Intervenciones de la cuarta Congregación General del Sínodo

Martes 12 de octubre por la tarde

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 13 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación las relaciones sobre los continentes y las intervenciones pronunciadas ayer martes por la tarde, en la cuarta Congregación general de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos.

* * * * *


– Gregorios III LAHAM, B.S., Patriarca de Antioquía de los Greco-Melquitas, Arzobispo de Damasco de los Greco-Melquitas (SIRIA)

La paz, la convivialidad y la presencia cristiana en el mundo árabe están vinculados de una manera existencial y firme. La presencia cristiana en el mundo árabe está amenazada por los ciclos de guerra que se abaten sobre esta región, cuna del cristianismo.

La causa principal es el conflicto israelí-palestino: los movimientos fundamentalistas, el movimiento Hamas y Hezbollah son las consecuencias de este conflicto, como lo son también las discordias internas, el lento desarrollo, el nacimiento del odio, la pérdida de esperanza entre los jóvenes, que representan el 60% de la población de los países árabes.

La emigración de los cristianos: entre las consecuencias más peligrosas del conflicto israelí-palestino: la emigración, que hará de la sociedad árabe una sociedad de un sólo color, únicamente musulmana frente a una sociedad europea llamada cristiana. Si esto ocurriera y Oriente se vaciara de sus cristianos, ello significaría que cualquier ocasión será propicia para un nuevo choque de culturas, de civilizaciones e incluso de religiones, un choque destructivo entre el Oriente árabe musulmán y el Occidente cristiano.

La confianza entre Oriente y Occidente: el papel de los cristianos es el de crear una atmósfera de confianza entre Occidente y el mundo musulmán para trabajar por un nuevo Oriente Medio sin guerra.

Un llamamiento a nuestros hermanos y conciudadanos musulmanes: para convencer a los cristianos a que se queden, pensamos que debemos dirigirnos a nuestros hermanos musulmanes para decirles con franqueza cuáles son nuestros temores: la separación de la religión y del Estado, la identidad árabe, la democracia, nación árabe o nación musulmana, derechos del hombre y leyes que proponen el Islam como única o principal fuente de legislación, lo que constituye un obstáculo para la igualdad de esos mismos ciudadanos ante la ley. También están los partidos fundamentalistas, el integrismo islámico al cual se atribuyen actos de terrorismo, de muerte, de incendios de iglesias, de extorsiones, en nombre de la religión y que, fortalecidos por ser mayoría, humillan a sus vecinos.

Alcanzar la paz es el gran desafío: es la gran jihad y el gran bien. Es la verdadera victoria y la verdadera garantía para el futuro de la libertad, de la prosperidad y de la seguridad para nuestros jóvenes, cristianos y musulmanes, que son el futuro de nuestras patrias.

[Texto original: francés]

– Mons. Pierre BÜRCHER, Obispo de Reykjavïk (ISLANDIA)

Los obispos de la Conferencia Episcopal del Norte (NBK) son conscientes, junto a sus hermanos y hermanas de Oriente Medio que, además de la difícil situación política y la confrontación con los extremistas musulmanes, un problema difícil reside, especialmente, en la emigración de los cristianos. Este problema se podrá resolver solamente con la solución definitiva del conflicto israelí-palestino. ¡El momento urgente de la reconciliación y de la paz ya ha llegado! Los cristianos de Oriente Medio, en lugar de huir de la región, son particularmente indispensables en este proceso vital de justicia y de paz. De hecho, ellos han heredado el mandato cristiano del perdón. No se trata de ser bien acogidos en el extranjero, sino de su presencia en Oriente Medio para salvaguardar una cultura histórica vital para el mundo entero. ¡La paz es la vocación urgente de Tierra Santa! ¡La justicia para las tres regiones monoteístas es que Jerusalén sea una ciudad abierta para todos!

La emigración de los cristianos provenientes de los países orientales también ha tocado el norte del mundo. Una de las razones es, sin duda alguna, el galopante desarrollo económico de estos cinco países nórdicos de nuestra Conferencia Episcopal, aunque después de la crisis de hace dos años, todavía tiene que ayudar a Islandia en su recuperación. Estos cinco países se caracterizan por un porcentaje de católicos que representan el 2 o 3% de la población total, de mayoría luterana. Esto corresponde, en muchos países orientales, al porcentaje de cristianos en comparación con los musulmanes. La situación pastoral de nuestros países del Norte es, entonces, la de una diáspora.

Además, está muy diversificada y realiza experiencias positivas con sacerdotes y religiosos provenientes de países orientales. En muchos lugares las iglesias católicas se prestan tanto a los cristianos católicos, como a los no católicos, para su Liturgia Divina. ¡Este también es un signo de ecumenismo práctico!

[Texto original: francés]

– Mons. Joseph ARNAOUTI, Exarca Patriarcal de Damasco de los Armenios, Obispo emérito de Kamichlié de los Armenios (SIRIA)

“Al llegar la plenitud de los tiempos” (Ga 4,4), “envió a su Hijo unigénito, Jesucristo, el Salvador, que se encarnó como asiático” (Ecclesia in Asia nº 1) y que vendrá de Oriente (Mt 24,27). Cristo es el Amor misericordioso encarnado, muerto y resucitado. Es Hijo de Oriente. Juan Pablo II concibe la encarnación, cuyo jubileo hemos celebrado en el año 2000, “no sólo como memoria del pasado, sino como profecía del futuro” (Novo Millennio ineunte nº 3). El propio Papa resume el siglo XX como un siglo de barbaries y la manifestación de la Misericordia Divina. En referencia al Instrumentum Laboris, segundo objetivo y parte del sínodo: “reavivar la comunión eclesial”, haré una lectura de los signos de los tiempos, que resume una frase del Papa Benedicto XVI: “el misterio del Amor Misericordioso estaba en el centro del Pontificado de mi venerado predecesor” (Juan Pablo II). Sugiero las siguientes propuestas:

1-La institución de una fiesta litúrgica del Padre. “Nuestro Padre” es la prioridad ecuménica por excelencia.

