Intervenciones “in scriptis” del Sínodo (XIV)

Intervenciones por escrito de los padres sinodales

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 15 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las intervenciones in scriptis de los Padres Sinodales que no tomaron la palabra durante las Congregaciones, así como la de un Delegado Fraterno, .

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S. Em. R. Card. Gabriel ZUBEIR WAKO, Arzobispo de Khartoum (SUDÁN)

Lo más importante para nosotros como africanos no es el no dejarnos convencer, dominar y guiar por lo que los siglos más recientes de nuestra historia nos han dejado, que van desde la trata de esclavos, hasta la actual globalización ultra liberal. Sin embargo, detrás de esta verdad patética, se esconde una necesidad imperiosa para cada africano hoy: la necesidad de pelear, con todas nuestras fuerzas, contra nuestra insignificancia, nuestra inconsistencia y deterioro ontológico, para poder construir una nueva sociedad, desprovista de dictadores y prepotencia.

Lo que necesitamos nosotros como africanos es tener el valor de creer en nosotros mismos, de aceptarnos tal cual somos y conquistar el respeto de las naciones del mundo. Antes que nada, es el valor de nuestra “historia completa” lo que nos da la visión honesta de nuestra existencia, de nuestra historia, de nuestra realidad con sus altibajos, con sus momentos de tristezas y alegría para garantizarnos equilibrio.

El problema entre el norte y el sur del Sudán es antiguo como el Sudán mismo. Lo que se conoce como el “Problema del Sur” es una red de tejidos complejos que van desde las desigualdades en cuestiones de desarrollo entre el norte y el sur, hasta la disparidad de oportunidades que da el gobierno central a las poblaciones de dos partes del país, por diferencias raciales y religiosas entre los dos pueblos.

El aislamiento de Sudán es una de sus realidades más dolorosas. La comunidad internacional, las ONGs y otros países limítrofes siempre han tomado posición a expensas del más débil. África necesita respeto en el verdadero sentido de la palabra, y África debe hacerlo por sí misma. La firma del tratado de paz en 2005 marcó el final del conflicto en Sudán. Se han requerido muchos esfuerzos para poner en marcha dicho acuerdo. En este momento de grandes incertidumbres con respecto a la delicada paz en Sudán, necesitamos una intervención recíproca por parte de todas las personas que aman la paz.

La inestable situación en el sur – y en una cierta medida también en el norte- ya no permite una efectiva asistencia para el desarrollo, ni una eficaz puesta en marcha del acuerdo de paz. La comunidad internacional puede hacer muy poco aparte de reaccionar y proveer ayuda. Lo mejor que todos podemos hacer es tratar de manejar el conflicto y evitar que empeore, y este Sínodo puede llegar a trazar una línea de demarcación para la salvación de África.

El último Sínodo se basaba en la filosofía de la comunidad africana como familia de Dios. Este segundo Sínodo debería hacerlo ¡en la ontología africana de la vida! Podría rehabilitar el pasado africano en el presente, como un ingrediente para construir a una nueva África. Cristo vino para darnos la vida, la vida en abundancia. (Jn 10, 10)

[Texto original: inglés]

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S. E. R. Mons. Désiré TSARAHAZANA, Obispo de Toamasina (MADAGASCAR)

Lo que sucede en nuestro continente africano interpela a nuestra conciencia cristiana. Muchos de los Padres Sinodales han señalado ya que las causas de la pobreza de los conflictos, a menudo homicidas, son múltiples y no voy a insistir en ello, pero me gustaría dirigirme principalmente a nuestros discípulos de Cristo llamados a ser la sal de la tierra y la luz del mundo: ¿Acaso no hay un desequilibrio entre la fe y la vida que llevamos? Esta cuestión se dirige, no solamente a nuestros dirigentes, a nuestros políticos, sino a todos nosotros miembros de la Iglesia.

Cada año, en nuestra Asamblea plenaria, los Obispos de Madagascar empezamos nuestra reunión compartiendo aquello que se vive en cada diócesis. Ello nos ha llevado en 2007 a celebrar un Sínodo nacional sobre la vida de los sacerdotes. Hemos notado que nuestros sacerdotes necesitan ser sostenidos, ayudados, para que su predicación se traduzca en acto. La palabra, también importante en sí misma, es insuficiente sin el testimonio de una vida, como decimos nosotros; la palabra puede suscitar entusiasmo, pero es sobre todo el testimonio lo que atrae.

