Egipto: la radicalización de la “Primavera árabe”

El asalto a la embajada israelí marca el avance del fundamentalismo

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ROMA, viernes 16 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Un desastre evitado por un pelo. Lo ha admitido el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, comentando el asalto a la embajada del estado hebreo en la capital egipcia, El Cairo, que concluyó este fin de semana con, al menos tres muertos y centenares de heridos y de arrestados. La agresión contra la sede diplomática, que según Netanyahu “simboliza la paz entre nosotros y Egipto” (The Guardian, 11 de septiembre), comenzó después de la tradicional oración del viernes y la ya tradicional manifestación de protesta en la centralísima plaza Tahrir, cuando algunos centenares de manifestantes se dirigieron contra la embajada e intentaron derruir el nuevo muro de protección construido en torno al edificio.

No obstante la presencia de las fuerzas del orden, decenas de manifestantes consiguieron echar abajo las puertas y entrar en la embajada. Sólo la intervención de las fuerzas especiales egipcias evitó lo peor, consiguiendo poner a salvo al personal diplomático israelí, entre los que estaba el embajador Yitzhak Levanon.

Algunos grupos de manifestantes intentaron también llegar a la embajada de Arabia Saudí; parece que lo que provocó la ira de los manifestantes, entre los que había también “ultras” de equipos de fútbol, fue la construcción del propio muro de protección. Hablando con AsiaNews (10 de septiembre), el portavoz de la Iglesia Católica en Egipto, el padre Rafic Greche, definió la decisión de erigir el muro como “una mala idea”. Según el sacerdote, “creó la misma sensación que el muro construido por Israel en Cisjordania”.

Ya hace semanas, la tensión en torno al área donde está el área diplomática era palpable, consecuencia del homicidio por error, de varios guardias fronterizos egipcios, por parte del ejército israelí, sucedido el pasado 18 de agosto, después de una serie de atentados en la zona turística de Eliat, en el Mar Rojo, en los que murieron 7 ciudadanos israelíes.

Según los expertos, entre los que destacar al periodista independiente Jacques Benillouche,, el asalto fue un acto “premeditado”, ya que los manifestantes atacaron a las fuerzas de la policía con botellas incendiarias (Slate.fr, 10 de septiembre). De la misma opinión es el misionero comboniano, el padre Giovanni, que vive en El Cairo. “Es difícil pensar que se trate de un hecho espontáneo”, contó a la agencia Fides (12 de septiembre). “Se ha tratado de un hecho planificado. Los asaltantes fueron reclutados entre los hinchas de fútbol”.

Para el misionero, el ataque violento representa “un gesto de rotura con el pasado”. “Se violó un lugar ‘sagrado’ que bajo el régimen de Mubarak no habría sido atacado nunca de ese modo”, afirmó. También Clemens Wergin definió en Welt Online (11 de septiembre) el asalto como una “Wende”, es decir “un punto de inflexión”. Según el editorialista, los sucesos de este fin de semana demuestran, de hecho, que más de medio año de distancia de la caída del presidente Hosni Mubarak, las revoluciones árabes han perdido su inocencia y han vuelto a las “antiguas recetas” para movilizar a las masas. “Cuando las ideas se agotan, entonces se incita contra Israel”, sostiene.

Para el estado hebreo, el asalto, que recuerda el dramático secuestro de la embajada estadounidense en Teherán por los revolucionarios iraníes en noviembre de 1979, sucede en un momento muy delicado. No sólo la Autoridad nacional palestina (ANP) pretende pedir a las Naciones Unidas que reconozcan unilateralmente a Palestina sino que además Israel está atravesando una grave crisis diplomática con un ex aliado, Turquía del combativo primer ministro filo-islámico Recep Tayyip Erdogan, que exige las disculpas de Jerusalén por el abordaje de la flotilla humanitaria que se dirigía a Gaza en mayo del año pasado y en el que murieron nueve ciudadanos turcos.

Como si no bastase, Erdogan, que hace poco que ha roto relaciones diplomáticas con Israel, ha iniciado este lunes, 12 de septiembre, una visita a Egipto, la primera etapa de un viaje que lo llevará también a otros países de la “Primavera árabe”, Libia y Túnez. Para muchos analistas, el objetivo del premier no es sólo reforzar las relaciones con las nuevas administraciones de la región sino también promover a su país como nueva potencia líder del mundo musulmán. El creciente aislamiento de Israel parece formar parte de esta “política hegemónica neo-otomana”, como la ha definido Shlomo Avineri, profesor de Ciencias Políticas en la universidad judía de Jerusalén (The Washington Post, 11 de septiembre).