2-Edificar juntos el Cuerpo de Cristo: ser servidores de la comunión, profetas de la esperanza y testigos de la misericordia (Una esperanza nueva para Líbano). En Oriente Medio “se cruzan diferentes eparquías católicas”. “Esta dificultad puede ser una gracia… pero puede empobrecerles” (cfr. nº 64). Se constata “la ausencia del sentido de la Iglesia como misterio de comunión” (cfr. nº 80).

3-La primacía de la Gracia es la de Pedro en el Tercer milenio. Después de Pablo VI, Juan Pablo II reconoció que la primacía del Obispo de Roma “constituye un obstáculo” para la mayoría de los demás cristianos e invita a que busquen con él “las formas del ministerio de unidad del obispo de Roma”. El Vaticano II afirma, en efecto, que el Obispo de Roma es principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión (Lum. Gent. nº 18).

Por otra parte, según el Papa Juan Pablo II, a partir de la debilidad humana de Pedro, está claro que su servicio específico es una acción de la gracia. Después de su triple negación, Pedro necesita la Misericordia Divina para que su servicio sea un servicio de misericordia, nacido de la Misericordia multiforme de Dios (Ut Unum Sint). Según el mismo Papa, la Iglesia no “puede olvidar la oración que es un grito a la misericordia de Dios ante las múltiples formas de mal que pesan sobre la humanidad y la amenazan” (Dives in Miser. Nº 15).

[Texto original: francés]

– Card. John Patrick FOLEY, Gran Maestre de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro en Jerusalén (CIUDAD DEL VATICANO)

Como mensajeros de la p
az de Cristo, estoy convencido de que todos nosotros debemos rezar y trabajar por la paz en Oriente Medio -de manera especial por una paz justa y duradera entre Palestina e Israel y entre sus vecinos.

Estoy convencido de que la tensión continua entre los israelíes y los palestinos ha contribuido en gran medida a la confusión en todo Oriente Medio y, también, al crecimiento del fundamentalismo islámico.

Mientras algunos, incluida la Santa Sede, han sugerido una solución de dos estados para la crisis palestino-israelí, más tiempo pasa, más difícil se hace llegar a una solución, ya que la construcción de los asentamientos israelíes y de estructuras bajo el control israelí en Jerusalén Este y en otras partes de la orilla occidental hace cada vez más difícil el desarrollo de un estado palestino factible e integral.

Durante el histórico peregrinaje del Santo Padre a Tierra Santa el año pasado, tuve la oportunidad de conversar brevemente con líderes políticos del más alto nivel en Jordania, Israel y Palestina. Todos ellos hablaron de la gran contribución al entendimiento mutuo dada por las escuelas católicas en aquellas áreas. Ya que las escuelas católicas están abiertas a todos, y no sólo a los católicos y a los otros cristianos, muchos musulmanes y hasta algunos niños judíos están inscritos. Los efectos son evidentes y prometedores. Se ha generado el respeto recíproco que esperamos llevará a la reconciliación e, incluso, al amor recíproco.

Habiendo sido honrado por el Santo Padre con la tarea de servir como Gran Maestro de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, me anima el interés y la generosidad de casi 27.000 caballeros y damas del Santo Sepulcro en 56 jurisdicciones en todo el mundo.

Muchos de ellos han realizado peregrinajes a Tierra Santa donde han visitado no solamente los lugares que se han vuelto sagrados por la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo, sino también las parroquias, escuelas y hospitales que sirven a aquellos que llamamos las “piedras vivas” -es decir, los descendientes cristianos de los primeros discípulos de Jesucristo en esa tierra que llamamos “santa”.

Desde el Gran Jubileo del año 2000, la Orden del Santo Sepulcro ha enviado más de 50 millones de dólares para ayudar de manera particular al Patriarcado Latino de Jerusalén, pero también a otras comunidades e instituciones cristianas para su supervivencia y para que se destaquen en el servicio a toda la comunidad de Tierra Santa.

Esta generosidad, aunque importante, es secundaria al desarrollo de una vida espiritual cada vez más profunda por parte de nuestros miembros y de aquellos a quienes sirven.
Años atrás señalé que los llamados cinco pilares del Islam tenían realmente sus orígenes en fuentes judeo-cristianas.

Judíos, cristianos y musulmanes, todos creen en un solo Dios. Todos nosotros practicamos la oración con frecuencia y, espero, con fervor; todos, de diferentes maneras, observamos el ayuno, creemos en la limosna y la practicamos y todos tratamos de tomar parte en peregrinajes, también a Jerusalén, la ciudad santa para los judíos, los cristianos y los musulmanes.

¡Que puedan estas creencias y estas prácticas comunes ser reconocidas y llevadas a cabo con la esperanza de lograr una mayor comprensión y una mayor reconciliación recíprocas, la paz y el amor en la tierra que todos nosotros, judíos, cristianos y musulmanes, llamamos “Santa”!

[Texto original: inglés]

– Fouad TWAL, Patriarca de Jerusalén de los Latinos (JERUSALÉN)

La Iglesia Madre de Tierra Santa es una realidad muy concreta y viva, incluso siendo minoritaria. Fundamentalmente, los cristianos de nuestro país no se convirtieron en un cierto momento de la historia: son descendientes de la primera Comunidad en absoluto, formada por Jesucristo en persona.

De esta verdad histórica se derivan unas consecuencias eclesiales y pastorales importantes para la Iglesia Universal:

– La Iglesia Madre de Jerusalén es, por lo tanto, vuestra Iglesia, donde espiritual y eclesiásticamente habéis nacido (Sal 87). Ella custodia para toda la Iglesia los Santos Lugares de los Patriarcas, de los Profetas, de Jesucristo, de la Virgen María y de los Apóstoles. Ella es, como nos ha recordado el Papa Benedicto XVI, “un quinto Evangelio”.