Así, entre las diferentes resoluciones que se han tomado, figuran:

Un mayor entendimiento en la elección y en la formación de los futuros sacerdotes;

La creación de un Centro nacional para la formación permanente de los sacerdotes;

La participación de la familia en la formación de los sacerdotes;

Sin olvidar la insistencia sobre el acompañamiento moral de los sacerdotes.

Igualmente, los esfuerzos para ayudar a los laicos a vivir su fe en la política, deben ser una gran preocupación de la Iglesia. El cambio de mentalidad y la conversión de corazón, he aquí el gran desafío para África, para que su desarrollo sea palpable, para que reinen la justicia y la paz.

[Texto original: francés]

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S. E. R. Mons. Lewis ZEIGLER, Arzobispo Coadjutor de Monrovia, Presidente de la Conferencia Episcopal (LIBERIA)

Una de los sectores en los que podemos servir es el del ministerio de los jóvenes. En la posguerra de Liberia, los jóvenes son vulnerables. Necesitan información. Necesitan una dirección moral y unos consejos.

En el sector de la educación, la Iglesia en Liberia ha ofrecido, en su mayor parte, una educación puramente académica. Pero durante la guerra civil ha tenido que dar un paso más para atender las necesidades de los jóvenes, especialmente los que no han tenido acceso a la educación secundaria.

La Iglesia ha introducido unos programas de desarrollo de la juventud en las zonas rurales en las que reciben lecciones de agricultura, carpintería, albañilería y mecánica de automóviles. Los programas están todos previstos para tener una duración de dos años. Se trata de sencillos programas de formación, pero se llevan a cabo de manera profesional. En cada sector participan veinte estudiantes a la vez.

Estos programas se pusieron en marcha durante la guerra porque la gente joven necesitaba ser ayudada. Un sacerdote concibió el modo de hacerlo. Estos programas se ensamblaron y están funcionando muy bien y la juventud está mostrando todo su interés.

A los que tienen éxito y obtienen buenos resultados se les han encontrado puestos en las ONGs o en empresas. La diócesis también echa mano de algunos de ellos. El programa continúa, y ha ayudado a muchos jóvenes a encontrar un empleo y a ser autosuficientes. También les ha ayudado a apartarse de otras actividades que les habrían metido en problemas, especialmente si no tenían nada que hacer.

Durante este periodo, han recibido otros tipos de formación; aprenden a leer y escribir (los que no han ido a la escuela), frecuentan grupos de oración diaria, reciben formación catequética y también charlas sobre el VIH/SIDA.

[Texto original: inglés]

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S. E. R. Mons. Arlindo GOMES FURTADO, Obispo de Santiago de Cabo Verde (CABO VERDE)

Cuando la democracia funciona y las estructuras de un estado de derecho adquieren consistencia, los partidos políticos se vigilan y controlan mutuamente, de manera especial en el uso de los bienes públicos y en la implementación de los proyectos sociales y de desarrollo. De este modo, muchos problemas sociales se solucionarán más fácilmente y la población alcanzará más rápidamente una calidad de vida mejor.

En este aspecto, Cabo Verde ha hecho grandes progresos en el campo de la educación, la s
alud, las infraestructuras y la esperanza de vida.

Sin embargo, los desafíos siguen aumentando cada vez más: la inestabilidad de la estructura familiar, motivada por la emigración, el divorcio y el recelo generalizado frente al compromiso familiar a través del matrimonio, sin hacer antes una experiencia; el déficit en la educación cívica y ciudadana; la situación de la infancia en riesgo, y la delincuencia juvenil; el desempleo, que alcanza un índice elevado sobre todo en la franja juvenil; la invasión de las sectas, que ofrecen falsas promesas y ejercen un gran dominio en la comunicación social, muchas veces agresivas contra la Iglesia católica; el peligro de la entrada a gran escala del Islam debido a la numerosa inmigración de los hermanos vecinos del continente y la perspectiva de una gran inversión en la promoción del Islam en el único país católico de la región.