El martes 13 de septiembre, dirigiéndose a los ministros de Exteriores de la Liga Árabe, reunidos en El Cairo, Erdogan comparó Israel con un “niño mimado” y rompió una lanza por la causa palestina en la ONU, afirmando que antes de que acabe el año “veremos a Palestina en una situación muy distinta” (BBC, 13 de septiembre). “Debemos trabajar codo con codo con nuestros hermanos palestinos. La causa palestina es la causa de la dignidad humana”, continuó. “Es el momento de izar la bandera palestina en las Naciones Unidas”, dijo. El estado israelí -sostuvo el premier turco- saldrá de su aislamiento “sólo si se comporta como un estado razonable, responsable, serio y normal”.

Según lo señalado por el padre Greche, entre los asaltantes a la embajada había gente con una copia del Corán en la mano o en el bolsillo. Quizás es sólo un detalle pero que asume mucha importancia en el trasfondo de la próxima cita electoral, prevista para septiembre pero atrasada a noviembre. Según algunas encuestas, las fuerzas islamistas -desde los Hermanos Musulmanes al Partido de la Luz de los Salafitas- podrían acabar con todas las demás. Sería un “desastre geopolítico”, fruto del “devastador vacío de poder” que prevalece hoy en El Cairo, escribió Franco Venturini en el Corriere della Sera (11 de septiembre). “Egipto no está caminando hacia la democracia sino hacia la islamización”, advierte sin dudar el ex embajador israelí en El Cairo, Eli Shaked. “Es lo mismo que en Turquía y en Gaza. Lo mismo que sucedió en Irán en 1979”, afirmó (The New York Times, 10 de septiembre).

La perspectiva de una posible victoria de los islamistas preocupa mucho a la comunidad cristiana de Egipto. La gente normal, declaró en una entrevista a Terrasanta.net (1 de septiembre) el patriarca católico de Alejandría de los coptos, el cardenal Antonios Naguib, “sigue lo que se predica en las mezquitas. Y los imanes hablan todos de instaurar un estado religioso”. “Los partidos islámicos sólo repiten que se respetarán los derechos de los cristianos en la base de la ley islámica. Yo no entiendo la necesidad de esa premisa: que todo deba ser regulado por la ley islámica. ¿Qué igualdad es esta? Para mí es una contradicción”, continuó el purpurado, que teme justamente una vuelta a los tiempos en los que los no musulmanes eran tolerados sólo como “infieles protegidos” o “dhimmi”, si pagaban un impuesto suplementario o “jizya”.

Esto es lo que quieren algunos exponentes islamistas, entre los que está el jeque salafita Adel el-Ghihadi. En una entrevista publicada a mitades de agosto en el semanal de cultura y política Rose al-Yusuf y definida como “delirante” por Giuseppe Caffulli (Terrasanta.net, 26 de agosto), el jeque y ex combatiente entre las filas de los talibanes en Afganistán no tiene dudas. “La revolución se ve a la luz de la religión y no desde el punto de vista político. Para ser legal debe apoyarse en la sharia islámica”, explicó. “Nuestro plan de trabajo será exactamente el de gobernar Egipto sobre los principios de la ley islámica. Por tanto completaremos la islamización de las naciones en torno a nosotros, enviando misioner
os musulmanes a Sudán y a Libia. Después pasaremos estado por estado para convertir a todos al Islam y hacer aceptar la sharia. Prepararemos un ejército egipcio capaz de formar otros ejércitos islámicos, a los que Alá dará seguramente la victoria”.

También por lo que respecta a la presencia de los llamados “infieles” en tierra egipcia, el-Ghihadi tiene, por desgracia, las ideas muy claras. “Los cristianos y los judíos para nosotros son kafir, no creyentes. Yo como musulmán debo apoyar al musulmán, antes que al cristiano. Los demás se consideran enemigos. Si no molestan se les puede tratar con cierta benevolencia. Siempre dentro de ciertos límites”, afirmó, añadiendo, sin embargo, que “los cristianos no deben ocupar un lugar de importancia como el de jueces en los tribunales, ni en el ejército, ni en la policía”. Para el jeque, “los cristianos son libres de rezar en sus iglesias. Pero son motivo de discordia y hay problemas, las destruiré. No puedo contradecir a mi religión para contentar a la gente. Quien quiere vivir en un país de mayoría musulmana, debe aceptar sus leyes. O paga el tributo o se hace musulmán o se le mata”.

Leyendo estas declaraciones, sería mejor hablar de un “Invierno árabe”. Por otro lado, para ser precisos, la revuelta en Túnez comenzó a caballo entre el otoño y el invierno, es decir el 17 de diciembre de 2010, y la caída de Mubarak sucedió en pleno invierno, es decir el pasado 11 de febrero…

Por Paul De Maeyer. Traducción del italiano por Carmen Álvarez

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ZENIT Staff

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