Giorgio Rumi: El perdón, salto de calidad en la reflexión sobre la paz

El historiador italiano comenta el mensaje de Juan Pablo II

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ROMA, 12 dic 2001 (ZENIT.orgAvvenire).- El historiador italiano Giorgio Rumi considera que el mensaje de Juan Pablo II para la próxima Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2002) ha dado un paso decisivo al introducir el perdón a pleno título en la reflexión sobre la guerra y la paz.

En esta entrevista, el columnista de «L´Osservatore Romano», diario oficioso de la Santa Sede, analiza el texto del mensaje hecho público este martes que lleva por tema: «No hay paz sin justicia; no hay justicia sin perdón».

–¿Cómo juzga las palabras del Papa sobre el terrorismo?

–Giorgio Rumi: Son valiosas. Responden a una exigencia de orden intelectual: la incertidumbre y la confusión han llevado a algunos a conceder apresurados atenuantes a los violentos.

–¿Qué dice el mensaje del Papa?

–Giorgio Rumi: Ninguna injusticia legitimará nunca el terrorismo. El Papa nos invita a afrontar las causas de este feroz fenómeno. Nos recuerda que es necesario obrar con la acción política, diplomática y económica sobre las situaciones de marginación y opresión que pueden estar en la raíz de los designios terroristas. Pero la condena es neta, absoluta: en ningún caso –dice Wojtyla–, la injusticia puede justificar estas violencias que lesionan la dignidad humana y golpean a los inocentes.

–¿Cómo se sitúa este mensaje en el magisterio pontificio sobre paz, guerra y derechos de los pueblos?

–Giorgio Rumi: Es un sólo un importante mensaje, sino que sobre todo es innovador. Hablo como estudioso. Me cuesta recordar otro texto pontificio tan elevado.

–¿Dónde está la novedad que tanto le impresiona?

–Giorgio Rumi: Recuerdo el mensaje de Benedicto XV a los jefes de las naciones beligerantes, en 1917, o los radiomensajes de Pío XII y su coherente acción diplomática… Vemos cómo entonces se abría camino y maduraba la conciencia de la relación entre justicia y paz. De este modo, la paz no es simple tranquilidad, o conservación del orden; el Papa no es un gendarme del orden establecido. Paz y justicia exigen una postura creativa. Pero ahora Juan Pablo II ofrece literalmente un nuevo nivel, una dimensión ulterior, el perdón.

–Al hablar de perdón parecería que todo puede quedar en bonitas palabras…

–Giorgio Rumi: Atención: Wojtyla no está lanzando un «grito» sino que remata un razonamiento. El Papa no invita a una paz resignada, a la aceptación del mal menor. No pide renunciar a la justicia. Al contrario, pide con fuerza la restauración del derecho lesionado. Pero nos recuerda que la justicia, para ser completa, segura, irreversible, debe elevarse a la perfección del perdón.

–El Papa habla de una ética y de una cultura del perdón. Y llega a extenderla a posturas sociales e institutos jurídicos. ¿Es utopía?

–Giorgio Rumi: No. Es la demostración de que este mensaje es religioso sin ser «clerical»; no es retórico, sino que se inspira en un realismo inteligente. Y, además, responsabiliza. El Papa aclara el fundamento religioso del perdón. Pero no se detiene en el enunciado del principio. Pide que se encarne en la historia, en la vida personal o colectiva, tanto en la familia como en el trabajo o en los escenarios de la política internacional. Habla a los líderes políticos y religiosos, pero también a cada uno de nosotros. Señala un itinerario gradual y las metas a alcanzar. Pero no es «clerical», pues no pretende enseñarnos soluciones concretas.

–El perdón, dice el Papa, «comporta siempre una aparente pérdida a corto plazo, mientras que asegura una ganancia a largo plazo». ¿Cómo interpreta esta afirmación a la luz de la historia?

–Giorgio Rumi: Si pensamos en la Alemania de 1945 nos damos cuenta de que es así. Tras la guerra había quien quería aniquilar Alemania. Había una necesidad de justicia frente al nazismo que implicaba no sólo a la ideología y al régimen sino incluso al pueblo. Fue sabio hacer justicia, evitando la venganza, pero al mismo tiempo se ofreció confianza a ese pueblo. Y Alemania hoy está entre los países más civiles y éticamente «interesantes» del mundo.

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ZENIT Staff

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