El camino de la Divina Misericordia acompaña al Papa en estos momentos

La Iglesia se prepara para celebrar esta fiesta el domingo

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 2 abril 2005 (ZENIT.org).- Los últimos pasos del Papa en la tierra están coincidiendo con la preparación de la Iglesia universal a la celebración –el 3 de abril– de la Divina Misericordia, una fiesta que surge «de la piedad más entrañable» de Cristo y que el propio Juan Pablo II estableció oficialmente el segundo domingo después de Pascua.

La devoción a la Divina Misericordia constituye un auténtico movimiento espiritual dentro de la Iglesia católica promovido por la religiosa polaca Faustina Kowalska (1905-1938), a quien el Santo Padre canonizó el 30 de abril de 2000.

Fue el momento en que el Papa anunció por sorpresa: «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al genero humano en los años venideros».

El Santo Padre celebró tanto la canonización y la beatificación (18 de abril de 1993) de la religiosa el segundo domingo de Pascua.

Esencia de la devoción a la Misericordia Divina

Santa Faustina Kowalska murió a los 33 años en Cracovia el 5 de octubre de 1938. Pertenecía a la Congregación de las hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, en cuyo seno llevó una vida de sencillez, a la vez que se desarrollaba una experiencia mística de consagración a la Divina Misericordia, un itinerario tejido de visiones, revelaciones, estigmas escondidos, todo ello recogido en un diario que empezó a escribir en 1934 por sugerencia de su director espiritual.

El centro de la vida de la religiosa fue el anuncio de la misericordia de Dios con cada ser humano. Su legado espiritual a la Iglesia es la devoción a la Divina Misericordia, inspirada por una visión en la que Jesús mismo le pedía que se pintara una imagen suya con la invocación «Jesús, en ti confío», que ella encargó a un pintor en 1935.

De la confianza en Jesús deben partir todas las formas de devoción a la Misericordia, según las revelaciones a la religiosa, ya sean éstas la veneración de la imagen de la Misericordia Divina, o el rezo del rosario de la Misericordia Divina, la hora de la gran Misericordia –las tres de la tarde, momento de la muerte de Jesús en la cruz– o la recepción de los Sacramentos en la Fiesta de la Misericordia.

La devoción que le fue revelada a Santa Faustina urge al individuo a actuar con espíritu misericordioso hacia el prójimo diariamente, con oraciones palabras y obras.

En el diario de Sor Faustina –que tituló «La Misericordia Divina en mi alma»– se lee por lo menos en catorce ocasiones que Nuestro Señor pedía la institución de una «Fiesta de la Misericordia»: «Esta Fiesta surge de Mi piedad más entrañable… –recoge el texto–. Deseo que se celebre con gran solemnidad el primer domingo después de Pascua de Resurrección… Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y abrigo para todas las almas y especialmente para los pobres pecadores».

Jesús pidió que Sor Faustina se preparara para la celebración de la Fiesta de la Misericordia con una novena que debía comenzar el Viernes Santo: «Deseo que durante estos nueve días encauces almas a la fuente de Mi misericordia, a fin de que por ella adquieran fortaleza y consuelo en las penalidades, y aquella gracia que necesiten para salir adelante, especialmente en la hora de la muerte» (oraciones y más información en www.ewtn.com).

El Papa, propagador de la Misericordia Divina

Fue el propio cardenal Karol Wojtyla, entonces arzobispo de Cracovia, quien inició los trámites para abrir el proceso de beatificación de Sor Faustina Kowalska e inició dicho proceso.

Con motivo de la Solemnidad de Cristo Rey, en 1981, Juan Pablo II declaró en el Santuario del Amor Misericordioso: «Hace un año publiqué la Encíclica “Rico en misericordia” [Cf. «Dives in misericordia», 30 de noviembre de 1980. Ndr.]. Con este motivo llego hoy al Santuario del Amor Misericordioso. Con mi presencia deseo reafirmar, de algún modo, el mensaje de dicha encíclica. Deseo leerlo y transmitirlo otra vez».

Y añadió: «Desde el principio de mi ministerio en la Sede Romana, hice de este mensaje mi tarea primordial. La Providencia me lo ha encargado ante la presente situación del hombre, de la Iglesia y del mundo. Podría también decirse que, precisamente esta situación, me ha llevado a hacerme cargo de este mensaje, como mi tarea ante Dios…» [Cf. «Devoción a la Misericordia Divina», Oraciones selectas del Diario de Sor Faustina Kowalska, compiladas por el padre S. Michalenko –vicepostulador de la causa de canonización– y Sor S. Michalenko. Ed. Congregaciones de Marianos de la Inmaculada Concepción (Sotckbridge, Massachussets, 1985)].

El mensaje de la Misericordia ha estado presente en numerosos momentos del Pontificado de Juan Pablo II. Por ejemplo, hace sólo dos años el Papa recomendó la invocación «Jesús, en ti confío» al encontrarse en el Aula Pablo VI del Vaticano con los estudiantes del Seminario Romano Mayor, en el que se forman buena parte de los seminaristas de la diócesis.

«Es un sencillo pero profundo acto de confianza y de abandono al amor de Dios –aseguró el Papa–. Constituye un punto de fuerza fundamental para el hombre, pues es capaz de transformar la vida».

«En las inevitables pruebas y dificultades de la existencia, como en los momentos de alegría y entusiasmo, confiarse al Señor infunde paz en el ánimo, induce a reconocer el primado de la iniciativa divina y abre el espíritu a la humildad y a la verdad», añadió.

«En el corazón de Cristo encuentra paz quien está angustiado por las penas de la existencia –siguió aclarando entonces el Papa–; encuentra alivio quien se ve afligido por el sufrimiento y la enfermedad; siente alegría quien se ve oprimido por la incertidumbre y la angustia, porque el corazón de Cristo es abismo de consuelo y de amor para quien recurre a El con confianza».

Poco después de esa fecha, el 17 de agosto de 2003 Juan Pablo II encomendó el mundo a la Divina Misericordia al dedicar el nuevo santuario de Lagiewniki –barrio de Cracovia–, junto al convento donde vivió y murió santa Faustina Kowalska.

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación