Intervenciones de la Segunda Congregación General del Sínodo

Lunes 11 de octubre por la tarde

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

CIUDAD DEL VATICANO, martes 12 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación las relaciones sobre los continentes y las intervenciones pronunciadas ayer lunes por la tarde, en la segunda Congregación general de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los obispos, y en la que participaron los representantes de cada continente.

* * * * *

 

Por África: Card. Polycarp PENGO, arzobispo de Dar-es-Salaam, Presidente del Symposium of Episcopal Conferences of Africa and Madagascar (SECAM) (TANZANIA)

Hablo en nombre del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM) del que soy el actual presidente.

El Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar tienen un lazo intrínseco con la Iglesia en Oriente Medio, especialmente a través de la Iglesia de Egipto, que forma parte tanto de África como de Oriente Medio.

Egipto, a pesar de las diferencias culturales y lingüísticas con África subsahariana es, por necesidad geográfica, parte de la Iglesia de África (SECAM) y, gracias a factores lingüísticos y culturales, parte de la Iglesia de Oriente Medio. Seguramente, los dos factores que constituyen su pertenencia a la Iglesia de Egipto no son incompatibles. Al contrario, pueden ser aprovecharse de manera positiva, por el bien de la Iglesia tanto en África como en Oriente Medio.

Por otro lado, los cristianos emigran de Oriente Medio debido a lo que se considera como condiciones opresivas contra la fe cristiana en algunos países de Oriente Medio. Por otro lado, muchos jóvenes cristianos africanos cada año emigran desde África subsahariana al norte de África (incluyendo Egipto), por estudios, empleo o en tránsito hacia Europa y Oriente Medio. Muchos de estos jóvenes dejan sus países siendo fervientes practicantes cristianos, pero cuando llegan al norte de África se encuentran en un ambiente de predominancia islámica que les da poca libertad para practicar su fe cristiana.

Esto me recuerda una situación que se presentó en África del este no hace muchos años. Hasta hace cincuenta años el Islam era tan predominante en las costas del este africano del Océano Índico, que amenazaba la fe de los jóvenes cristianos que venían del interior del continente buscando trabajo en plantaciones de sisal y en oficinas gubernamentales en las áreas costeras.

Lo que salvó la situación en el este de África fue la estrecha colaboración entre los misioneros cristianos del interior y los de la costa. Los jóvenes que iban hacia el norte llevaban consigo unas cartas de presentación de los misioneros de sus lugares de origen dirigidas a los misioneros de las costas, quienes los recibían en centros cristianos, donde podían practicar libremente su fe.

Hoy en día, ningún cristiano en las costas de África del este se siente obligado a esconder su identidad cristiana, a pesar del hecho que el Islam sigue siendo la religión mayoritaria. Tampoco son necesarios asentamientos cristianos aisladas.

Con respecto a la situación anteriormente descrita en África y en Oriente Medio, los métodos de acción pueden ser muy diferentes. Sin embargo, la estrecha cooperación entre la Iglesia subsahariana y la Iglesia en África del norte y en Oriente Medio sigue siendo de suma importancia para la supervivencia del cristianismo en ambas partes, y el SECAM es una herramienta excelente para lograr dicha cooperación.

[Texto original: inglés]

Por Norte América: Card. Roger Michael MAHONY, arzobispo de Los Angeles (ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA)

En nombre de los Obispos y los Católicos de América del Norte, tengo el placer de saludar a todos nuestros hermanos Obispos y Católicos de las distintas Iglesias de Oriente Medio, reunidos para esta histórica Asamblea Especial. Nuestros países están bendecidos por la gran presencia de vuestros miembros que viven entre nosotros, y en solidaridad con la Iglesia Católica de Estados Unidos.

Mi intervención se centrará en cómo viven el misterio de la comunión los Cristianos de Oriente Medio en la diáspora, entre ellos y con otros Cristianos. Después dirigiré mi atención al testimonio específico que los Cristianos de Oriente Medio están llamados a dar.

A pesar de que mis observaciones pueden aplicarse en general a toda Norteamérica, hablaré de algunos ejemplos de mi experiencia en la Archidiócesis de Los Angeles, ya que todas las Iglesias Católicas Orientales están representadas en nuestra Archidiócesis.

Testimonio de la Comunión

Además de reconocer su unión con Roma, hay que alentar las relaciones intereclesiales, no sólo entre las Iglesias sui iuris en Oriente Medio, sino especialmente en la diáspora. Observando la hemorragia de cristianos de Oriente Medio hacia Europa, Australia y el continente americano, hemos buscado varias maneras de transformar la emigración en una nueva oportunidad de apoyo para estos cristianos que se están estableciendo tras la diáspora (par. 47-48). Intentamos apoyar a las Iglesias Orientales Católicas sui iuris acogiendo y ayudando a crear parroquias y escuelas, instituciones culturales y organizaciones que presten servicio a las necesidades de su gente mientras se asientan en Occidente.

Hemos acogido a Católicos de las Iglesias Sirio-Caldea, Copta, Greco-Melquita, Maronita y Siria y la archidiócesis ha ayudado a algunos de ellos durante años con préstamos financieros y otros medios para que pudieran construir su hogar en Los Angeles. En mis veinticinco años como arzobispo he visitado cada una de estas comunidades, animándolas “a ser ellas mismas” mientras vivían en el área geográfica de la archidiócesis Romano-Católica de Los Angeles. Entre otros recursos, tenemos la Asociación Pastoral Católico-Oriental, que prevé unas reuniones bimensuales del clero de estas y otras Iglesias Católicas Orientales para orar y apoyarse mutuamente en su esfuerzo por coordinar las actividades pastorales en un espíritu de construcción conjunta más que de rivalidad (par. 55).

La comunión es el corazón de la vida divina: diversidad en la unidad; unidad en la diversidad. Unidad en la diversidad, diversidad en la unidad, yace en el corazón de la comunión que es la Iglesia. En los Estados Unidos el profundo respeto por la diversidad crea unos desafíos únicos. “Los fieles de las distintas Iglesias sui iuris a menudo frecuentan una Iglesia Católica diversa de la propia” (p.ej., una Iglesia Católica Romana). “Se pide a esta gente que mantenga sus lazos con su propia comunidad, p. ej., en la que fueron bautizados” (cfr. IL par. 56).

Pero muchos católicos orientales provenientes de Oriente Medio no hacen esto y, simplemente, se convierten en romano-católicos. Será suficiente poner dos ejemplos prácticos de la tensión entre diversidad y unidad. Cuando se llega a la cuestión de inscribir a sus hijos en las escuelas primarias romano-católicas, donde hay una reducción de las cuotas escolares para los niños cuyos padres son “parroquianos” activos, ¿cómo van a mantener los cristianos de las iglesias orientales su vínculo con la iglesia en la que fueron bautizados? ¿Cómo podemos formar y animar a los pastores, administradores y directores de los colegios romano-católicos para que ayuden a estos emigrantes a mantener su conexión con su propia comunidad y que no tengan cargas adicionales como el tener que escoger entre una parroquia Romano-Católica por el beneficio de una reducción en los costes de la enseñanza o el mantener su pertenencia a una parroquia de su propia Iglesia Oriental?

Un segundo ejemplo quizás evidencie más esta tensión: muchas Iglesias Orientales admiten a niños en la Eucaristía desde el Bautismo. Cuando los parroquianos de estas Iglesias acuden a las Misas de las Iglesias Romanas con sus niños, a menudo a éstos, acostumbrados a r
ecibir la Eucaristía, se les prohíbe hacerlo.

Una mayor sensibilidad hacia cuestiones prácticas como estas aliviaría la grave situación de los emigrantes católico-orientales de Oriente Medio. Nuestros cursos y seminarios, ¿prestan suficiente atención a los desafíos prácticos a los que sacerdotes y pastores deben enfrentarse si quieren ayudar a esta diáspora a vivir el misterio de la comunión de un modo que respete la legitima diversidad de la gente de estas Iglesias?

En toda Norteamérica hay muchos institutos católicos de estudios superiores. La preparación de catequistas, la formación espiritual y litúrgica y la enseñanza teológica de estos institutos católicos es casi exclusivamente Romana en su orientación. ¿Dónde encajan los emigrantes católico-orientales en estos institutos de educación católicos que, con entusiasmo, ofrecen cursos y seminarios sobre otras religiones, ya sea Judaísmo, Islam, Budismo o Hinduismo, pero poca o nula atención a la teología, liturgia o espiritualidad de las Iglesias Orientales? Especialmente en las zonas con una gran concentración de estos emigrantes ¿cómo podemos ayudar a estos institutos de estudios superiores, así como a nuestros seminarios, a que reconozcan la necesidad de dichos cursos para que los miembros de la diáspora puedan “adquirir suficiente conocimiento de teología y espiritualidad propia de la Iglesia a la que pertenecen” (cfr. IL par. 64).

Testimonio del Perdón

En los Lineamenta 90f “El deseo y la dificultad del diálogo con el Judaísmo” y 95f “Relaciones con los musulmanes” se aborda un desafío especial en la asistencia a la gente de las Iglesias Orientales para que vivan plenamente el Evangelio. Muchas de estas iniciativas ya han sido tomadas en nuestro país y en nuestra archidiócesis, donde tenemos un legado ecuménico, interreligioso y de intercambio de fe muy importante. Desgraciadamente, estas iniciativas tienen lugar sin mucha participación por parte de los emigrantes cristianos de Oriente Medio. De hecho, a menudo son muy críticos con nuestros esfuerzos en este campo, especialmente en materia de perdón (cfr. Par. 68, 69 y 113).

A menudo, los cristianos medio-orientales llegan a Norteamérica con actitudes y opiniones tanto hacia los musulmanes como hacia los judíos que no están en línea con el Evangelio, o con los progresos que hemos hecho en la relación de la Iglesia con otras religiones. En Los Angeles vivimos “muy cerca” de personas con muchos credos distintos por lo que ¿cómo podemos asistir a las personas de esta diáspora especial para que corrijan estas creencias erróneas que pueden influir sobre su tierra natal a través de los cristianos que viven en Occidente? Aunque a lo mejor no quieren oírlo, los cristianos que viven en Oriente Medio y los que emigran al Oeste necesitan ser desafiados para que convertirse en un signo de reconciliación y paz. El sine qua non de ambos es el perdón.

He observado que el mayor desafío al que nos enfrentamos con nuestros emigrantes – ya sean católicos medio-orientales o vietnamitas católicos que han dejado sus países para venir al sur de California, o cubanos que han abandonado Cuba por las costas de Miami – no es ayudarles a que vivan el misterio de la comunión entre y en medio de los cristianos y las Iglesias Cristianas. El mayor desafío es ayudarles a que respondan a la gracia de testimoniar el Evangelio perdonando a esos enemigos que tan a menudo son la razón principal de su abandono de la tierra natal para encontrar paz y justicia en nuestras costas.

Haríamos bien en recordar al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II. Después de entregar su mensaje para el Día Mundial de la Paz de 2002 a los diplomáticos de todo el mundo, resumió todo en esta desafiante frase: “No habrá paz sin justicia, no habrá justicia sin perdón”.

[Texto original: inglés]

Por Asia: Mons. Orlando B. QUEVEDO, O.M.I., Arzobispo de Cotabato, Secretario General de la Federation of Asian Bishops’ Conferences (FABC) (FILIPINAS)

En nombre de la Federación de las Conferencias Episcopales de Asia, les quiero expresar nuestra profunda gratitud por invitarme a representar a la Federación de las Conferencias Episcopales de Asia (FABC) y a participar en este importante Sínodo. Asimismo en nombre de ellas quiero expresar nuestra comunión y solidaridad con los Padres sinodales reunidos hoy aquí, muy especialmente con nuestros hermanos Obispos de Oriente Medio.

Nuestro tema es Comunión y Testimonio. Éste es un tema muy cercano al corazón de la Iglesia en Asia. En el nº 55 del Instrumento de trabajo se expresa un deseo significativo: promover la unidad en la diversidad, animar a las comunidades a que cooperen entre sí, “… se podría sugerir que de vez en cuando (por ejemplo cada cinco años) una asamblea reuniera a todo el episcopado de Oriente Medio”.

Quisiera compartir con ustedes la experiencia de los Obispos de Asia. Reuniéndose cada cuatro años desde 1974, los Obispos de la Federación de las Conferencias Episcopales de Asia, han tenido una experiencia muy positiva en la promoción de la comunión. Piensen que la FABC tiene 25 miembros regulares y asociados, incluidos dos antiguos ritos Orientales, el Siro-Malabar y el Siro Malankar, en 28 países y territorios. Esta cubre la vasta región de Asia cuyos límites son Kazakistán en el oeste, Mongolia en el norte, Japón en el este, Paquistán e India en el sur, Indonesia y Timor Este en el sudeste. A pesar de las diferentes situaciones sociales, económicas, políticas, culturales y religiosas, los obispos de Asia han logrado un cierto nivel de comunión, fraternidad, solidaridad y cooperación. Esto se debe a una visión común de la misión y la prioridad pastoral.

En 1970 los Obispos de Asia reunidos en Manila se inspiraron en el mensaje del Papa Pablo VI, quien había hablado sobre los desafíos pastorales en Asia. En 1974 se reunieron por primera vez como Federación en una Asamblea Plenaria aprobada por la Santa Sede y elaboraron una visión común de la misión para proclamar a Jesús como Señor y Salvador. Entonces se plantearon:

El deber de la Iglesia de proclamar con la palabra y el testimonio el Evangelio del Señor se cumple mediante la evangelización. En Asia esta tarea se lleva a cabo de la siguiente forma:

La inserción del Evangelio en las culturas hace que la Iglesia local esté verdaderamente presente en la vida y en la cultura de nuestros pueblos;

Mediante la inserción del Evangelio en las tradiciones religiosas, las religiones asiáticas son introducidas en un diálogo vivo con el Evangelio, de tal modo que la semilla de la Palabra en ellas pueda florecer y fructificar en la vida de nuestros pueblos.

Por último, mediante la predicación de la buena nueva a los pobres (Lc 4,18), la vida renovada en Cristo y el poder del Su misterio Pascual, se injertan en la búsqueda de desarrollo humano, de justicia, fraternidad y paz para nuestra gente. (Cfr. FABC I, 1974, nºs 25-28).

Ellos también expresaron una prioridad pastoral común que es la construcción de la Iglesia local.

La Iglesia local es una Iglesia encarnada en un pueblo, una Iglesia autóctona e inculturada. Esto significa concretamente una Iglesia en continuo diálogo, humilde y amoroso, con las tradiciones vivas, las culturas, las religiones -en fin, con todas las realidades de la vida de los pueblos entre los que han hundido unas profundas raíces y cuya historia y cuya vida han hecho suyas.

Para los Obispos de Asia esta visión de una Iglesia local y su misión se refleja del mejor modo en la construcción de las comunidades eclesiales de base, gracias a las cuales una parroquia o una diócesis se convierten en “comunión de comunidad”.

Apoyados por las distintas oficinas pastorales de la FABC, los Obispos de Asia trabajan juntos por esta visión de la misión y la prioridad pastoral. Gracias a su guía, la Iglesia en Asia sigue viviendo
movimientos de conversión y renovación hacia una nueva evangelización y una vida como discípulos, una Iglesia renovada en la Palabra y el Pan de Dios. Ayer, durante la homilía, el Santo Padre nos recordó que la “comunión es un don del Señor”, la comunión, en última instancia, en la vida de Dios. Esto nos exige una respuesta de renovación profunda o conversión.

El Santo Padre también nos ha recordado: “sin comunión no puede haber testimonio, el gran testimonio es precisamente la vida de comunión”. Estas palabras son un imperativo para toda la Iglesia en Asia, incluido Oriente Medio.

Nosotros somos un “pequeño rebaño” en Asia, menos del 3% de más de tres billones de asiáticos. A la luz de las crecientes desconfianzas religiosas y extremismos que desembocan en violencia y muerte, nosotros seguramente podemos estar atemorizados o ser tímidos. Pero nos fortalecemos con las palabras del Señor, “no temas pequeño rebaño”. Por tanto debemos hacer, con confianza, de nuestra comunión una realidad y un testimonio del Señor. En muchos lugares de Asia donde no hay libertad de religión, “el testimonio silencioso … sigue siendo hoy el único modo de proclamar el reino de Dios…” (Juan Pablo II, Ecclesia in Asia, nro. 23), con una vida de amor hacia Dios y de servicio hacia nuestro prójimo.

Este testimonio nos pide a nosotros, obispos en comunión con el Santo Padre y entre nosotros, que afrontemos seriamente los grandes desafíos pastorales que tenemos en Asia, tales como el fenómeno de la emigración que también es llamado la nueva esclavitud, el impacto negativo de la globalización económica y cultural, las cuestiones de los cambios climáticos, de los extremismos religiosos, la injusticia, la violencia, la libertad religiosa y los problemas biogenéticos que amenazan la vida humana en el útero y desde la concepción hasta la muerte natural.

En nuestro diálogo como una expresión de comunión en la familia de Dios, rogamos para que podamos establecer una visión pastoral común de estos problemas como forma de testimonio de la fe que tenemos en el Señor Jesús.

[Texto original: inglés]

Por Europa: Card. Péter ERDŐ, Arzobispo de Esztergom-Budapest, Presidente de la Conferencia Episcopal, Presidente del Consilium Conferentiarum Episcoporum Europae (CCEE) (HUNGRÍA)

En nombre de los obispos europeos, representados por los Presidentes de todas las Conferencias Episcopales del continente reunidos hace diez días en Zagreb en la cuarenta sesión plenaria del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), presento mis más sentidos y cordiales saludos a los Prelados aquí presentes y a todos los católicos de Oriente Medio.

Si miramos desde Europa, Tierra Santa y Oriente Medio se encuentran a Este. Y desde allí nos llega la luz de Cristo, que permanece para siempre el verdadero Sol Invencible que no conoce ocaso. El rostro de Jesús brilla como el sol (Mt 17, 2) e ilumina toda la historia de la humanidad. Pero los discípulos elegidos vieron este resplandor en el monte de la transfiguración cuando ya se estaba preparando el drama de la pasión y la resurrección del Señor.

Europa es deudora de Oriente Medio. No sólo una multitud de elementos fundamentales de nuestra cultura proviene de aquella región, sino que los primeros misioneros de nuestro continente vinieron de allí. Conservamos con gratitud el recuerdo del acontecimiento narrado en los Hechos de los Apóstoles: “Por la noche Pablo tuvo una visión. Un macedonio esta de pie suplicándole: ‘Pasa a Macedonia y ¡ayúdanos!’ En cuanto tuvo la visión, inmediatamente intentamos pasar a Macedonia, persuadidos de que Dios nos había llamado para evangelizarlos” (Hch 16, 9-10). Fue una decisión providencial del Santo Padre Benedicto XVI haber dedicado un año entero a san Pablo, apóstol de las naciones, cuyo fervor y sabiduría son muy actuales para la nueva evangelización.

Debo recordar a este respecto nuestra peregrinación episcopal a Tarso, ciudad de san Pablo, pero debo repetir también la expresión de dolor y solidaridad que los obispos europeos manifestamos con ocasión de la muerte violenta de Su Excelencia Mons. Luigi Padovese, uno de los ex Presidentes de la Conferencia Episcopal de Turquía.

Cuando pensamos en Oriente Medio, nosotros, europeos, debemos realizar un examen de conciencia. ¿Permanece todavía vivo entre nosotros el mensaje del Evangelio, la buena nueva que hemos recibido de los apóstoles? ¿O ya no se ve en nuestra vida esa luz y ese entusiasmo que brota de la fe en Cristo?

¿Cuál es nuestra reacción cuando en nuestros días llegan a Europa refugiados y emigrantes cristianos desde Oriente Medio? ¿Prestamos la suficiente atención a las causas que obligan a miles de cristianos, si no millones, a abandonar la tierra en la que han vivido sus antepasados desde hace casi dos mil años? ¿Es verdad que también nuestro comportamiento es responsable de lo que está sucediendo? Nos encontramos ante un gran desafío. Debemos examinar la naturaleza y los efectos de los cambios en Europa y en el mundo occidental. ¿Sabemos expresar de forma eficaz nuestro apoyo a los cristianos de Oriente Medio? Los factores principales de la vida pública europea ¿son todavía sensibles a los valores humanos iluminados por el cristianismo? ¿O se sienten más bien indiferentes y desconfiados ante nuestra preciosa herencia? Una herencia sin la que Europa no existiría ni siquiera en sentido cultural.

Los cristianos que llegan de Oriente Medio llaman a la puerta de nuestros corazones y despiertan nuestra conciencia cristiana.

¿Cómo acogemos a estos hermanos y hermanas, como contribuimos al hecho de que su antigua herencia – también eclesiástica – se conserve en el futuro?

El tema de este Sínodo es La Iglesia Católica en Oriente Medio: comunión y testimonio. En los Hechos de los Apóstoles leemos, de hecho, que la multitud de los creyentes tenía “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32).

Esta comunión también existe hoy en la Iglesia, es más, la comunión de los santos es un artículo de nuestra profesión de fe. Esta comunión esencial debe ser – como la misma Iglesia – visible e invisible al mismo tiempo, debe realizarse en el mundo de la gracia, pero también en la sociedad.

Los católicos de Europa rezan, trabajan, se esfuerzan y luchan para estar presentes y ser eficaces también en la sociedad civil. A pesar de las tristezas, de tantas desilusiones, de tantas experiencias negativas y a veces de discriminaciones o presiones, que afectan a los cristianos que quieren seguir su conciencia, no dejamos de esperar que también nuestra Europa pueda encontrar su identidad, arraigada profundamente en la cultura de la vida, de la esperanza y del amor. Cuanto más conscientes seamos de nuestra vocación cristiana en la sociedad, más capaces seremos de mostrar e irradiar la fuerza del Evangelio que es poderosa y puede transformar la sociedad de nuestro tiempo. Fieles a la enseñanza del Concilio Vaticano II, manifestada de forma especial en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, debemos seguir la invitación de la Iglesia: “Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer este arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal. Luchen con integridad moral y con prudencia contra la injusticia y la opresión, contra la intolerancia y el absolutismo de un solo hombre o de un solo partido político; conságrense con sinceridad y rectitud, más aún, con caridad y fortaleza política, al servicio de todos”.

“Médico, cúrate a ti mismo (Lc 4, 23) – escribe San Lucas, el “médico querido” (Col 4, 14). Debemos, pues, curarnos – nosotros, cristianos de Europa – con la ayuda del Espíritu Santo, para que podamos reflejar la luz de Cristo, recibida de Oriente, e intercambiar el don obtenido mediante nuestro valiente testimo
nio.

En este sentido, pido la bendición de Dios para el presente Sínodo y para todos los cristianos de Oriente Medio. Stella Orientis ¡ruega por nosotros!

[Texto original: italiano]

Por Oceanía: Mons. John Atcherley DEW, arzobispo de Wellington, Presidente de la Federation of Catholic Bishops’ Conferences of Oceania (FCBCO) (NUEVA ZELANDA)

Geográficamente, Oceanía está lejos de Oriente Medio y, sin embargo, los lazos entre ambas regiones es fuerte.

Yo represento a la Federación Católica de los Obispos de Oceanía: Australia (32 diócesis), Papúa Nueva Guinea (22), Nueva Zelanda (6), la Conferencia Episcopal del Pacífico compuesta por 17 diócesis y territorios eclesiásticos. Es, en total, una comunidad diversa y dispersa de 6 millones de católicos aproximadamente, pequeñas “islas de humanidad” (Radcliffe) en la inmensidad del Océano Pacífico, que cubre una tercera parte de la superficie de la tierra.

En noviembre de 1998, todos los obispos de Oceanía nos reunimos aquí, en el sínodo de Oceanía, y fuimos retados a “caminar el camino de Jesucristo, para contar su verdad y vivir su vida”. Es una communio de fe y caridad que nos une con las Iglesias de Oriente Medio, hemos venido a apreciar la rica diversidad que los miembros de estas iglesias dan a Oceanía. Reconocemos su vulnerabilidad al vivir como iglesias minoritarias y estamos “deseosos de apreciar, entender y promover las tradiciones, liturgia, disciplina y teología de las Iglesias de Este” ( cfr. EIO 12)

Además de los cinco millones de católicos de Australia, hay un pequeño pero significativo número de católicos que pertenecen a las Iglesias Católicas de Este. Las dos Iglesias Católicas Orientales más extendidas en Australia son la Maronita y la Melquita, cada una de las cuales es una diócesis constituida (Eparquía), con un obispo (Eparca) que es miembro de la Conferencia Episcopal Australiana y que, de tanto en tanto, acude a las reuniones de la conferencia de Nueva Zelanda. Al igual que estas Iglesias Católicas Orientales, están también presentes las Iglesias Caldea Siria, Siro-Malabar y Copta.

Las Eparquías Maronita, Melquita y Caldea se extienden hacia Nueva Zelanda, ofreciendo servicios pastorales y litúrgicos a sus comunidades allí.

El vasto Oriente Medio está presente en Oceanía mediante los emigrantes y refugiados que han hecho de la región su casa: asentamientos de judíos europeos en Australia y Nueva Zelanda, refugiados de Alemania en los años 1930 y sobrevivientes de la Shoah, libaneses, palestinos, egipcios, iraquíes tanto cristianos como musulmanes y, en los últimos años, refugiados curdos de Iraq, Irán y Turquía.

Nuestros lazos históricos han estado, significativamente, marcados por la guerra y la paz.

– Las fuerzas militares de Australia y Nueva Zelanada (ANZACS) se entrenaron en Egipto durante los primeros años de la primera guerra mundial (1914-1918); tristemente, la generación sucesiva volvió al desierto egipcio nuevamente a principios de los años 40, durante la segunda guerra mundial.

– Las fuerzas de paz de las Islas Fiji han servido con las Naciones Unidas tanto en Líbano como en Sinaí.

Estos lazos están consolidados hoy en día gracias a la presencia de los muchos peregrinos de Oceanía que visitan Tierra Santa, a los campamentos de refugiados, a los programas de ayuda al desarrollo de Caritas Internationalis, a la presencia de órdenes religiosas internacionales dedicadas al trabajo educativo, o al cuidado de los lugares sagrados.

Respuesta al Instrumentum Laboris:

Hay dos temas del Instrumentum Laboris I a los que quisiera responder desde las experiencias de Oceanía:

1. Comunión y Testimonio: El Instrumentum Laboris ha dirigido nuestra atención de una manera nueva a los desafíos a los que se enfrentan los cristianos en Oriente Medio: los complejos conflictos políticos, cuestiones relacionadas con la libertad de religión y de conciencia , el vivir diariamente como minoría dentro de una mayoría islámica o judía, el constante movimiento de personas a través de fenómenos como la inmigración y emigración. Estamos lejos pero somo conscientes de que estamos unidos a todos los cristianos de Oriente Medio gracias a un bautismo común, tradición eclesiástica, le fe en Jesucristo y el compromiso con su misión. Quisiéramos que nuestros hermanos y hermanas de Oriente Medio supieran que nosotros valoramos esta comunión y que nos comprometemos a estar en solidaridad mientras ellos sufren, y apoyarles con la oración y con la asistencia práctica en los retos a los que se enfrentan día tras día.

2. Un compromiso con las relaciones interconfesionales: Las Iglesias de Oceanía son novicias en este ámbito. Tenemos mucho que aprender del compromiso sostenido por las iglesias de Oriente Medio al diálogo de las fes Abrahámicas. Reconocemos la complejidad de los contextos históricos y culturales en los que se lleva acabo este diálogo, con los signos de esperanza en los procesos de paz, así como de atrasos debido a malentendidos, persecución y traición.
La introducción del Instrumentum Laboris habla de la necesidad de los cristianos de conocer mejor a sus vecinos judíos y musulmanes para colaborar en ámbitos de religión, de interacción social y cultural por el bien de la sociedad.

[Texto original: inglés]

 

Por América Latina: Mons. Raymundo DAMASCENO ASSIS, Arzobispo de Aparecida, Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano» (CELAM) (BRASIL)

En primer lugar quisiera agradecer al Santo Padre Benedicto XVI mi nombramiento para participar, en mi calidad de Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe, en este Sínodo de las Iglesias que peregrinan en los países de Medio Oriente. Muchísimas gracias, Santo Padre, por este nombramiento que me honra y alegra y que es una señal de deferencia de su Santidad por la Iglesia de América Latina.

Las Iglesias hermanas del Medio Oriente han sido la cuna de la Iglesia de Jesucristo y lugar primero de su expansión y, más aún, lugar privilegiado de manifestación de la «plenitud de los tiempos» en la persona del Señor Jesús.

Al participar en este Sínodo para el Medio Oriente tengo que reconocer con gratitud la inmensa riqueza que hemos recibido a través de Uds. En primer lugar los libros sagrados de la Biblia que nos alimentan en nuestro encuentro con el Señor y nos iluminan en cada decisión que debemos tomar para nuestra vida personal y eclesial. También la Tradición viva y los Concilios, que, en su recepción dinámica, permiten a nuestras Iglesias con sus riquezas únicas y diversas, hacer que nuestros pueblos compartan la vida de Jesucristo. No quisiéramos olvidar la rica Pneumatología de las Iglesias Orientales.

La multiculturalidad fundante de Uds. es un hecho desde la primera expansión eclesial. Con el tiempo ciertamente ha sufrido muchos ajustes y desequilibrios numéricos y social-políticos y sufrió correcciones. También hoy día, en nuestro mundo globalizado y marcado por muchas tensiones, es algo que todos experimentamos día a día y para lo cual podemos aprender mucho de las historias y dificultades presentes de estas Iglesias.

El tema de la laicidad de los gobiernos que dirigen nuestros pueblos en muchos casos se ha tornado discriminatoria, sea por intransigencias ideológicas sea, como para algunos de Uds, por una imposición teocrática, una “islamización” de lo público. Esto es un desafío que compartimos con Uds. que nos exige luchar por una auténtica libertad religiosa en el ámbito público. Debemos también, tener este hecho muy presente en la catequesis a fin de formar cristianos y ciudadanos muy conscientes de sus derechos y deberes. El Santo Padre Benedicto XVI, en su visita a Francia (2008), retomó el valioso concepto de una “laicidad positiva”.

Desde esta situación s
urge un desafío del cual nosotros hemos tomado nueva conciencia. Se trata de la formación de los laicos de nuestras Iglesias. En nuestra última Conferencia General de Latinoamérica y el Caribe (en el año 2007) realizada en Aparecida, Brasil, se destacó que esta formación debe iniciarse por un profundo encuentro personal con Jesucristo que marque y perdure como experiencia constante en la vida de cada uno y con una adecuada formación en la roca de la Palabra de Dios de cara a la nueva situación cultural que vivimos. Esto debe permitir la presencia de los laicos en los nuevos areópagos y en las tareas de servicio publico.

Al mencionar a los discípulos laicos no se puede dejar de mencionar la enorme importancia de la familia como formadora de valores humanos y cristianos. Todas las familias hoy día sufren de una ruptura generacional causada por la velocidad con que todo cambia hoy. Pero esto, no debe inhibir la fuerza educadora de la misma. En algunos aspectos de la familia podemos coincidir con creyentes musulmanes al respecto y lo hemos visto en votaciones en organismos internacionales. Pero hay otros aspectos de la concepción concreta de la familia que nos distancian de los mismos, por ej. en el rol de la mujer en la familia y en la sociedad.

El formar laicos para los tiempos de hoy no dispensa, muy por el contrario, requiere también formar presbíteros que se den cuenta de la honda necesidad de una gran “conversión personal y pastoral” para hacer de sus parroquias y servicios a ser lugares y ministerios de animación misionera, a la manera de las primeras comunidades cristianas. Es necesario pasar de una pastoral de conservación hacia una pastoral animada por el espíritu misionero. En la Conferencia General de Aparecida el Santo Padre afirmó que el ser “discípulos y misioneros de Jesucristo” son dos caras de la misma medalla. No hay discípulo, si no se es misionero, y no hay misioneros, si no se es discípulo.
Esta necesaria “conversión” también tendrá profundas consecuencias en la pastoral vocacional. El joven de hoy quiere darse con generosidad al Dios de la Vida, pero se retrae cuando sólo percibe esfuerzos de preservación y no descubre la novedad transformadora del Evangelio en nuestra historia presente. La pastoral vocacional debe ayudarles a los jóvenes a descubrir a Jesús como “Camino, Verdad y Vida” y mostrarles los diversos caminos para seguir a Jesús, destacando la vocación para el sacerdocio y la vida consagrada.

En nuestros países latinoamericanos y del Caribe tenemos muchos emigrantes del medio oriente – de primera y ya de segunda generación- cuya mayoría son cristianos. Muchos se han incorporado a la Iglesia latina y hay pequenos grupos con sus propias heptarquías. Quisiéramos que se crezca aún más en la conciencia de nuestra fe católica común y que se acercaran más hacia una acción misionera compartida. En este momento desarrollamos en todas nuestras Iglesias la llamada “Misión Continental”, fruto de la Conferencia General de Aparecida. Sería hermoso testimonio poder unirnos en este esfuerzo evangelizador.

Por último, queremos compartir con Uds. la preocupación del conflicto Israelí-Palestino. En esto también estamos en comunión con el Santo Padre en su esfuerzo por encontrar una solución al conflicto. ¡Que la paz entre estos dos pueblos sea restablecida en la tierra de Jesús!

Pedimos al Señor Jesús, por la intercesión de María Santísima, Reina de los Apóstoles, que derrame sobre esta asamblea sinodal su Espíritu que todo lo renueva.

[Texto original: español]

* * * * *

Intervenciones posteriores:

– Mons. Elias CHACOUR, Arzobispo de Akka, San Juan de Acre, Tolemaida de los Greco-Melquitas (ISRAEL)

Decidieron sobrevivir y continuar su misión muy especial, siguiendo las órdenes de su compatriota, el Hombre de Galilea, Jesús de Nazaret. Mi Compatriota, Mi Paladín y mi Feligrés.

Lc 24, 45-49, Hch 1, 4-5 y muy especialmente Mc 16, 15. No temas pequeño rebaño, “vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación”. Desde entonces, mis antepasados comenzaron a predicar por todas partes la extraordinaria noticia de un sepulcro vacío y un Hombre resucitado. Nosotros nunca dejamos de predicar esta extraordinaria noticia. Es por esto que Pedro y Pablo fueron sacrificados y muertos aquí en Roma.

En estos veinte siglos fue como si nuestros cristianos de Tierra Santa fuesen condenados y honrados por compartir la opresión, la persecución y el sufrimiento con Cristo.