Alrededor de un tercio de los habitantes del país, de una forma u otra, está dentro del sistema de enseñanza, debido a una gran apuesta en la educación para todos y a la actitud de promoción y de competición. Pues bien, todo esto le exige a la Iglesia otro nivel de responsabilidades, de pastoral y de formación de sus agentes. Y en todas esas esferas de la sociedad nosotros, los cristianos, estamos llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo, con la discreción necesaria, con la visibilidad de quien está dispuesto a servir, con la delicadeza propia de la gratitud, pero también con la eficacia que se impone, para que el Evangelio, la fe, la esperanza, la hospitalidad, la honestidad y el respeto por los derechos de todos y de cada uno puedan ir de la mano.

[Texto original: portugués]

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S. E. R. Mons. Rudolf DENG MAJAK, Obispo de Wau, Presidente de la Conferencia Episcopal (SUDÁN)

Cumpliendo nuestra función asignada por Dios, nosotros, los Obispos Católicos Sudaneses, hemos dedicado nuestro ministerio pastoral durante los continuos disturbios de nuestra nación en la búsqueda de una concreta reconciliación y paz en Sudán. Nos hemos comprometido en conversaciones directas con los líderes sudaneses, escribiendo, aproximándonos o solicitando la directa intervención de la Comunidad internacional, los países hermanos, nuestros hermanos en la fe en los países del AMECEA, SECAM y los obispos de Sudáfrica, a los que quedamos muy agradecidos, pidiéndoles persistentemente que mostraran solidaridad y cooperación con las iniciativas de Paz en Sudán.

En la estructura de nuestra Conferencia Episcopal, hemos reforzado las comisiones de Justicia y Paz, que tienen sucursales en las nueve diócesis de Sudán. Esta Comisión es muy activa en la resolución de conflictos, llevando la reconciliación a los diferentes grupos étnicos del Sudán posible. Se han tomado mucho interés en el diálogo interreligioso lo que, por supuesto, tiene muy poco éxito.

En nuestra diócesis, y a través de nuestro ministerio pastoral para con los afectados por la guerra y los sudaneses deprimidos, los Obispos se han comprometido también a tratar la curación y recuperación de los traumas a través de la acción espiritual y sacramental. Más concretamente, en la mayor parte de Sudán, las Iglesias se han comprometido en actividades de desarrollo socioeconómico. Las cosas básicas que la gente necesita, como comida, salud, escuelas, y desarrollo social, a lo largo del extenso periodo de conflictos en Sudán, han sido proporcionadas por la Iglesia.

Hay semillas potenciales de violencia en este momento en Sudán.

Colectivamente, estas disputas e incertidumbres, generan un ambiente inestable en el cual la violencia norte-sur puede desencadenarse. Lo que urgentemente se necesita ahora es tratar de manejar el conflicto y prevenirlo para que no empeore.

[Texto original: inglés]

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S. E. R. Mons. Giuseppe FRANZELLI, M.C.C.J., Obispo de Lira (UGANDA)

La Buena Nueva de Cristo, nuestra reconciliación, justicia y paz, que ha tocado y cambiado nuestra vida personal y la vida de nuestras comunidades cristianas, no nos ha sido donada para nuestro exclusivo uso y consumo. Es una Palabra creada para correr libremente y para comunicar esta misma vida al mundo entero en plenitud. La iglesia existe para compartir este don. La Evangelización es nuestra misión.

Los últimos 15 años en África han conocido éxitos y fracasos en este ámbito. El sueño de una radio continental nunca llegó a materializarse. Mas, de otro lado, ahora tenemos 163 radios diocesanas que difunden la Buena Nueva en toda África. En pocos lugares, las televisiones diocesanas están tratando de abrirse paso. Solo para unos pocos ejemplos, hemos escuchado testimonios del impacto positivo de las radios diocesanas en la formación del conocimiento y de la conciencia en países en donde prevalece la paz como en Zambia y Madagascar.

Durante los largos años de guerra en el norte de Uganda, Radio-Wa, una pequeña radio diocesana, ha sido el instrumento para devolver a los hogares a cientos de niños reclutados a la fuerza como niños soldados por los rebeldes del LRA (Ejército de Resistencia).