– La Iglesia Madre de Jerusalén debe ser, por lo tanto, objeto del amor, la oración y la atención por parte de toda la Iglesia, de todos los obispos, sacerdotes y fieles del Pueblo de Dios. Ser solidarios con la Iglesia de Jerusalén, vivir la comunión y el testimonio de los que se habla en este Sínodo, responde a nuestros deberes de pastores y de colegialidad episcopal.

– Amar a Tierra Santa implica la visita de los Santos Lugares y el encuentro con la comunidad local.

– Amar a Tierra Santa es también servirla: no dejen a vuestra Iglesia Madre sola y aislada. Ayúdenla con sus oraciones, su amor y su solidaridad, evitando que se convierta en un gran museo al aire libre. Callarse por miedo ante la situación dramática que Uds. conocen sería un pecado de omisión.Además, estamos muy agradecidos a la Santa Sede, a los obispos, a los sacerdotes y a todos los amigos de Tierra Santa por todo lo que llevan a cabo de manera tan generosa para apoyarnos espiritual y materialmente. Estamos muy agradecidos a la Congregación para las Iglesias Orientales y a la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén.

– La comunidad cristiana de Tierra Santa (sólo un 2% de la población) sufre a causa de la violencia y la inestabilidad. Es una Iglesia del Calvario. Es la gran responsable de perpetuar el mensaje de paz y reconciliación. A pesar de las dificultades que parecen insalvables, nosotros creemos en Dios, Señor de la historia. “Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio… para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo” (Ef 2, 14-15).

[Texto original: francés]

– Mons. François EID, O.M.M., Obispo de El Cairo de los Maronitas (REPÚBLICA ÁRABE DE EGIPTO)

El confesionalismo en las sociedades islámicas, donde viven y dan testimonio numerosos cristianos en Oriente Medio, afecta profundamente su estado de ánimo y su comportamiento. De allí la exclaustración, el cerrarse a los demás y la hostilidad.

Estos cristianos no son “ciudadanos indígenas”. Al contrario, ellos pertenecen fundamental y orgánicamente al tejido social y a la identidad nacional de sus respectivos países. Es por esta razón que están llamados a vivir su fe y a dar testimonio de ella con autenticidad, gozo y sin limitación alguna.

Inspirándose en la Palabra de Dios, que invita a todos los cristianos a hacer suya la preocupación del Señor hacia los pobres y necesitados, los miembros de la Iglesia Católica en Egipto están profundamente comprometidos con los servicios educativos (169 colegios), al igual que con los servicios médicos y sociales. Su acción es una manifestación concreta de la llamada de Dios y del amor de Cristo hacia los pequeños hermanos del Señor.

Nosotros tenemos un ejemplo revelador de la contribución de un grupo de cristianos libaneses que emigró a Egipto en la segunda mitad del siglo XIX. Este pequeño grupo, dinámico y motivado, logró, en menos de 100 años, fundar 249 diarios y periódicos de expresión árabe, francesa o inglesa. Fueron ellos quienes fundaron casi todas las casas de edición de nombres prestigiosos que aún existen en Egipto.

¡Y qué decir de esta pléyade de escritores iluminados y de mujeres escritoras pioneras, que dio a Egipto dramaturgos, directores, actores, músicos y cantantes! Citaría, igualmente, a todos los constructores de iglesias, escuelas y hospitales, a los fundadores de sociedades de beneficencia y de organismos socio-culturales, deportivos y religiosos, sin olvidar los hombres de negocios brillantes que iniciaron la bolsa de Egipto y
que fundaron la Casa de la Ópera!

Desafortunadamente, el clima de apertura y tolerancia, tan favorable a la aparición de talentos y al lanzamiento de grandes proyectos, fue abolida por la revolución en 1952, lo que dio la estocada final a su contribución socio-cultural.

El sínodo actual no puede engañarse al buscar una solución mágica a los problemas de las Iglesias de Oriente Medio. Sin embargo, nos brinda la oportunidad de hacer un examen de consciencia personal y comunitario que nos permita entrever algunas pistas de acción.

[Texto original: francés]

– Mons. Joseph Jules ZEREY, Arzobispo titular de Damiata de los Greco-Melquitas, Obispo auxiliar y Protosincelo del Patriarcado de Antioquía de los Greco-Melquitas (JERUSALÉN)

¿Por qué emigran muchas de nuestras familias? ¿Por qué viven en la tibieza, aplastadas por la codicia que viene principalmente de los medios de comunicación, las presiones procedentes de todas partes, políticas, sociales y materiales así como de otras confesiones o religiones? ¿Por qué muchas han olvidado la llamada a vivir como los primeros cristianos que, como los apóstoles, conducían una vida evangélica, centrada en Cristo mediante la oración y la participación?

Constato con fuerza que muchas de nuestra familias “llamadas cristianas” tienen una necesidad vital de ser re-evangelizadas y de recibir personalmente el perdón y la misericordia de Dios merecidas por la pasión, la muerte y la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Cuarenta años después somos testigos de la renovación en la Iglesia suscitada por el Espíritu Santo, gracias al nacimiento de unos movimientos y comunidades nuevos que viven una dinámica misionera como la de los grandes apóstoles y grandes santos que nosotros conocemos, los cuales a lo largo de los siglos han sabido evangelizar en el corazón de la Iglesia y del mundo.

He tenido ocasión de conocer en estos últimos años, en nuestros países árabes y en otros, numerosas familias que viven con intensidad su fe cristiana a pesar de las enormes dificultades de su vida diaria. Estas familias, abrazadas por la Caridad de Cristo, llevan su cruz con fe y conservan la Esperanza contra toda Esperanza.

Estas familias son misioneras sólo por un vínculo personal, un amor profundo por Cristo fortalecido por la oración cotidiana, así como por el apoyo de pequeñas hermandades o comunidades parroquiales en las que se reúnen cada semana alrededor de la Palabra de Dios. Estos “pequeños Cenáculos” les permiten vivir de manera más intensa la Eucaristía dominical.

