China libera al padre Zhao KeXun, administrador de la diócesis de Xuanhua (Hebei)

No se dio razón de su detención dos meses atrás

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XUANHUA/STAMFORD, lunes, 6 junio 2005 (ZENIT.org).- Dos meses han tardado las autoridades chinas en liberar al sacerdote de la Iglesia católica «clandestina» –que reconoce la autoridad del Papa, pero no está oficialmente aprobada por las autoridades de Pekín— Zhao KeXun, de 75 años, administrador de la diócesis de Xuanhua, en la provincia china de Hebei.

«The Cardinal Kung Foundation» (www.cardinalkungfoundation.org) –con sede en Stamford (Connecticut, Estados Unidos), se dedica a la promoción de la libertad religiosa de la Iglesia católica en China— confirmó en un comunicado enviado a Zenit este lunes que el sacerdote, cuya detención se produjo el pasado 30 de marzo, fue puesto en libertad en la mañana del 1 de junio.

El pasado 2 de abril, durante la agonía de Juan Pablo II, la Santa Sede denunciaba la detención del sacerdote, además de la dos obispos y un laico en China continental (Cf. Zenit, 2 abril 2005).

El comunicado de prensa publicado entonces por Joaquín Navarro-Valls –director de la Sala de Prensa vaticana– revelaba que a Roma había llegado la noticia de la detención del padre Tommasso Zhao KeXun «por la policía mientras regresaba de un funeral».

«No se sabe dónde está, ni se conoce el motivo de su detención», denunciaba el documento de la Santa Sede.

El sacerdote había sido detenido por el gobierno de su país –denunció «The Cardinal Kung Foundation» el mismo día del arresto– cuando regresaba a casa después de celebrar una Misa en una casa particular en Shadifang –a unos 5 kilómetros de la residencia del padre Zhao en Zhaijiazhuang–. Junto a él fue detenido otro católico que le acompañaba, si bien éste fue liberado poco después.

«Esperamos que (la liberación del padre Zhao KeXun) no sea un caso aislado, sino el inicio de la puesta en libertad de muchas docenas de otros obispos, sacerdotes y fieles católicos actualmente encarcelados por las autoridades en China. Esto mostraría la sinceridad de China en mejorar las relaciones con el Vaticano», manifestó Joseph Kung, presidente de «The Cardinal Kung Foundation» –creada por el cardenal Ignatius Kung Pinmei (fallecido en marzo de 2000), obispo de Shanghai que tuvo que exiliarse a los Estados Unidos–.

Advierte «AsiaNews» –dirigida por el sacerdote misionero del PIME Bernardo Cervellera, experto en asuntos chinos— que el gobierno chino permite la libertad religiosa sólo en caso de personas y lugares registrados –y constantemente bajo control– en la Oficina de asuntos religiosos.

Según la nuevas leyes sobre libertad religiosa aprobadas el 1 de marzo, los sacerdotes y fieles que se reúnan en casas privadas o lugares fuera del control del Estado son considerados proscritos y perseguido como delincuentes o conspiradores contra el orden público.

Desde mediados de los años ’90 Pekín ha lanzado una campaña para suprimir las comunidades clandestinas de todas las religiones, en particular las católicas, por sus vínculos con el Papa y el Vaticano, considerado «una potencia extranjera».

Añade la agencia del PIME (Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras) que en China hay por lo menos 8 millones de católicos de la Iglesia «clandestina». Según estadísticas del gobierno, los católicos de la Iglesia «oficial» –o «Asociación Patriótica», institución que se atribuye el derecho de nombrar obispos o controlar otros muchos aspectos de la vida de la Iglesia— son 4 millones.

Fuentes de «AsiaNews» en China afirman que el gobierno está preocupado por la enorme oleada de sentimiento religioso.

Cada año en el país se convierten a la Iglesia católica –«clandestina» y «oficial»– al menos 150 mil adultos. Este año, durante la Vigilia Pascual, sólo en la iglesia de San Salvador (Bei Tang) en Pekín fueron bautizados 48 adultos. En todas las ciudades las ceremonias del Triduo Pascual han sido seguidas por muchos fieles, también por miles de jóvenes no católicos.

Pekín rompió sus relaciones con la Santa Sede en 1951, expulsando al nuncio apostólico, el arzobispo Antonio Riberi. Para reanudar relaciones, China pone dos condiciones: que el Papa no interfiera en la situación religiosa del país (entre otras cosas, que no nombre a los obispos) y que renuncie a sus relaciones con Taiwán.

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ZENIT Staff

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