En la difícil y delicada postguerra en el sur del Sudán, el compromiso del Instituto misionero de los Combonianos, en colaboración con los obispos de todas las diócesis del sur del Sudán y con la ayuda de otras organizaciones católicas, han creado Radio Bakhita en Juba, esta red de radio estaciones católicas (SCRN), una vez completada, unirá las ocho diócesis de la región, superando la fragmentación étnica y apoyando los procesos de paz y reconciliación en Sudán.

De hecho, dado que los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la información y comunicación son los nuevos areópagos (Instrumentum Laboris 144), nuestras Iglesias locales deben hacer de la comunicación una prioridad pastoral. Pero ello implica que debemos estar listos para invertir y pagar el valor, porque sabemos que los medios de comunicación social son costosos.

Algunas veces, los medios de comunicación resultan altos en el balance de una sola diócesis. En tales casos, la sinergia y la cooperación de varias diócesis y congregaciones misioneras, con la ayuda de las iglesias hermanas y de las organizaciones internacionales, podrían lograr lo que de otro modo sería imposible.

[Texto original: inglés]

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S. E. R. Mons. Ayo-Maria ATOYEBI, O.P., Obispo de Ilorin (NIGERIA)

Si la Iglesia de Dios en África quiere profundizar su servicio de reconciliación, justicia y paz, debe rezar como lo hizo Jesús para que el Espíritu Santo, mediante una nueva irradiación de su poder, nos renueve y nos haga agentes de un nuevo orden mundial en la esfera espiritual, sociopolítica, económica y médica y dé lugar a una revolución africana en el campo de las ciencias.

Sin la ayuda del Poder de las alturas, que es el único que nos puede hacer contribuir espiritual, social, moral y científicamente al progreso de la humanidad, no podríamos ser realmente la sal de la tierra ni la luz llena de esplendor. Sin ella, no podríamos contar en la comunidad internacional. Es el momento de que nosotros, africanos, nos despertemos y vivamos nuestro renacimiento. Tenemos que rezar y rezar para que sea así.

Las Escrituras nos dicen que Jesús rezaba en muchas partes. Para que podamos salir del atolladero y ser menos dependientes de la creatividad de los demás, tenemos que rezar y rezar a Dios. Las cosas no cambiarán para mejor sin una oración personal consciente, repetida, constante y ferviente. Nunca se repetirá bastante la necesidad de perseverar en la oración, el ascetismo, la predicación, la enseñanza y la acción en nuestra búsqueda de la reconciliación, de la justicia y de la paz.

Nadie puede tocar los corazones de los demás si la persona no ha sido primero
tocada por el Dios de la reconciliación, de la justicia y de la paz.

Nuestro pueblo no espera que seamos banqueros o políticos para arreglar las cosas, sino que seamos formadores de conciencias, hombres y mujeres espirituales que les motiven a asumir sus responsabilidades civiles como sal de la tierra y luz del mundo.

[Texto original: inglés]

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S. E. R. Mons. António Francisco JACA, S.V.D., Obispo de Caxito (ANGOLA)

La guerra civil y fratricida que asoló Angola en los últimos treinta años, además de los innumerables muertos, dejó unos traumas profundos en nuestro pueblo: miles de familias destrozadas y desarraigadas; miles de viudas y huérfanos, miles de ex-militares sin la suficiente asistencia y abandonados, y una gran parte de nuestro pueblo viviendo todavía en los umbrales de la pobreza, etc.

Si por una parte se hace una inversión significativa, lo que es de alabar, para reconstruir las infraestructuras destruidas por la guerra, por otra parte, poco o casi nada se ha hecho para reconstruir el tejido humano profundamente herido por los largos años de guerra civil. Y las consecuencias ya se hacen sentir, sobre todo con el aumento abrumador de la criminalidad de jóvenes y adolescentes.

Hoy es evidente la preocupación de la sociedad angoleña. La desesperación se va apoderando de las familias más pobres, que no poseen lo necesario para vivir y muchos padres no saben cómo educar a sus hijos. Nuestras iglesias y santuarios se transforman a menudo en lugares de refugio, para solicitar ayuda, ahogar las penas y buscar una palabra de consuelo. Una palabra de consuelo que las familias no siempre encuentran porque, y lo digo con mucha tristeza, numerosos sacerdotes se ocupan de otras muchas cosas y no se muestran disponibles para atenderlas, y tampoco les prestan la debida atención pastoral, principalmente en el sacramento de la reconciliación y en el ministerio de la escucha.