Estas familias viven con la Presencia de Cristo Resucitado entre ellas, que las vivifica por su Espíritu Santo y las conduce al Padre.

Dentro de poco se construirá en Nazaret un centro internacional para la espiritualidad de la familia. Este centro estará al servicio de la Iglesia local y de la Iglesia universal. Pido que pueda resplandecer sobre todas las poblaciones de Tierra Santa y que ayude a todas las familias a enfrentarse a los problemas y dificultades de la vida diaria, animándolas a ser verdaderas familias misioneras, verdaderos centros de Caridad y Luz.

[Texto original: francés]

– Mons. Basile Georges CASMOUSSA, Arzobispo de Mosul de los Sirios (IRAQ)

En nuestros países de Oriente Medio somos unas minorías ínfimas, asolados de forma considerable por los siguientes factores:

1. La emigración galopante, o los cristianos que están perdiendo cada vez más confianza en sus países históricos.

2. La oleada de terrorismo, inspirada por ideologías religiosas, se entiende islámicas, o totalitarias, que niegan el principio mismo de la igualdad en beneficio de un revisionismo fundamental que abruma a las minorías, y por tanto los cristianos, el eslabón más vulnerable.

3. El descenso alarmante de los nacimientos entre los cristianos, frente a una natalidad cada vez más próspera entre los musulmanes.

4. La acusación injusta contra los cristianos de ser unos grupos pagados o enviados por y para Occidente, que se declara “cristiano”, y de esta forma considerados como un cuerpo parásito para la nación. Presentes y activos aquí mucho antes que el Islam, se sienten indeseables en su propia casa, que se va volviendo cada vez más un “Dar el-Islam” reservado. El propio Occidente ha dejado de ser tierno, el término “cristiano” sólo significa para él la dimensión religiosa, casi nunca el aspecto social de grupo humano perjudicado en sus derechos fundamentales, en su identidad cultural, en sus bienes, en su existencia misma, a causa de su religión. Y he aquí al cristiano oriental en un país del Islam, condenado tanto a la desaparición como al exilio. Lo que pasa hoy en Iraq nos recuerda a lo que pasó en Turquía en la Primera Guerra Mundial.¡Es alarmante!

5. El estado fraccionado de las comunidades cristianas de Oriente Medio: divisiones institucionales eclesiales e identitarias de iglesias locales que defienden con los dientes sus autonomías, en otros tiempos con base doctrinal y territoriales o lingüísticas, erigidas artificialmente en un nacionalismo etno-político (Iraq hoy es un ejemplo), pues hacen referencia a la misma savia patrística y lingüística, al hecho de haber sufrido la misma suerte histórica de “dhimitude”, al futuro oscurecido, para todos, con los mismos síntomas de disgregación, debido tanto a los factores exteriores como interiores.

¡Estos son los verdaderos desafíos, terribles por sus consecuencias, que afrontan los cristianos de Oriente Medio!

[Texto original: francés]

– Mons. Antoine Nabil ANDARI, Obispo titular de Tarso de los Maronitas, Obispo auxiliar y Sincelo para Jounieh (LÍBANO)

“No temas, pequeño rebaño” es un llamado a la esperanza.

¿Cuáles son los caminos posibles de futuro para los cristianos, partiendo de la experiencia libanesa

Se trata de observar las principales amenazas actuales que pesan sobre los cristianos para considerar y, después, proponer sugerencias prácticas y factibles en vista de un futuro de paz.

-Entre las amenazas principales: el acuerdo suspendido de Taëf; el decreto de naturalización; la compra desleal de terrenos por parte de extranjeros; la pauperización rampante…

-Entre las sugerencias a considerar: el restablecimiento del equilibrio confesional; un “libro blanco” sobre la situación demográfica y los aspectos ilegales del decreto de naturalización; la atribución de la nacionalidad a los emigrados, al igual que su derecho al voto; apoyar los esfuerzos de la fundación Maronita en el mundo; abrogar las leyes actuales sobre la adquisición de terrenos por parte de extranjeros; instituir un “cenáculo” permanente de pensadores cristianos árabes…

[Texto original: francés]

– Mons. Ramzi GARMOU, Arzobispo de Teherán de los Caldeos, Administrador Patriarcal de Ahwaz de los Caldeos, Presidente de la Conferencia Episcopal (IRÁN)

El Instrumentum Laboris en su conclusión hace una pregunta muy importante y al mismo tiempo muy inquietante:¿Qué futuro habrá para los cristianos de Oriente Medio?

En mi opinión, esta pregunta nos lanza un llamado urgente a una conversión real y profunda del corazón, a una vida conforme con el mensaje del Evangelio. Es cierto, el futuro de la Iglesia en nuestros países y en el mundo entero está en las manos de Dios, que vela sobre todos sus hijos como un Padre lleno de ternura y misericordia. Pero también se confía a nuestra responsabilidad de pastores, sucesores de los apóstoles, que hemos recibido la responsabilidad de apacentar la grey de Dios, no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón, convirtiéndonos en modelos para la grey (1P 5,2-3).

A fin de que este sínodo pueda ser fuente de gracias y de renovación para nuestras Iglesias, es ind
ispensable escuchar lo que nos dice el Espíritu Santo. Él es quien puede purificar nuestros corazones y liberarnos de todo lo que nos impide ser testigos auténticos y fieles del Resucitado. En este santo sínodo, se nos pide ser dóciles y atentos a la voz del Espíritu Santo que nos recuerda que la misión de la Iglesia local es la de estar al servicio del pueblo al que ha sido enviada, su misión principal es la de anunciar la buena nueva del Evangelio según la cultura de ese pueblo.

Afortunadamente, el documento de trabajo nos pone en guardia contra el peligro del confesionalismo y de un apego exagerado a la etnia, que transforma nuestras Iglesias en guetos, encerrándose en sí mismas. Mientras la misión de la evangelización nos llama a vivir la diversidad que caracteriza las venerables tradiciones de nuestras iglesias en una comunión profunda que manifiesta sus riquezas y belleza.

Una iglesia étnica y nacionalista se opone a la obra del Espíritu Santo, y a la voluntad de Cristo que nos dijo: “vosotros recibiréis una fuerza, cuando el Espíritu venga sobre vosotros, y de este modo seréis mis testigos en Jerusalén en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra.” (Hch 1,8). San Pablo, gracias a su pasión por anunciar el Evangelio a todos los pueblos, se dio el título de “apóstol de las naciones”; él que podía, sin embargo, vanagloriarse de ser judío e israelita . Escuchemos lo que él dice: “aunque yo tengo motivos de para confiar en la carne …circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín, hebreo e hijo de hebreos, en cuanto a la Ley, fariseo, en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la ley intachable. Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo” (Flp 3, 4-8). Para que pudiera dar testimonio de Cristo muerto y resucitado ante las naciones paganas, Pablo tuvo que sacrificar su nación y su etnia. Estamos dispuestos a imitarlo para que nuestras iglesias puedan encontrar un nuevo impulso misionero que derrumbe las barreras étnicas y nacionalistas que puedan asfixiarlas y hacerlas estériles?

El Instrumentum Laboris ha prácticamente ignorado la importancia vital de la vida monástica y contemplativa para la renovación y el despertar de nuestras iglesias. Esta forma de vida que vio la luz en oriente, y que fue el origen de una expansión misionera extraordinaria y de un testimonio admirable de nuestras iglesias en los primeros siglos. La historia nos enseña que los obispos eran elegidos entre los monjes, es decir , hombres de oración y de una profunda vida espiritual, con una gran experiencia en las “cosas de Dios”. Hoy en día, desafortunadamente, la elección de los obispos no sigue los mismos criterios y constatamos que los resultados no siempre son felices, desafortunadamente.

La experiencia de dos milenios de la iglesia nos confirma que la oración es el alma de la misión, es gracias a ella que toda las actividades de la iglesia son fecundas y dan muchos frutos. Además todos aquellos que participaron a la reforma de la iglesia y que le dieron esa belleza inocente y esa juventud eterna son esencialmente hombres y mujeres de oración. No en vano nuestro Señor nos invita a orar sin cesar… constatamos con tristeza y amargura que los monasterios de vida contemplativa, fuente de abundantes gracias para el pueblo de Dios, han prácticamente desaparecido de nuestras iglesias de oriente. ¡Qué gran pérdida! ¡Qué lástima!

[Texto original: francés]

– Mons. Bosco PUTHUR, Obispo titular de Foratiana, Obispo de Curia de Ernakulam-Angamaly de los Siro-Malabares (INDIA)

Ante todo, el Arzobispo mayor, el Sínodo de los Obispos, los sacerdotes, los religiosos y los fieles de la Iglesia Siro-Malabar agradecemos al Santo Padre su invitación a participar en este Sínodo. Al no estar actualmente nuestro Obispo Mayor, el Cardenal Varkey Vithayathil CSsR en condiciones de viajar, he sido llamado a representar a la Iglesia Siro-Malabar. Nuestra Iglesia acoge con el mayor fervor y sostiene las iniciativas tomadas por el Santo Padre para dar vigor a la Iglesia Católica en Oriente Medio con el fin de que pueda, en comunión, dar testimonio del Evangelio en esta región.

Sin embargo, mediante esta intervención quisiera llamar la atención de esta venerable asamblea sobre ciertos problemas pastorales indicados en el Instrumentum Laboris n. 49 y 50, en ellos se lee: “un fenómeno nuevo e importante que está teniendo lugar en las países de Oriente Medio es la llegada de cientos de miles de trabajadores inmigrados de África y Asia … Esta gente es objeto de injusticias sociales … Esta inmigración interpela también a nuestras Iglesias, que tiene la responsabilidad pastoral de acompañar a estas personas tanto en el plano religioso como social…”

Los fieles siro-malabares están presentes en la región del Golfo desde los años ‘60. Ellos dependen completamente de los Vicariatos latinos de Kuwait y Arabia para sus necesidades pastorales. Estas estructuras eclesiásticas creadas en el siglo XX para unos pocos miles de inmigrantes ya no son en absoluto adecuadas para tomar bajo su cuidado a millones de fieles que ahora están presentes en la región.

Agradecemos los esfuerzos de los dos Vicariatos apostólicos de esta región. Sin embargo, la situación de la atención pastoral de los fieles siro-malabares en los países del Golfo de Arabia es inadecuada e insatisfactoria. Hay casi 430.000 emigrantes siro-malabares en la región (190.000 en Arabia Saudí; 110.000 en los Emiratos Árabes Unidos; 45.000 en Omán; 40.000 en Kuwait; 35.000 en Bahrein y 10.000 en Qatar), pero ni siquiera una parroquia ha sido construida para ellos. No hay una apropiada atención pastoral y una catequesis de formación en la fe para los fieles siro-malabares, según la propia tradición eclesial, excepto en Doha. La Jerarquía Siro-Malabar no está implicada ni ha sido invitada para este propósito. La única iglesia que fue construida para nuestros fieles en Doha no ha sido erigida aún como parroquia, pero queda como una dependencia de la parroquia latina. Se aplican, además, serias restricciones a la Jerarquía Siro-Malabar mediante un “Rescript”de la Santa Sede, que impide en esta región toda participación de nuestra Iglesia en materia de pastoral para nuestros fieles en el área.

La comunidad está en una situación precaria y muchos fieles se han vuelto indiferentes a la práctica de la fe católica. Los Ordinarios locales no están en condiciones ni están adecuadamente formados para ofrecer un cuidado pastoral apropiado, según la herencia de la Iglesia particular. A la Iglesia Siro-Malabar no se le concede libertad alguna para cuidar de sus fieles en la región, un derecho previsto en la enseñanza del Concilio Vaticano II, en el Derecho Canónico y en otros documentos del magisterio. Los sacerdotes religiosos que trabajan actualmente en la región no tienen la formación pastoral y litúrgica necesaria para cuidar de nuestros fieles. Al haber una insuficiente atención pastoral, crece el peligro de que nuestros fieles sean descarriados por los grupos pentecostales que prosperan en la región del Golfo. Por lo tanto, es esencial confiar el cuidado pastoral de los fieles siro-malabares a nuestra Iglesia, erigiendo estructuras eclesiales adecuadas y garantizando la jurisdicción a nuestra Jerarquía. Contrariamente a la opinión general que circula entre algunos eclesiásticos, los gobiernos en la región del Golfo, en general, están abiertos a las comunidades cristianas, ya que en este momento necesitan trabajadores inmigrantes.

Esperamos y rezamos para que la mirada apostólica pueda tomar medidas adecuadas para reparar la grave situación en la región, que permita ofrecer cuidados pastorales adecuados a nuestros fieles, según la tradición litúrgica y espiritual del cristiano Santo Tomás.

[Texto original: inglés]

– Pierbattis
ta PIZZABALLA, O.F.M., Custodio de Tierra Santa (JERUSALÉN)

Demasiadas veces la perspectiva pastoral en Tierra Santa parte de la situación más que de la vocación de la Iglesia. Nuestra vocación tiene como punto de partida Hch 2,9-12. Entonces como hoy la Iglesia de Jerusalén nace y se desarrolla como Iglesia Universal. Los Santos Lugares de Tierra Santa no son sólo un punto de referencia para la identidad cristiana local, sino que son memoria viva de la Encarnación. Esta no se produjo sólo en el tiempo, sino también en un espacio. Habitar en ese espacio es nuestra vocación. Las peregrinaciones de todo el mundo y la presencia de judíos y musulmanes aparecen a los ojos de la fe como cumplimiento, si bien parcial, de la profecía de la reunión de todos los pueblos en el monte Sión (Is 2,2-4).

Las peregrinaciones y el carácter multirreligioso de la Iglesia de Tierra Santa nos piden que seamos una Iglesia cada vez más extrovertida, hospitalaria, abierta a los demás. Ser una minoría nos anima a tener más iniciativas. Las instituciones de la Iglesia son un testimonio vivo de este espíritu de iniciativa.

A nosotros, cristianos de Tierra Santa, nos corresponde por último recordar nuestra obligación de custodiar el carácter cristiano de la Tierra del Señor.

[Texto original: italiano]

– Baselios Cleemis THOTTUNKAL, Arzobispo Mayor de Trivandrum de los Siro-Malankares (INDIA)

La comunión se deriva, esencialmente, de la Santísima Trinidad. Esta realidad divina se refleja en todas las obras salvíficas del Señor Jesucristo, de ahí su Cuerpo. La Iglesia debe transmitir la misma realidad-comunión. La Iglesia universal es una comunión de iglesias, que celebran el único y exacto acto de salvación del Señor, en diferentes tradiciones, presididas por el Obispo de Roma, el sucesor de San Pedro, la cabeza del Colegio Apostólico. Por eso la comunión eclesial requiere un profundo sentido de comunión espiritual. Para aumentar el sentido y la necesidad de comunión eclesial, ya sea ad intra o ad extra, todos debemos heredar, personalmente, la espiritualidad de la comunión y transmitirla como Cuerpo de Cristo.

Ya que estamos profundizando nuestro testimonio cristiano en Oriente Medio, creo que debemos consolidar esfuerzos para alcanzar una plena comunión con las Iglesias hermanas Ortodoxas. Como sugirió el Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, se debe buscar un nuevo ministerio Petrino del Obispo de Roma como Sumo Pontífice (Ut unum sint 95). La comunión plena con nuestras Iglesias hermanas en Oriente Medio aumentará, armoniosamente, nuestra comunión y testimonio en el mundo.

Nuestro compromiso común con los musulmanes, judíos y con todas las religiones y pueblos de buena voluntad, para promover la justicia en todos los lugares, apoyando a aquellos que Dios ama y por los que se preocupa. Él nos pide lo mismo, para que los seres humanos sigan en la cima de la creación de nuestro mundo presente.

[Texto original: inglés]

– Mons. Dimitrios SALACHAS, Exarca Apostólico para los católicos de rito bizantino residentes en Grecia (GRECIA)

La masiva emigración de fieles orientales católicos de Oriente Medio a occidente en territorios de circunscripciones eclesiásticas latinas plantea el urgente problema de su cuidado pastoral y de su estado jurídico. El Vaticano II y luego el supremo legislador en la Iglesia católica, el Romano Pontífice, en su solicitud por la Iglesia Universal, con la promulgación de dos Códigos, uno para la Iglesia latina y otro para las Iglesias orientales católicas, ya se han ocupado de ello suficientemente pidiendo su fiel observancia.

Ante todo el Código oriental enuncia un principio general, según el cual los fieles de las iglesias orientales, aunque estén confíados (commissi) al cuidado pastoral de un obispo o del párroco de otra Iglesia sui iuris, incluida la Iglesia latina, siguen estando adscritos a su Iglesia, y están obligados a observar en cualquier parte del mundo su propio rito, entendido como patrimonio litúrgico, espiritual y disciplinar propio.

Otro principio es el siguiente: en los lugares donde la Sede Apostólica todavía no ha constituido una jerarquía para los fieles orientales, se debe considerar como Jerarca (Ordinario) de esos fieles al Jerarca de otra Iglesia sui iuris, incluso de la Iglesia latina, es decir, jurídicamente están sometidos a la jurisdicción del Obispo del lugar, también de la Iglesia latina (can. 916, § 5).