Él resucitó pero su cruz aún se eleva en lo alto en nuestro cielo. Nuestros cristianos penden aún de esta terrible cruz. Viven bajo la cotidiana amenaza de funcionarios que sueñan con transferir nuestra minoría fuera de su tierra, de su casa, lejos de su patria ancestral. Si no fuera por Él, la cruz sería maldecida y odiada.

Transcurrieron muchos siglos cargados con nuestros sufrimientos y nuestras persecuciones.

Pero hoy nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI ha llamado a la iglesia católica y a todos los cristianos de buena voluntad a volver la mirada hacia el resto de la familia de Cristo. Nosotros hemos venido aquí para invitarlos a reconsiderar sus prioridades relativas a Tierra Santa y tener en cuenta a sus habitantes.

Por cierto, los santuarios y la Tierra Santa son importantes. Los hermanos franciscanos han sido leales y fieles custodios y protectores de los Lugares Santos.

Como arzobispo de la mayor comunidad católica en Tierra Santa, la Iglesia Católica Melkita, los invito y ruego al Santo Padre para que dedique cada vez más atención a las piedras vivas de la Tierra Santa. Es más, si se nos presta atención a pesar de ser indignos de ello y de manera inmerecida, podremos restituir la sonrisa de esperanza a los rostros de nuestros niños.
Estamos en Galilea desde tiempos inmemoriales. Ahora estamos en Israel. Deseamos permanecer donde estamos y necesitamos de su amistad más que de su dinero.

[Texto original: inglés]

– Mons. Boutros MARAYATI, Arzobispo de Alepo de los Armenios (SIRIA)

El movimiento ecuménico está atravesando una auténtica crisis. La mejor prueba de ello es la difícil situación que actualmente deben enfrentar las iglesias del Consejo de Oriente Medio, que han estado durante años a la vanguardia del trabajo ecuménico en nuestros países. Esperamos que la crisis de hoy sea una fase pasajera del progreso inicial, ahora que se abre una nueva página de trabajo ecuménico, pasando de un estilo burocrático, del desarrollo de proyectos y de una administración financiera, a animar un espíritu de fraternidad, de diálogo y comunión entre las iglesias.

El Instrumetum Laboris, en todas sus páginas, tiene un aspecto ecuménico porque concierne a todas las Iglesias de Oriente Medio. Quisiéramos añadir que esta Asamblea Especial no conservará sus verdaderas dimensiones cristiana y católica, a menos que sea leída a la luz de nuestras relaciones con las Iglesias y con otras Comunidades Cristianas. Se ha dicho: “Juntos somos o no somos en absoluto”.

1)Considero que falta algo entre los párrafos 14 y 15. ¿No sería importante mencionar que Damasco fue el lugar donde se produjo la conversión de San Pablo, lugar desde donde partió hacia Arabia y después hacia todas las demás naciones? Hemos conmemorado el año Paulino, proclamado por su Santidad Papa Benedicto XVI. En Antioquía, los discípulos de Cristo fueron llamados Cristianos. Al norte de Alepo la vida monástica y religiosa fue próspera en el siglo IV. Desde el anciano Simeón a San Marón y todos los lugares arqueológicos aún hoy dan testimonio de esto. Éste es un hecho ecuménico que nos retrotrae a nuestras comunes raíces cristianas. Debemos reavivarlas no sólo a nivel local sino también universal, para que estas raíces puedan sostener nuestra presencia cristi
ana a lo largo de la historia.

2) En el párrafo 25 el Instrumentum Laboris se afirma que “ la situación en cada uno de los países de Oriente Medio es diferente”; lo que no es solamente un hecho, sino también un hecho innegable. Si queremos que esta Asamblea Especial sea fructífera, debemos pensar en una Conferencia Especial para cada país, que contenga un aspecto ecuménico, donde podamos discutir los problemas según las situaciones locales. Sin duda alguna, los retos son los mismos, pero cada país tiene una situación propia.

3) Los desafíos mencionados en el Instrumentum Laboris, especialmente el de la emigración (párrafos 43-48), es una preocupación seria tanto para otras iglesias como para las comunidades cristianas locales. Ésta es una auténtica preocupación ecuménica. Y de aquí nuestra obligación de preguntar: ¿hay un plan para evacuar a los cristianos de Oriente? En los últimos 100 años, la emigración o la violenta deportación han continuado a sucederse en Oriente. En 1915, cientos de miles de cristianos armenios fueron deportados violentamente de sus propios países y vivieron el primer genocidio del siglo XX en manos de los otomanos . Entre estos mártires se encontraba el obispo Ignatius Maloyan. Lo mismo ocurrió entre los caldeos y los sirios… muchos cristianos fueron expulsados de sus aldeas y ciudades. Estos actos continuaron en los acontecimientos palestinos. La guerra civil en Líbano, la revolución islámica en Irán, la invasión de Iraq…los cristianos son martirizados, obligados a emigrar, forzados a dejar todas las iglesias sin distinción. ¿Es que estamos esperando el día en que el mundo, como espectador y la indiferencia de las Iglesias occidentales se quedarán quietos y observarán la “muerte de los cristianos de Oriente”?
A pesar de las crisis y dificultades que enfrenta nuestra vida cristiana y nuestras relaciones ecuménicas, nosotros estamos “esperando contra toda esperanza”. (Rom 4,18)

[Texto original: árabe]

– Mons. Kyrillos WILLIAM, Obispo de Assiut, Lycopolis de los Coptos (REPÚBLICA ÁRABE DE EGIPTO)

La liturgia, según el Instrumentum Laboris, es un aspecto profundamente arraigado en la cultura oriental, de forma que no se puede prescindir de su fuerza para preservar hoy la vivacidad de la fe. La historia nos confirma que en nuestros países de Oriente Medio la liturgia ha sido siempre una escuela para la educación de la fe y la moral cristianas, sobre todo entre nuestras poblaciones sencillas y en su mayoría analfabetas, gracias a las numerosas lecturas bíblicas (seis lecturas cada día en nuestra liturgia copta, que aumentan los días festivos y de ciertas celebraciones) y a las oraciones compuestas de citas bíblicas yuxtapuestas.