El éxodo de las aldeas a las ciudades ha provocado unos cambios profundos en el modus vivendi de la población. Ello ha afectado con frecuencia a la familia, sobre todo en la educación de los hijos.

Por poner un ejemplo: los niños, sobre todo en las grandes ciudades, permanecen solos en casa, pues los padres salen muy temprano para ir al trabajo dejando a sus hijos durmiendo, y cuando regresan a casa, por la tarde o por la noche, los encuentran también durmiendo. ¿Quién cuida de estas criaturas durante todo el día? Abandonados a su suerte, tienen como compañía a otros niños, en la calle, la televisión, etc. Vemos, por tanto, a niños que cuidan de otros niños y que se educan en la calle, a merced de todo y de todos.

Se asiste también a la invasión silenciosa de la televisión. No se puede negar la influencia negativa, en niños y jóvenes de ciertos canales de televisión, nacionales e internacionales: telenovelas, películas de violencia, video-clips, canciones con letras impropias (difundidas también ampliamente por la radio), que presentan un modus vivendi ajeno a nuestra realidad e incentivan la violencia y otros comportamientos antisociales. Conviene señalar también ciertos contenidos que se difunden por internet o por los móviles, a través de SMS y video-mensajes, pues éstos son medios modernos de comunicación que las nuevas generaciones usan mucho. En este último campo, los propios adolescentes y jóvenes son los protagonistas, y también los destinatarios, de la transmisión de mensajes indecorosos.

En muchos barrios del extrarradio, sobre todo en las grandes ciudades, existen “salas” cinematográficas precarias e improvisadas, donde los niños y los adolescentes “consumen” inocentemente películas de violencia y otras no aconsejables para los menores.

[Texto original: portugués]

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S. E. R. Mons. Mathieu MADEGA, Obispo de Port-Gentil (GABÓN)

Hablamos de la Familia “de” Dios, ya sea como género ya sea como especie. Decir Familia de Dios es especificar la familia que es de Dios, es decir, “de Deo”, “ex Deo”, incluso “cum, in, per, propter, secundum Deum”: es decir, Dios como origen, Padre y fin. El Instrumentum Laboris (88) declara que la paternidad divina es el fundamento de la imagen Iglesia-Familia de Dios. Paternidad-Maternidad de Dios, filiación y hermandad divinas de los hombres. “Divinizados”, somos por tanto “dioses”, es decir, consanguíneos divinos de manera “sacramental”, por lo que poseemos una hermandad “divina”, que de ahora en adelante debe superar todas las demás hermandades, porque ha sido sellada en y con el pacto de sangre del Cordero de Dios. Ser de la Iglesia-Familia de Dios significa, así pues, llevar en sí, en cualquier lugar, ahora y siempre, la identidad divina. La reconciliación, ad intra, entre hijos de Dios, se convierte en sinónimo de amor divino, una “casi – pericoresis” en la Familia misma. Y cuando esta reconciliación se ha efectuado y se ha mantenido ad intra, se prolonga de forma natural ad extra para ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”. Dado que la consanguinidad limitadamente humana siempre será inferior a la consanguinidad divina, entonces se comprende el por qué de la “revolución sinodal” deseada y que, siguiendo los Colosenses 3,11, formulamos así: “¡En la Familia de Dios ya no hay ni mujer ni hombre, ni autóctono ni inmigrante, ni rico ni pobre, ni explotador ni explotado, ni fabricante de armas ni vendedor, ni comprador ni utilizador de armas contra el hombre, porque es verdadero hijo de Dios y verdadero hermano y hermana!”

