El padre Terenzi, impulsor del Santuario del Divino Amor (Roma), camino a los altares

Abierto su proceso de beatificación a los 30 años de su muerte

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ROMA, miércoles, 28 enero 2004 (ZENIT.org).- En el Palacio Lateranense de Roma, el viernes pasado el cardenal Camillo Ruini, presidente del episcopado italiano y obispo vicario de Roma, presidió la apertura de la fase diocesana del proceso de beatificación del padre Umberto Terenzi, quien supo transformar el Santuario de Nuestra Señora del Divino Amor en uno de los lugares más queridos de los fieles romanos.

«La Virgen siempre me ha querido para Ella, y aquí estoy, como párroco en su Santuario»: así recordaba el padre Terenzi los sentimientos con los cuales en 1930 se hacía cargo, como rector, del Santuario mariano del Divino Amor en Roma, un lugar de devoción desde 1740, pero abandonado en un terreno pantanoso infectado de malaria.

«Su fe inalterable en la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, el amor ilimitado y obediente al Papa, a la diócesis de Roma y a los obispos, incluso en los momentos de gran sufrimiento y en la “noche oscura” de la incomprensión» son rasgos de este párroco, según recordó el cardenal Ruini.

Umberto Terenzi nació en Roma el 30 de octubre de 1900, undécimo de doce hermanos. Fue ordenado sacerdote en 1923 tras sus estudios en el Seminario Romano Menor y Mayor, del que asumió la labor de prefectura en sus primeros años de ministerio.

En 1930, fue nombrado rector del Santuario del Divino Amor, un «sueño que cultivaba en el corazón desde hacía mucho tiempo y que se convirtió en felicísima realidad», destacó el purpurado.

Desde ese momento, «se dedicó a la imitación de la Virgen, que se convirtió en su madre, maestra y mediadora. Empleó todas sus energías espirituales, intelectuales, morales y físicas» quedándose en el santuario –que floreció–, acompañado en su crecimiento espiritual por el beato Luis Orione (1872-1940) y por san Juan Calabria (1873-1954).

Fundó la Congregación de las Hijas de la Virgen del Divino Amor y la asociación de Sacerdotes Oblatos de la Virgen del Divino Amor, que actualmente desarrollan su labor en Asia y en Sudamérica.

A él se debe también la institución de la célebre peregrinación nocturna al santuario cada sábado, desde Pascua hasta finales de octubre. Son momentos en que los peregrinos llevan a los pies de la Virgen sus intenciones y las necesidades y misión de la Iglesia en Roma.

El cardenal Ruini recordó los últimos instantes de la vida del padre Terenzi, fallecido el 3 de enero de 1974: «Quien había sido durante muchos años camarlengo de los párrocos de la diócesis, debilitado por la diabetes y la fatiga de un apostolado continuo, generoso y sin tregua, dejó serenamente la tierra para convertirse en intercesor de su obra en el cielo».

El Santuario mariano del Divino Amor

Un profundo vínculo une al padre Terenzi con el Santuario del Divino Amor, pues con su vida transformó la desolación del pantano en un floreciente lugar de oración y caridad y punto de referencia mariano para miles de peregrinos cada año.

El origen del Santuario del Divino Amor se remonta a 1740, cuando un peregrino camino a Roma fue asaltado por un grupo de perros en pleno campo. Al verse perdido, pidió protección a la imagen de la Virgen que se divisaba en una torre abandonada. Inmediatamente los perros se alejaron dejándole sano y salvo. En recuerdo de aquel prodigio se construyó una iglesia que, sin embargo, conoció una rápida decadencia. Salvo en los meses de verano, permanecía abandonada y era refugio de animales y pajar.

Es a donde fue enviado el joven sacerdote Umberto Terenzi. Los primeros tiempos no fueron fáciles: «No había nada –recordaba–. Ni siquiera purificador para celebrar la Misa. Nada. La primera noche dormí con las ratas».

El padre Terenzi estuvo tentado por la renuncia, pero un accidente del que salió ileso y el consejo de Luis Orione, uno de sus padres espirituales, le impulsaron a quedarse y trabajar con mayor intensidad.

Desde el principio procuró poner las bases sociales para una revalorización del terreno, que se convirtió en un auténtico barrio: primero realizó la estación de tren, luego vendrían el asilo, el orfanato, la escuela.

La fama y la importancia de la Virgen del Divino Amor crecieron el 4 de junio de 1944, cuando su imagen fue expuesta en la iglesia de San Ignacio para obtener la liberación de Roma de manos de los nazis. El pueblo romano hizo voto de renovar su vida, de construir un nuevo santuario y de hacer una obra de caridad. Pocas horas después, los nazis se marcharon. Por ello, Pío XII otorgó a la Virgen del Divino Amor el título de «Salvadora de la ciudad».

«Don Umberto consiguió transformar este lugar en un refugio al que los romanos llevaron sus penas, sus deseos y sus esperanzas a María», reconoce monseñor Pasquale Silla, actual párroco y rector del santuario.

Más información en santuariodivinoamore.it.

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ZENIT Staff

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