Este es el motivo por el que debemos preservarla con reverencia, como dice el texto de derecho canónico oriental (cfr. Canon 39 del CCEO).

En la constitución Sacrosanctum Concilium, párrafo 4, el Vaticano II declara la igualdad de todos los ritos en cuanto a los derechos y la dignidad. En el decreto conciliar Orientalium Ecclesiarum, los padres del Concilio declaran una estima particular al patrimonio de las Iglesias Orientales, y subrayan los beneficios de estas para la Iglesia Universal, citando la carta apostólica Orientalium Ecclesiarum de León XIII del 30/11/1894.

El decreto conciliar sobre las Iglesias Orientales Católicas exhorta además a todos los occidentales que están en contacto con estas Iglesias a que se esfuercen por conocer y respetar las liturgias orientales… y hace referencia al Motu Proprio Orientis Catholici de Benedicto XV del 15/10/1917 y la Encíclica Rerum Orientalium de Pío XI del 8/9/1926. El Canon 41 del CCEO así lo confirma y les exige que conozcan con exactitud y que practiquen estas liturgias.

Sin embargo, comprobamos que no pocos religiosos latinos traducen en árabe la liturgia latina y que la celebran para nuestros fieles orientales induciéndoles de esta forma a alejarse de sus iglesias y a debilitar su pertenencia a las mismas.

En cuanto a la lengua litúrgica (Instrumentum Laboris 72), nosotros no hemos esperado al Vaticano II para traducir nuestros textos litúrgicos en las lenguas corrientes del pueblo. Desde los orígenes nuestra liturgia copta fue celebrada en los distintos dialectos del Alto Egipto, y en las grandes ciudades en griego, lengua de la cultura y la vida cotidiana. A partir del siglo X nos encontramos todo en árabe. Un factor que ha ayudado a preservar la fe, y si nos comparamos con otros países vecinos como el Norte de África, comprobamos que al cabo de algunos siglos el cristianismo, floreciente al principio, ha desaparecido; porque se le impuso una liturgia extranjera en una lengua poco conocida.

Yo tengo que hacer una pregunta: en un país como el nuestro, Egipto, donde todos (católicos y no católicos, incluidos los no cristianos) son coptos ¿para qué sirve la celebración de la liturgia latina en lengua árabe? Si hay latinos, tienen derecho a celebrar las misas latinas, pero en otra lengua que no sea el árabe, pues esto atrae a nuestros fieles y ayuda a su dispersión.

[Texto original: francés]

– Mons. Botros FAHIM AWAD HANNA, Obispo titular de Mareotes, Obispo de Curia de Alejandría de los Coptos (REPÚBLICA ÁRABE DE EGIPTO)

Con una elección particular de Dios, la Sagrada Escritura nació en nuestra tierra de Oriente, llevando consigo las características de nuestra cultura. Con tal elección se ha encarnado el Verbo Divino y ha compartido nuestra realidad, en Oriente. Se ha entregado a la muerte en la Cruz para la salvación de todos.

Desde Oriente partió el primer anuncio del Evangelio. Nuestras iglesias continúan su fidelidad al testimonio del Evangelio, con la ayuda de Dios, de toda la Iglesia Católica y de todos los hombres de buena voluntad, donando al mundo y a la Iglesia testimonios fieles a su fe, a la Palabra, a la justicia y al amor fraterno. La Palabra de Dios, de este modo, será siempre la guía de nuestro compromiso misionero.

La Palabra de Dios ha nutrido siempre a los pueblos de Oriente y así han producido unas tradiciones bíblicas, litúrgicas, teológicas y espirituales ricas.

La fuente de la Palabra de Dios aún brota pero la sed de Ella es aún grande sobre nuestras tierras. Necesitamos, por tanto, de otros especialistas, centros, comunidades pastorales para estudiar, meditar, vivir y difundir la cultura bíblica en nuestra realidad, para que la Palabra sea el fundamento de toda educación, enseñanza y diálogo para construir la civilización del Evangelio y del amor, por el bien de todos.

[Texto original: italiano]

– Mons. Youhannes ZAKARIA, Obispo de Luxor, Tebas de los Coptos (REPÚBLICA ÁRABE DE EGIPTO)

Mi informe se centra en la renovación de las actividades misioneras de las Iglesias Orientales, ya que el Instrumentum Laboris no ha tratado este tema lo suficiente.

Desde el inicio de la historia de la Iglesia, los fieles de Oriente se han caracterizado por su celo misionero y por su entusiasmo al realizar los mandatos del Señor, que solicita la predicación del Evangelio en el mundo entero.

La debilidad y la división del Imperio Romano, la violencia de los conflictos nacionales, la adversidad de las discusiones dogmáticas entre cristianos, las divisiones de la Iglesia y posteriormente, el dominio árabe e islámico en Oriente Medio, han debilitado las iglesias orientales y condicionado su presencia en Oriente. Como consecuencia de ello, disminuyó el entusiasmo misionero y se redujo el impulso evangélico, tal y como dice el número 20 del Instrumentum Laboris.

No obstante la iglesia de Oriente Medio sea, actualmente, una minoría que vive en medio de una mayoría no cristiana, que combate contra el riesgo de su propio ocaso y lucha para conservar la fe cristiana en
los corazones de sus fieles, no debe tener temor ni vergüenza, no debe vacilar en obedecer el mandato del Señor, que nos pide continuar con la predicación del Evangelio.

Desde este sínodo solicito a nuestras Iglesias Orientales que renueven su entusiasmo misionero y su actividad de predicación. Ellas deben también promover la formación de todos sus hijos para que descubran de nuevo su vocación misionera y los animen a consagrar con entusiasmo la vida para anunciar el Evangelio participando, así, con los hijos de la Iglesia occidental, al servicio de la predicación de la palabra de Dios en todo el mundo.

[Texto original: italiano]

[Documento distribuido por la Secretaría General del Sínodo]

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación