¿Cómo puede un niño ser misionero?

Responde el director de Obras Misionales Pontificias en España

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MADRID, 20 mayo 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- Monseñor Francisco Pérez González, obispo de Osma-Soria y director de Obras Misionales Pontificias, acaba de regresar de Roma donde se ha reunido con otros 149 directores generales de las Pontificias Obras Misioneras, un encuentro anual que este año se enmarca en el 160 aniversario de la Pontifica Obra de la Santa Infancia.

En el discurso que el Santo Padre pronunció destacó que también los niños y los jóvenes pueden ser misioneros (Cf. Zenit, 16 de mayo de 2003).

En esta entrevista concedida a la agencia Veritas, monseñor Pérez González aborda sobre todo el papel de los niños en la tarea misionera de toda la Iglesia

–En el encuentro de Roma, 150 directores generales de las Pontificias Obras Misioneras de todo el mundo se han reunido con el Santo Padre, ¿cuál era el objetivo del encuentro y a qué conclusiones se ha llegado?

–Monseñor Francisco Pérez: Todos los años nos reunimos todos los directores con el cardenal Crescenzio Sepe que es el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

Una parte del encuentro se dedica a la convivencia y la formación. Luego vemos lo que ha entrado en el fondo común para poder distribuir a los demás, que son más de 110 millones de dólares en total, que se emplean en todo lo que es la propagación de la fe, que a veces son templos, a veces cursos de promoción catequética, a veces ayudas para que se pongan las estructuras en diócesis nuevas.

Todos los años la Congregación para la Evangelización de los Pueblos como mínimo constituye 15 diócesis nuevas, o sea que la Iglesia está creciendo, sobre todo en los continentes donde menos se conoce a Cristo.

Quiere decir que la «implantatio ecclesiae» es señal de que ha habido un anuncio que va tomando cuerpo y entonces hay que ir formando una diócesis, nombrando un obispo, construyendo una catedral, un seminario…

Todo eso se promueve desde la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y las Obras Misionales Pontificias es la que más colabora en este sentido para la propagación a la fe.

–Este año se celebra el 160 aniversario de la Pontificia Obra de la Santa Infancia, ¿cómo se concreta el trabajo de la Infancia Misionera?

–Monseñor Francisco Pérez: La Infancia Misionera de las OMP ayuda a más de 20 millones de niños, a través de escuelas, hospitales, orfanatorios, comedores…

En España 240.000 niños reciben la revista de la Infancia Misionera; lo más importante es que los niños a través de una concienciación van viendo cómo seguir a Jesús y la necesidad de anunciarlo; ven que hay personas que lo anuncian, y que son los misioneros.

Tenemos más de 20.000 misioneros en España que están trabajando en todos los rincones del mundo, el 75 % en América, los niños van gustando esto.

En el discurso que nos dirigió a los directores que nos reunimos en Roma, el Papa tuvo palabras para los niños: los ha invitado a que tengan una relación personal con la Virgen, que recen todos los días 10 Avemarías, a los pequeñines les ha dicho que tres.

–¿Cree que los niños son capaces de entender lo que significa el rezo del Rosario?

–Monseñor Francisco Pérez: Yo creo que sí, los niños perciben mucho la cuestión religiosa. Si se crea el ambiente, si se le ayuda, porque el niño es muy sensible a lo trascendente, él no lo sabe explicar, pero es muy sensible.

Yo lo veo por mí. Cuando era niño, lo que más me ayudó fue la cercanía con la Virgen. Iba con mi madre a una ermita, rezábamos, nada más acabar el curso. Con ella hacíamos una novena a la Virgen de mi pueblo. No sólo se me ha quedado la figura externa, hermosa, de la Virgen de mi pueblo, sino lo que significa tener una Madre que me escucha, que me atiende, que me alienta, que me alivia, que me anima.

Es esa experiencia de niño que queda de adulto, yo ahora sigo rezando el Rosario porque lo aprendí de pequeñín. No es que lo tenga como obligación, como obispo; es mucho más: para mí es una exigencia, es como dialogar con alguien que sé que me quiere.

La Virgen luego nos lleva a conocer más a Jesucristo, vivir en esa cercanía con la Virgen me lleva a contemplar más la figura de Cristo.

Yo creo que esto lo perciben muchos niños, ahora hay muchos niños que están invitando a los padres a que tengan durante la jornada un momento de oración, lo hacen con espontaneidad, quizá porque se lo ha dicho la abuela, o porque lo han oído en una catequesis.

–¿Cómo puede un niño ser misionero?

–Monseñor Francisco Pérez: No es una metodología fría, es algo que nace mucho del corazón. El niño admira y tiene como algo elevado a los misioneros. A través de las experiencias de los misioneros o de niños que viven en otros continentes con necesidades, ellos se siente unidos. Esto les une también en una experiencia de amistad con Jesús, son amigos de Jesús aunque no lo sepan expresan como los adultos, pero de ahí que sientan la necesidad de hacerse amigos de todos y de promover la paz.

Cuando el Día de la Infancia Misionera celebré la Misa en Soria, había 500 niños, yo vi con que atención estaban, cómo rezaban, cómo se acercaban a la Comunión, cómo cantaban… Sienten que la amistad con Jesús es la primera forma de ser verdaderos misioneros, porque lo que anuncia el misionero es la vida de Jesús.

Cada uno hace también pequeñas experiencias en sus colegios al consolar al triste, al prestar algo… lo hacen de manera espontánea; cuando se genera la amistad con Jesús, uno se hace amigo de los demás. El amor a Jesús supone también el amor al hermano.

Muchos tienen el carnet de la Infancia misionera y conocen el decálogo de la Infancia misionera, otros participan de las colectas que se organizan (éste año la colecta ha superado la del año anterior).

Desde aquí enviamos a los 68 directores diocesanos de Misiones de toda España el material para ir concienciando a los niños a través de los colegios, parroquias y asociaciones.

–¿Qué pueden aprender los misioneros adultos de los niños?

–Monseñor Francisco Pérez: Yo me siento un misionero frustrado; tendría que haber ido a Filipinas y no pude ir, tendría que haber ido a Argentina y no pude ir, tendría que haber ido a África y no pude, y Dios permitió una enfermedad que me tuvo 3 años en cama sin poderme mover. Entonces descubrí que el mejor misionero es el que hace la voluntad de Dios, y esto se entiende desde la sencillez del niño.

El niño admira, el niño me ayuda a admirar las cosas de Dios, es la sabiduría. El niño aprende, es como una esponja, está en admiración permanente. El niño es la expresión más nítida del amor de Dios que se encarna en un niño.

–¿Cómo se puede ser misionero en nuestro país?

–Monseñor Francisco Pérez: Todos: niños, jóvenes, adultos, matrimonios, consagrados… todos tenemos que ser testigos del amor de Dios. Esto es lo primero. Esto de alguna manera se percibió en Cuatro Vientos y en Colón. Uno tiene que estar convencido que ha de vivir cuanto más unido al Señor mucho mejor, para poder ser testigo del Señor. La luz brilla por sí misma, no hace falta explicarla. A Dios no hace falta explicarlo. Con Dios se vive o no se vive, se está o no se está. Y cuando se ven estas experiencias los otros se sienten atraídos. Como decía aquel misionero «yo sigo a Dios y los demás me siguen».

Teresa de Calcuta va a ser beatificada el día 19 de octubre, el día del Domund, esta mujer poco hablaba ¿no? Todo lo más que decía a las personas era «God bless you» (Dios te bendiga), y poco más, pero llegaba con el corazón.

Por eso en una sociedad en la que hay mucha falta de fe, al
menos aparente, los cristianos tenemos que mostrar lo más grande que tiene el ser humano, que Dios nos ama, y dar este amor a los demás.

Ser cristiano no es hacer grandes elucubraciones, sino ser fiel al Señor. Se puede ser moderno, como decía el Papa, y fieles a Cristo. Ser fieles a Cristo nos hace ser más modernos, porque la buena noticia sólo la da Jesucristo, no otras cosas, no las ideologías, ni las estructuras.

En la audiencia que tuve con el Papa el día 16 le agradecía su visita a España. Todos pensábamos que iba a ser una cosa más tenue, y sin embargo fue explosivo, porque el mundo está necesitando de un testigo, que es el Papa, que aún en medio de su inmovilidad y de su ancianidad cada vez parece que quiere ser más testigo.

Él mismo dice que la Encíclica más hermosa que está escribiendo es su ancianidad. Más que los escritos, los discursos, los viajes, ahora puede mostrar su amor a Cristo siendo palabra viva.

–¿Qué es lo más importante del discurso que el Santo Padre os ha dado a los directores de las Obras Misionales?

–Monseñor Francisco Pérez: A mí lo que más me ha gustado de lo que ha dicho es que las Obras Pontificias no son sólo del Papa, sino que son de los obispos y en definitiva de toda la Iglesia. Y me ha encantado la importancia que ha dado a la misión en la Iglesia de hoy, no nos podemos parar en nosotros, tenemos que salir con garbo, con fuerza y con alegría. Y por supuesto, lo que ha dicho a los niños.

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ZENIT Staff

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