Intervención del cardenal Cláudio Hummes en Aparecida

Prefecto de la Congregación vaticana para el Clero

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APARECIDA, jueves, 17 mayo 2007 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención del cardenal Cláudio Hummes, OFM, prefecto de la Congregación vaticana para el Clero, pronunciada este miércoles en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

* * *

1. Situación social y económica
La globalización, hoy vigente en el mundo, llegó también a América Latina y al Caribe, pero con altos costos sociales. De hecho, para adecuarse a los nuevos tiempos en los que el mercado es soberano, los países emergentes tuvieron que hacer grandes ajustes para la apertura de su economía al mercado globalizado y esto exigió enormes costos sociales, entre ellos, una devastadora destrucción de lugares de trabajo, generando un nuevo ejército de desempleados que se sumó a lo ya crónico desempleo. El desempleo es quizás la mayor y más fuerte llaga social del continente. No se niega que la globalización haya traído también beneficios y progreso, pero para una parte significativa de nuestra población trajo un desempleo sin perspectivas. Meses atrás fue publicada en São Paulo una pesquisa social que mostró haber en el Gran São Paulo un millón de jóvenes sin trabajo y sin escuela, no porque no quieran trabajar y estudiar, sino por la falta de oportunidad. Lamentablemente, muchos de estos jóvenes terminan en la droga y en la violencia.

Todo esto indica que la Iglesia deberá empeñarse aún más en la solidaridad para con los pobres, a la luz de Jesucristo. La opción por los pobres, no ideológica sino orientada por la Doctrina Social de la Iglesia, continúa actualísima. Además, el Santo Padre en su discurso inaugural de esta V Conferencia subrayó que “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica”.

2. La nueva situación política
Hoy, en un mundo globalizado, en que se forman nuevas agrupaciones de países, mediante tratados de libre comercio y hasta mismo cierta unión política, también América Latina busca unir sus países, sea con tratados de libre comercio, como el Mercosur, sea buscando también una unión política del continente, a semejanza de la Unión Europea. Esta búsqueda de mayor unidad se volvió imperativa, promisoria y positiva para que el continente tenga un porvenir real. La Iglesia Católica, que desde el tiempo colonial siempre unió estos pueblos bajo el aspecto religioso, podría ofrecer su experiencia y su luz evangélica para este proceso de unión.

3. La nueva situación religiosa
De un lado, la cultura post moderna y urbana está en expansión en América Latina y hace sentirse principalmente en las capas más instruidas de la población, en los medios y en la política. Se caracteriza por un individualismo y subjetivismo extremados, que se manifiestan en el pluralismo, en el relativismo, en el secularismo y en el permisivismo moral, bajo el pretexto de una autonomía subjetiva que rechaza la normatividad de una verdad fundante y universal. Al mismo tiempo, crece un laicismo militante y anti religioso.

Por otro lado, las sectas pentecostales y neo pentecostales se expanden. De hecho la Iglesia Católica perdió, por ejemplo, en Brasil, en las últimas décadas anualmente cerca del 1% de sus miembros, sabiéndose que la mayoría pasó a las Sectas. Hay que añadir que las Sectas crecieron principalmente en las periferias urbanas pobres.

No se trata de hacer un conflicto con las Sectas, pero de preguntarnos lo que podemos hacer nosotros para ir al encuentro de los católicos alejados y de los pobres de nuestras periferias para revitalizar su fe católica. La falta de evangelización de aquellos que nosotros bautizamos es la causa principal de este fenómeno. También la pobreza y el desarraigo social y religioso del pueblo que vino del campo para las periferias pobres de la ciudad, son otra causa. A todos éstos, las Sectas buscan atraer.

Urge también una evangelización adecuada de los jóvenes y del mundo de la educación. Allí se forma el porvenir de la sociedad. Igualmente, necesitamos evangelizar el mundo de los medios, los grandes medios de comunicación, que forman la opinión pública.

4. Propuesta
Todo indica que el tema de esta V Conferencia “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros pueblos tengan vida”, fue una elección muy acertada. De hecho, la Iglesia en América Latina y en el Caribe necesita decidirse a ser resueltamente una Iglesia misionera adentro de su propio territorio, para salir en búsqueda de los católicos alejados y de todos que poco o nada conocen de Jesucristo y su Reino. Es necesario organizar los laicos de las parroquias, darles una formación básica sobre el kerigma evangélico y con una metodología misionera adecuada enviarlos a visitar a las familias, sobretodo en las periferias pobres. Es necesario oír las personas que tanto tienen a decirnos sobre sus sufrimientos y miserias, sus alegrías y aspiraciones, después rezar con ellas, anunciarles de nuevo la persona de Jesucristo y conducirlas a un fuerte encuentro personal y comunitario con Cristo, para despertar la adhesión personal a Él y así se vuelvan sus discípulos. Nuestro pueblo necesita sentir más el calor y la proximidad de su Iglesia. Al mismo tiempo, será necesario ejercer una solidaridad concreta y eficaz para con los pobres, pues evangelización y promoción humana no pueden separarse.

Esta V Conferencia debiera, por lo tanto, decidirse por una gran misión continental permanente, como le viene siendo sugerido por muchos que participaron vivamente de su preparación.

Para esta misión los presbíteros y los diáconos permanentes serán agentes fundamentales e indispensables en las parroquias y en los diversos ambientes de la sociedad. Ellos serán decisivos para el éxito de la misión. La formación en nuestros seminarios y la formación permanente de nuestro clero deberían asumir como tarea urgente el despertar de este espíritu misionero.

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ZENIT Staff

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