[Texto original: italiano]

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S. E. R. Mons. Augustine SHAO, C.S.Sp., Obispo de Zanzíbar (TANZANIA)

Quisiera reiterar que el tema del Sínodo atañe a la zona en la que trabajo, ya que el 99% son musulmanes. El desafío es: ¿cómo se puede ofrecer la reconciliación en una situación donde hay gente que pretende poseer toda la verdad, por lo que todo el modo de vivir, ya sea la cultura, la economía o la política, está dirigido y controlado por una religión? El principal problema que debemos afrontar es la desigual distribución de los ingresos del gobierno, mediante la cual una religión está totalmente financiada y apoyada, mientras que las demás son grupos tolerados ¡a no ser que se conviertan!

La reconciliación, la justicia y la paz podrán ser una realidad en África cuando nosotros, los líderes religiosos, cambiemos de idea sobre nuestras culturas, tradiciones y tabúes utilizados y practicados hoy por las religiones tradicionales africanas. El lenguaje y los nombres dados a estos grupos no favorecen de ningún modo el diálogo y la apertura. Los sustantivos pagano y animistas no permiten decir la verdad sobre la fe de cada hombre y mujer. Como resultado, tenemos a los cristianos del domingo que practican la religión tradicional africana los demás días de la semana. La Iglesia africana debería luchar todos los días para armonizar y llevar la paz a las conciencias de los fieles africanos que quieren ser discípulos auténticos de Cristo, pero se encuentra en una encrucijada. Por esto, sugiero que en esta Asamblea del segundo Sínodo se trate con seriedad el tema del diálogo y de la inculturación. Es importante observar que el diálogo exige que se piense positivamente de la gente. En primer lugar, las personas deberían ser vistas como seres humanos independientemente de su credo religioso, y aceptar al otro exige una especie de negación de sí mismo.

La historia de Tanzania demuestra la tolerancia religiosa, a pesar de que este atesorado valor haya sido minado por el fundamentalismo religioso. Mientras que en las islas de Zanzíbar el 99% de la gente es musulmana y tiene tribunales islámicos (Kathi Courts), no sucede lo mismo en el territorio continental de Tanzania. Mientras que Tanzania se esfuerza para segu
ir siendo un estado laico con libertad religiosa, actualmente existen presiones para que se establezcan tribunales islámicos y para que se haga miembro de la OIC, toda a costa de los contribuyentes. La estrategia islámica para demostrar que ellos son la mayoría en el país se basa en la proliferación de mezquitas en las carreteras y en el control de los negocios y de la política. En Tanzania, entre el 80% y el 90% del transporte de largo recorrido son propiedad de los musulmanes y esto lleva a la petición de que el viernes sea día festivo.

[Texto original: inglés]

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S. E. R. Mons. Jean ZERBO, Arzobispo de Bamako (MALÍ)

En nuestras relaciones con las autoridades políticas, no deberíamos actuar de forma diversa. Las relaciones interpersonales permiten corregir las injusticias mejor que las declaraciones llamativas. Es lo que han comprendido nuestros obispos de Mali que nos han precedido, especialmente Mons. Luc Sangré. Como el profeta Natán, e inspirándose sobre todo en los consejos y ejemplos de Jesús, no dudó en pedir entrevistas privadas a los responsables políticos a todos los niveles. Algunos lo recibían, otros preferían ir donde estaba él. Gracias a estos encuentros, realizados en el respeto mutuo y en el amor a la verdad, preparados en la oración y la meditación, consiguió que enemigos y adversarios políticos se hablaran, se ayudaran. Nosotros nos esforzamos en caminar siguiendo estos ejemplos, para que nuestra Iglesia sea servidora fiel y vigilante de justicia, reconciliación y paz.

Se trata de un llamamiento para que nos preguntemos, especialmente en este año sacerdotal, cómo se trata a los obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos y catequistas ancianos, enfermos, jubilados. ¿Viven en una situación que les permita experimentar verdaderamente la promesa de Jesús: la de tener en esta tierra padres, madres, hermanos, hermanas, hijos – es decir, estar rodeados del afecto agradecido de esas personas por las que han aceptado abandonar todo y seguir a Jesús? Quisiera invitar a este Sínodo a llamar la atención de los institutos misioneros sobre el modo en que tratan a sus miembros en edad de jubilarse. No todos aceptan volver a su lugar de origen. De hecho, si algunos manifiestan claramente el deseo de regresar para jubilarse, otros, por el contrario, sienten este regreso como una terrible aflicción. Por supuesto, la obediencia obliga, pero cuántos sufrimientos interiores vividos en silencio se manifiestan en las residencias de ancianos con palabras conmovedoras.

[Texto original: francés]

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S. E. R. Mons. Beatus KINYAIYA, O.F.M. Cap., Obispo de Mbulu (TANZANIA)

El continente africano tiene dos caras. En algunas partes se puede encontrar una África en su aspecto mejor: forestas con todo tipo de flora y de fauna y espléndidas montañas. Pero en otras partes, África está sangrando debido al deterioro de sus suelos.

La mejor parte del África atrae miles de turistas que brindan una ayuda enorme a nuestros presupuestos nacionales. Pero la mala noticia es que la Iglesia en África no hace justicia a los turistas católicos que tienen necesidad de acompañamiento espiritual. En muchos de los lugares frecuentados por los turistas no hay capellanes asignados específicamente para que les ayuden. Por tanto, solicito a los Padres sinodales a invitar a todas las diócesis en las que existe turismo para que aseguren a los turistas la asistencia espiritual.

La segunda cara de África es la destrucción. El deterioro de sus suelos causado por actividades irresponsables se ha difundido enormemente. En consecuencia, África debe ahora afrontar graves sequías y la erosión del suelo, además de inundaciones en varios lugares. Por esta situación, algunos pobladores de estas áreas han sido obligados a convertirse en “refugiados ambientales”. Estos refugiados por causas del medio ambiente sufren como los demás refugiados. También con ellos debemos hacer justicia. Por esto, pido al Sínodo que se ejerza presión sobre todos nosotros y nuestros gobiernos, tanto en África como en Europa y en América, para que los recursos de nuestro planeta sean utilizados con moderación y de manera sustentable.

[Texto original: inglés]

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INTERVENCIÓN “IN SCRIPTIS” DE UN DELEGADO FRATERNO

Su Gracia Owdenburg Moses MDEGELLA, Obispo de la Diócesis Luterana de Iringa (TANZANIA)

Mi intervención se refiere al Instrumentum laboris, capítulo 1, sección 11, página 5, última frase. Una gran parte, sin embargo, ya sido presentada en el sumario del Sínodo del día 13 de octubre. Quisiera hablar brevemente sobre los tres argumentos, a saber: el arrepentimiento, la resistencia y la colaboración.

Citaré textualmente: “aquello que contamina la sociedad africana es, fundamentalmente, lo que viene de dentro del corazón del hombre” (cfr. Mt. 15, 18.19, Mc. 7, 15 y también Gen 4).

Las fuerzas que han explotado África han sido tanto externas como internas. Mucho se ha hablado de fuerzas externas en este Sínodo y en el curso de los años. Voy a hablar de las fuerzas internas.

El arrepentimiento. Para que la auténtica reconciliación, justicia y paz prevalezcan en África es necesaria una “metanoia” adecuada . Los líderes africanos, en todas las esferas de influencia y en todos los sectores de la vida, se deben transformar y a su vez ser agentes de la transformación. Mientras la fe probablemente es acogida, el arrepentimiento no lo es. La Iglesia universal debe llamar a los jefes de las naciones africanas para que se arrepientan por las atrocidades, la brutalidad, el derramamiento de sangre, la violencia, el engaño, el mal uso de los recursos naturales, el excesivo recurso de la fuerza, los abusos, las violaciones, los fraudes electorales, la manipulación, la corrupción y muchas otras cosas.

La resistencia. La Iglesia universal debe resistir ante los jefes que no temen a Dios para hacerles desistir. Más bien, debe llevarles a tener temor de Dios, a ejercitar la sinceridad, respetando la libertad, la justicia y los derechos, así como la dignidad de todas las personas para comprometerse por la paz y la reconciliación.

La colaboración. Con respeto y humildad, creo que ninguna denominación eclesial puede quedar sola cuando se trate de educar sobre la necesidad de reconciliación, paz y justicia. Ninguna Iglesia puede brillar sola y puede realizar el bienestar global. Como luz del mundo y sal de la tierra, la Iglesia universal debe promover el espíritu del ecumenismo con las otras confesiones y promover el diálogo con las otras religiones.

[Texto original: inglés]
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ZENIT Staff

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