EE.UU.: "Las señales que nos llegan de la Casa Blanca son esperanzadoras"

Habla el cardenal Keeler, presidente de la Comisión Pro Vida de los obispos estadounidenses

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NUEVA YORK, 25 julio 2001 (ZENIT.orgAVVENIRE).- “El clima de la Casa Blanca ha cambiado y las primeras señales en la relación con la Iglesia Católica son esperanzadoras”, dice el cardenal de Baltimore, William Keeler, tras el encuentro entre Juan Pablo II y el Presidente estadounidense.

Keeler, presidente de la Comisión Pro Vida de la Conferencia Episcopal de EE.UU., analiza con atención las palabras del Pontífice a George W. Bush.

“Ha sido un discurso absolutamente necesario para volver a dirigir la atención sobre la dimensión moral del problema. Hasta ahora, el debate público se había concentrado, casi exclusivamente, en las implicaciones médicas de la decisión que Bush debía tomar, olvidando que los embriones a usar son el inicio de la vida. Una sociedad justa no puede permitirse dejar de lado el análisis ético de una cuestión tan relevante”, comenta el cardenal del país norteamericano.

–Pero ¿por qué la decisión del Presidente reviste tanta importancia en EE.UU.?

–Porque representa un punto de inflexión. Hasta ahora, hemos logrado evitar que el Gobierno, financiando este tipo de investigación, diera la autorización oficial a sacrificar la vida en nombre de la ciencia. Pero, ahora, el debate se ha extendido a todo el Congreso y al país, y estamos a un paso de la concesión de la financiación. Un cambio de línea política, con la abolición de la prohibición existente, provocaría una reacción en cadena, de efectos negativos para el campo pro vida.

–¿Por qué la duda de Bush se prolonga tanto? ¿Si cree que la vida empieza en la concepción, no debería estar seguro de su posición?

–Ciertamente la situación debería ser clara. Por otra parte, sin embargo, si miramos todas las presiones que ha recibido el jefe de la Casa Blanca, también dentro de su partido, y si analizamos el modo en el que los medios de comunicación han tratado el argumento, comprendemos que pueda surgir una visión equivocada. Si el Presidente hubiera decidido sólo basándose en lo que escribían los diarios, desde hace meses habría levantado la prohibición sobre la financiación. Por esto, era necesario que el Papa hiciera oír su voz, atrayendo la atención sobre el aspecto más descuidado del problema.

–Usted sin embargo, dice que las relaciones con la nueva Administración son esperanzadoras. ¿Por qué?

–Por la atención que el jefe de la Casa Blanca está prestando a los católicos, demostrada también en los gestos. Hace pocos días, por ejemplo, dedicó su primera visita a Nueva York a la entrega de un reconocimiento a la memoria del cardenal O’Connor. En las últimas semanas, participó en la inauguración del nuevo centro cultural de Washington, que lleva el nombre de Juan Pablo II. Estos gestos se acompañan también con palabras y tomas de posición. En sus discursos, Bush cita a menudo los valores católicos, las palabras del Papa, y la defensa de la vida. Sabemos que apoya la pena de muerte, pero todavía no hemos tenido un debate público en profundidad con él sobre este tema.

–Sobre el aborto, se ha declarado personalmente contrario, pero ha añadido que el país no está preparado para abolirlo.

–Tenemos que seguir suscitando el problema en todas las ocasiones posibles.

–Algunos analistas dicen que la atención de Bush a los católicos tiene motivos políticos. Su objetivo sería conquistar la mayoría de los votos de este grupo centrista, que podría decidir el resultado de las próximas elecciones presidenciales.

–No entro en el tema político. Lo que interesa a los católicos es suscitar las cuestiones relevantes, según nuestra fe.

–El Presidente dijo que, en su encuentro con el Papa, hablaron mucho sobre temas internacionales. ¿Cómo juzga su línea en Medio Oriente, el escudo antimisiles, y la inclusión de las personas excluidas en las ventajas de la globalización?

–Es pronto para juzgar su política medioriental, pero debemos orar para que no sólo el Presidente sino también los otros líderes implicados se convenzan de la necesidad de dejar la violencia aparte y concentrarse en la paz. Sobre el escudo antimisiles, es esperanzadora su reciente conexión al desarme nuclear; cualquiera que sea el futuro de esta iniciativa, sería útil empezar a discutir una reducción más profunda de los arsenales. Por último, el G-8, a pesar de los choques y violencias, ha adoptado iniciativas en la lucha contra la pobreza. Antes de salir, Bush pidió al Banco Mundial que transformara la mitad de sus préstamos en donativos para el desarrollo. Es una indicación positiva, y ahora veremos si se transforma en acción práctica.

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ZENIT Staff

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