En estos casos, derecho y deber del Obispo latino -que tiene en su diócesis fieles orientales católicos- es salvaguardar y garantizar a estos fieles la observancia de su rito, es decir, su liturgia y su disciplina canónica, y ocuparse de crear las instituciones eclesiales canónicas previstas también por el Código latino, como por ejemplo la construcción de parroquias personales. Además, es bien sabido que especialmente en materia de sacramentos de iniciación cristiana y de matrimonio, los dos Códigos establecen normas diferentes, codificando la legítima diversidad de la tradición latina y oriental respectivamente. Eso significa que el Obispo o párroco latinos tienen que conocer suficientemente estas legítimas diferencias y tienen que favorecer la observancia de la tradición oriental para los fieles orientales bajo su jurisdicción, sin imponer a los orientales -sus súbditos- la disciplina y la práctica latinas, como ocurre muy a menudo en países de occidente por simple ignorancia.

Por eso es necesario que en los seminarios latinos en lugares donde existen fieles orientales, los alumnos sean instruidos también en el campo de la disciplina que rige para los orientales. Los propios obispos y párrocos de estas circunscripciones latinas están obligados a conocer dicha disciplina para garantizar el derecho y el deber de los fieles orientales, sus súbditos, de observar su rito, es decir, deben promover su identidad católica y oriental en la Iglesia universal.

El supremo legislador ha dotado a la Iglesia católica de dos normativas canónicas, es decir, dos Códigos, uno para la Iglesia latina y uno para las Iglesias orientales, de cuya promulgación se ha celebrado estos días el 20 aniversario. Por eso la emigración crea unas nuevas y urgentes necesidades pastorales que exigen un conocimiento, aunque sea sucinto, de esta normativa, es decir, que los obispos orientales conozcan la legislación latina y los obispos latinos la legislación oriental.

El Vaticano II (OE) enseña que, teniendo siempre en cuenta la unidad de la fe y la única divina constitución de la Iglesia universal, las Iglesias de oriente y las Iglesias de occidente tienen el derecho y el deber de regirse según sus disciplinas, más apropiadas para el bien de las almas de sus fieles.

[Texto original: italiano]

– Mons. Charbel Georges MERHI, Obispo de San Charbel en Buenos Aires de los Maronitas (ARGENTINA)

La Iglesia reunida en un Sínodo recibe la asistencia del Espíritu Santo para llevar a cabo sus actividades eclesiales.

Hemos sido invitados a ser testigos fieles, según nos indica el Evangelio. Nuestros fieles en Oriente han dado un testimonio de heroísmo ejemplar durante veinte siglos, a pesar de los terribles momentos históricos que han hecho manar la sangre inocente de los mártires, haciendo que crezca un cristianismo luminoso y auténtico. Todo ello es debido no sólo al esfuerzo único de los fieles sino, y sobre todo, a la intervención de la Divina Providencia. Podemos citar el testimonio de la comunidad Maronita, que ha perseverado 1600 años a pesar de las grandes persecuciones que ha sufrido. Sin esta Providencia divina ella no hubiera podido formar una Iglesia importante, respetada en todo el mundo. Esto lo podemos afirmar tal cual es, sin algún error por parte de las otras comunidades aquí presentes.

El testimonio que tenemos que dar, a ni
vel comunitario y personal, es el servicio de la caridad en su dimensión horizontal.

Es el precepto evangélico del Señor.

Como testigos del Evangelio, los cristianos también deben vivir la convivialidad con inteligencia, habilidad y prudencia.

Sugiero a los amigos que conforman la Asamblea que sigan una regla general para tener una convivialidad de armonía entre las diferentes comunidades que habitan en esta región, actualmente conflictiva. Deseamos que judíos, cristianos y musulmanes vivan sin hostilidades, pues todos somos hijos de Abraham.

[Texto original: francés]

– Rev.do P. José RODRÍGUEZ CARBALLO, O.F.M., Ministro General de la Orden Franciscana de los Frailes Menores (ITALIA)

En el año 1218 san Francisco de Asís partió hacia Oriente. En Damieta se encuentra con el sultán Malek al Kamil. En época de cruzadas el Pobrecillo no viaja con armas, ni movido por el deseo de conquista, sino con la firme voluntad de encontrarse con el otro, el diverso y, en ese contexto, con el enemigo. No va en contra de nadie, sino en medio de, inter (cfr. 1 Regla 16,5). Es la pedagogía de la “no violencia” y del diálogo. Desde entonces los franciscanos estamos presentes ininterrumpidamente (cfr. Pablo VI) en Tierra Santa, como Custodios de los Santos Lugares, en nombre de la Iglesia Católica, y de las “piedras vivas”, en las escuelas y parroquias y a través de las numerosas obras sociales, al servicio de todos sin distinción de credo. Es el pequeño/gran milagro de ese gesto profético de Francisco en Damieta, y de la pedagogía de la no violencia y del “diálogo de la vida”.

El diálogo hecho encuentro no tiene alternativa posible en las relaciones con las otras comunidades cristianas -diálogo ecuménico-; no tiene alternativa en las relaciones con el Judaísmo y el Islam -diálogo interreligioso- que pasa a través del reconocimiento de los bienes espirituales y morales que existen en estas religiones (cfr. NA 2); según la metodología propuesta por san Francisco en su Regla, pasa también por la confesión de nuestra fe con la vida en cada momento, sin sincretismos ni relativismos, con humildad y sin promover disputas y, cuando agrada al Señor, también con la palabra (cfr. 1 Regla 16,6-7). El diálogo y el “camino de la no violencia” no tiene alternativa ni siquiera en relación con todo el proceso de paz de la región.

Ante el triste espectáculo de los conflictos en Tierra Santa y en contra de la idea tan extendida de que las religiones son la causa, los cristianos estamos llamados a enseñar al mundo que las religiones, vividas con autenticidad, están al servicio de la comprensión entre diversos, al servicio de la paz y que forjan unos corazones reconciliados y reconciliadores. La reconciliación en la región de Oriente Medio pasa a través del encuentro de las religiones, y para nosotros cristianos pasa a través del encuentro/diálogo entre las distintas confesiones cristianas. “Sin comunión no hay testimonio” (cfr. Benedicto XVI).

En el contexto de la nueva evangelización hago cuatro propuestas:

-Que se elabore un catecismo único para todos los católicos de Oriente Medio.

-Que se tomen iniciativas concretas para una formación adecuada a las exigencias de la nueva evangelización y de la situación particular de Oriente Medio, de todos los agentes de pastoral: sacerdotes, religiosos y laicos.

-Que se celebre, en continuidad con el año paulino, un año dedicado al apóstol Juan en todas las Iglesias de Oriente Medio, si es posible con los hermanos de las Iglesias no católicas.

-Que se potencien los estudios bíblicos, especialmente a través de los tres Institutos Bíblicos presentes en Jerusalén: la facultad de Ciencias Bíblicas y Arqueología de los franciscanos, la Eccole Biblique de los dominicos y el Instituto bíblico de los Jesuitas.

Además, espero que, ante la constante disminución de cristianos en Tierra Santa, salga de este Sínodo una palabra de consuelo para las comunidades cristianas y sobre todo católicas que viven en esas tierras. Que el Sínodo sea una ocasión propicia para potenciar con fuerza el diálogo ecuménico e interreligioso. Y que se eleve una intensa y confiada oración por la paz en Oriente Medio y Jerusalén, así como una llamada urgente a quienes tienen en sus manos el destino de los pueblos de Oriente Medio y especialmente de Tierra Santa, para que escuchen el grito de tantos hombres y mujeres de buena voluntad que gritan por la paz y el respeto de la justicia.

[Texto original: italiano]

AUDICIÓN DE UN OYENTE

– Harés CHÉHAB, Secretario General del Comité Nacional para el Diálogo Islamo-Cristiano (LÍBANO)

Es paradójico ver que estos cristianos, que son parte constituyente de este Oriente, bastante antes que el Islam, estén enfrentándose actualmente a un dilema mortal, elegir entre la desaparición y el aislamiento que pondría fin a su papel histórico y a su misión.

La gravedad del problema continúa intensificándose hasta ampliarse en el curso de las últimas décadas que han visto cómo nuestra región se ha vaciado gradualmente de estos cristianos, que tanto han contribuido a la creación de su civilización y han sido siempre pioneros en la lucha por su libertad y su acceso a la modernidad. Este éxodo no puede, de ninguna manera, atribuirse a motivos de orden puramente económico, pues entonces toda la región se habría despoblado. Es evidente que la discriminación, la persecución en ciertos lugares, el miedo en otros, la falta de libertad, la desigualdad de derechos son la base de este movimiento.

Toda cuestión relativa al futuro de los cristianos en nuestra región nos lleva a examinar un cierto número de cuestiones que están íntimamente vinculadas, empezando por el Diálogo interreligioso: en qué punto está y cuáles son sus horizontes; qué ocurre con la relación entre la Religión y el Estado o, en otros términos, entre lo espiritual y lo temporal, la laicidad, la libertad, el extremismo, el fundamentalismo, el terrorismo; todos temas que se exponen regularmente en los medios de comunicación.

Desgraciadamente, los coloquios y las múltiples conferencias que tratan sobre el Diálogo Islamo-Cristiano, de cuyo éxito depende en gran parte del mantenimiento de la presencia activa cristiana en nuestra región, no conceden el lugar primordial que este tema merece, conformándose con subrayar los puntos de convergencia, ciertamente útiles, pero la ocultación de los problemas o, en la mejor de las hipótesis, su tímido enfoque, no han hecho avanzar mucho nuestra causa, más bien al contrario.

Los resultados obtenidos siguen siendo frágiles y se desvanecen ante el primer choque con una dificultad seria. Y de este modo la diferencia se vuelve cada vez más profunda entre las mesas de las Conferencias para el Diálogo y las vivencias cotidianas, y donde la literatura utilizada y la convergencia sobre ciertos puntos no encuentran el camino hacia una aplicación práctica.

Es por ello que esta forma de hacer las cosas debería dar paso, a partir de ahora, a otra forma en la que se prohibirá el lenguaje de la complacencia, para centrase sobre todo en la verdad, por muy dura que sea, pero con Amor y sinceridad, teniendo por preocupación sensibilizar a los musulmanes para que tomen conciencia de la realidad de nuestros problemas y esto en el interés mutuo de todas las partes y de nuestra región.

Deberíamos intensificar los congresos, las reuniones, para que los participantes aborden estas cuestiones espinosas. Hasta ahora, incluso en los documentos preparados por los expertos musulmanes en vistas de este Sínodo, las observaciones no van más allá del marco clásico y tradicional, porque es simple, en una sociedad en rápido cambio y donde los problemas relacionados con su carácter multicultural y multirreligioso son tremendamente complejos. Además, reducir un problema crón
ico, que data de varios cientos de años por lo que es anterior al nacimiento del conflicto arabo-israelí, al apoyo que Occidente da a Israel o confundiendo los Cristianos con Occidente, deriva de la voluntad de ocultar las causas reales del problema.

Paralelamente, hay una acción creciente por parte de numerosos musulmanes que, fieles a su fe y a su religión, no cesan de proclamar que ésta rechaza y prohíbe similares maniobras. Del mismo modo, a nivel de ciertos Estados constatamos una tolerancia que, ciertamente, no ha alcanzado el nivel que deseamos, pero que deja, de todas formas, paso a una nota de esperanza para el futuro.
Sea como fuere, en Líbano estamos determinados, cristianos y musulmanes, a ir hacia adelante, consolidando nuestra vida en común y enfrentándonos juntos a las amenazas representadas por las corrientes extremistas, el fanatismo, el integrismo que rehúsa el derecho a la diferencia, conscientes de las dificultades pero decididos a transmitir nuestro mensaje de vida común.

[Texto original: francés]

[Texto distribuido por la Secretaría General del Sínodo]

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ZENIT Staff

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