papa en el altar del centro de la basílica.

También fue canonizado el obispo polaco Zygmunt Szczesny Felinski, (1822-1895), fundador de las hermanas franciscanas de la Familia de María, quien padeció el exilio en Rusia.

La hermana Oliva, miembro de esta comunidad, vino desde Curitiba, Brasil. Luego de hacerse una fotografía en la Plaza de San Pedro con las 21 hermanas que la acompañaron, compartió con ZENIT este momento: «Estoy muy feliz. Nuestro fundador fue un hombre de mucha fe y piedad. Un gran hombre en Polonia y ahora en el mundo», dijo.

«Le he pedido que me interceda por mí para que yo pueda imitar sus virtudes: el amor y la esperanza, también el amor de la eucaristía», dijo.

El tercer santo sacerdote canonizado era el español Francisco Coll (1812-1875). Por este motivo ha venido a Roma el padre Juan Carlos, desde Campo de Cristana, un pueblo de la diócesis de Ciudad Real, pues en su parroquia, como ha explicado a ZENIT, hay «un colegio de las Dominicas de la Anunciata, se llama Virgen del Rosario, y ellas tienen como fundador al padre Coll».

«Llevamos todo el año con los alumnos trabajando la vida de Francisco. Fue un padre que entregó su vida sobre todo a los niños y a los jóvenes y se dedicó a través de su sacerdocio con la catequesis y la evangelización y con un testimonio de vida lleno de ese amor a través de la oración», aseguró.

La sencillez de Juana Jugan

Un prendedor con el rostro de santa Juana Jugan (1792-1989) lucían los peregrinos miembros de la asociación de laicos que lleva su nombre y que viven su vida al servicio de los ancianos.

Entre ellos estaba Nubia Castillo, quien viajó desde Valledupar, Colombia, donde trabajan intensamente las Hermanitas de los Pobres, comunidad fundada por la nueva santa.

«Hacemos parte del grupo de asociación de la Casa del Abuelo. Queremos continuar con el espíritu de santa Juana», dice.

«Ha sido hermoso estar hoy en Roma. Juana con tantos años de haber fallecido, ha dejado una gran misión, (la del trabajo con los ancianos). Esa obra que continúa. Nos alienta ver tantas novicias jóvenes todavía. Nos encanta poder ser útiles a las personas de edad avanzada», dice Nubia.

Rafael, joven y místico

Igualmente, el padre Rafael Riate, procedente de Lima (Perú), viajó para la canonización de su homónimo, el hermano Rafael Arnaiz (1911- 1938), religioso de la orden cisterciense de la estricta observancia.

«Siento una profunda unión espiritual con él. Desde el seminario leía sus escritos que son un soporte en mi vida sacerdotal», dijo.

Una devoción profunda al hermano Rafael manifestó también la señora Ascensión del Señor, quien viajó desde España para la canonización de «El de la capucha», como le llama cariñosamente, pues en su foto más famosa aparece con el hábito blanco propio de los hermanos de su comunidad.

«De él he aprendido la santidad en lo cotidiano y su buen sentido del humor. Durante la eucaristía sentía que estaba conmigo, sentado a mi lado. Esta ceremonia fue como su muerte: sencilla», reconoce la mujer a ZENIT.

En su homilía, Benedicto XVI alentó a los fieles «a dejarse atraer por los ejemplos luminosos de estos santos, a dejarse guiar por sus enseñanzas para que toda nuestra existencia se transforme en un cántico de alabanza al amor de Dios».

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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