El diálogo entre católicos y ortodoxos “avanza a pesar de las dificultades”

Homilía del Patriarca Bartolomé I en la Basílica de San Pedro

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes 30 de junio de 2008 (ZENIT.org) Ofrecemos la homilía pronunciada ayer por el Patriarca Ecuménico de Costantinopla Bartolomé I, en la Misa presidida por el Papa en la Basílica de San Pedro:

Santidad,

teniendo aún viva la alegría y la emoción de la personal y bendita participación de Vuestra Santidad en la Fiesta Patronal de Constantinopla, en la memoria de san Andrés Apóstol, el Primer Llamado, en noviembre de 2006, hemos venido “con paso exultante”, desde el Fanar de la Nueva Roma, para acudir donde Usted, para participar de Vuestra alegría en la Fiesta Patronal de la Antigua Roma. Y hemos venido a donde Usted “con la plenitud de la Bendición del Evangelio de Cristo” (Rom 15, 29), restituyendo el honor y el amor, festejando junto a nuestro predilecto Hermano en la tierra de Occidente, a “los seguros e inspirados heraldos, los Corifeos de los Discípulos del Señor, los Santos Apóstoles Pedro, hermano de Andrés, y Pablo -estas dos inmensas columnas centrales elevadas hacia el cielo, de toda la Iglesia, las cuales -en esta histórica ciudad- han dado también la última brillante confesión de Cristo y aquí han entregado su alma al Señor con el martirio, uno a través de la cruz y el otro por medio de la espada, santificándola.

Saludamos por tanto, con profundísimo y devoto amor, de parte de la Santísima Iglesia de Constantinopla y de sus hijos dispersos por el mundo, a Vuestra Santidad, deseado Hermano, augurando de corazón “a cuantos son en Roma amados de Dios” (Rm 1,7) que gocen de buena salud, paz y prosperidad y de progresar día y noche hacia la salvación “fervientes en el espíritu, sirviendo al Señor, alegres en la esperanza, fuertes en la tribulación, perseverantes en la oración” (Rm 12, 11-12).

En ambas Iglesias, Santidad, honramos debidamente tanto a aquél que dio una confesión salvífica de la Divinidad de Cristo, Pedro, cuanto al vaso de elección, Pablo, que proclamó esta confesión de fe hasta los confines del universo, en medio de las más inimaginables dificultades y peligros. Festejamos su memoria, desde el año de salvación 258 en adelante, el 29 de junio, en Occidente y en Oriente, donde en los días que preceden, según la tradición de la Iglesia antigua, en oriente nos hemos preparado también por medio del ayuno, observado en su honor. Para subrayar mayormente su igual valor, pero también por su peso en la Iglesia y en su obra regeneradora y salvadora durante los siglos, el Oriente los honra habitualmente también a través de un icono común, en la que o tienen en sus santas manos un pequeño velero , que simboliza la Iglesia, o se abrazan el uno al otro y se intercambian el beso en Cristo.

Precisamente este beso santo hemos venido a intercambiar con Vos, Santidad, subrayando el ardiente deseo en Cristo y el amor, cosas estas que nos tocan vivir de cerca unos de otros.

El Diálogo teológico entre nuestras Iglesias, “en fe, verdad y amor”, gracias a la ayuda divina, sigue adelante, más allá de las notables dificultades que subsisten y a las importantes problemáticas. Deseamos verdaderamente y rezamos mucho por esto; que estas dificultades sean superadas y que los problemas se desvanezcan, lo más rápidamente posible, para alcanzar el objeto de deseo final, para gloria de Dios.

Tal deseo sabemos bien que es el Vuestro, como también estamos seguros de que Vuestra Santidad no dejará a medias trabajando personalmente, junto a sus ilustres colaboradores a través de un perfecto allanamiento del camino, hacia un positivo completamiento Dios mediante, de los trabajos del Diálogo.

Santidad, hemos proclamado el año 2008, “Año del Apóstol Pablo”, así como también Vos hacéis desde hoy hasta el año próximo, en el cumplimiento de los dos mil años del nacimiento del Gran Apóstol. En el ámbito relativo a las manifestaciones por el aniversario, en el que también hemos venerado el lugar preciso de Su Martirio, programamos entre otras cosas una sagrada peregrinación a algunos monumentos de la actividad apostólica del Apóstol en Oriente, como Éfeso, Perge, y otras ciudades del Asia Menor, pero también Rodas y Creta, a la localidad llamada “Buenos Puertos”. Estad seguro, Santidada, de que en este sagrado trayecto estáis presente también Vos, caminando con nosotros en espíritu, y que en cada lugar elevaremos una ardiente oración por Vos y por nuestros hermanos de la venerable Iglesia Romano-Católica, dirigiendo una fuerte súplica e intercesión del divino Pablo al Señor por Vos.

Y ahora, venerando los padecimientos y la cruz de Pedro y abrazando la cadena y los estigmas de Pablo, honrando la confesión y el martirio y la venerada muerte de ambos por el Nombre del Señor, que trae verdaderamente a la Vida, glorifiquemos al Dios Tres Veces Santo y le suplicamos, para que la intercesión de sus Protocorifeos Apóstoles, nos conceda a nosotros y a todos los hijos de todas partes del mundo de la Iglesia Ortodoxa y Romano-Católica, aquí abajo la “unión de la fe y la comunión del Espíritu Santo” en el “vínculo de la paz” y allá arriba, en cambio, la vida eterna y la gran misericordia. Amén.

(Traduccion de Inmaculada Álvarez)

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ZENIT Staff

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