«La laicidad no es posible sin el cristianismo», afirma monseñor Giampaolo Crepaldi

En su lección magistral en el Instituto «Veritatis Splendor» de Bolonia

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BOLONIA, jueves, 2 febrero 2006 (ZENIT.org).- La laicidad no es simple aceptación de la religión «como hecho privado, como secta en el mercado de los sentimientos religiosos o como vaga y genérica mística» porque «las tres actitudes niegan a la religión una dimensión pública», considera la Santa Sede.

Así lo expuso el obispo Giampaolo Crepaldi, secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz, al dictar una conferencia sobre el tema «La laicidad según J. Ratzinger-Benedicto XVI», el 28 de enero en la Escuela de Formación sociopolítica del Instituto «Veritatis Splendor» de Bolonia.

El prelado recordó que «si la razón no se abre a la fe, se absolutiza a sí misma» y «la absoluta laicidad, o laicismo, se convierte en fe. Por tanto, no es verdadera laicidad sino arrogancia de la razón, que se transforma en arrogancia de la indiferencia».

Esta idea de la laicidad produjo el pensamiento de que la política y el Estado no deben tener nada que ver con la verdad sino sólo con la argumentación racional según procedimientos correctos, indicó el secretario del dicasterio vaticano.

Según Crepaldi, «rechazando el cristianismo, el Estado occidental rechazó también la razón que el cristianismo llevaba consigo» y «rechazando a Dios, se entrega a los dioses» porque «cuando el hombre se sustrae a Dios, se le desploman encima los dioses».

Tras explicar que el cristianismo no se unió a ninguno de los mitos que abundaban en el panorama religioso de la época, sino con la verdad del «logos», con el Dios de los filósofos, y que de este modo asumió en sí el tema de la verdad, Crepaldi subrayó que «el Dios cristiano no es sin embargo sólo verdad sino también es amor. Pero el hecho de que sea amor no elimina su ser verdad».

El prelado lamentó la emergencia de una «dictadura del relativismo, que lleva al nihilismo de la técnica» y «decreta la insostenibilidad de una laicidad separada de la trascendencia», mientras que «la laicidad verdadera es la que no sólo admite o tolera la trascendencia sino que siente su necesidad y la promueve».

«Sólo una laicidad que no excluya la trascendencia puede ser verdaderamente laica», asumiendo al menos el postulado de la creación, es decir de un «designio inteligente que gobierna al mundo», subrayó.

Partiendo del presupuesto de que la fe cristiana es portadora de la convicción de que «sólo la razón creadora… puede verdaderamente mostrarnos la vía», la laicidad debería, según Crepaldi, permitir o mejor desear «que el cristianismo difunda en la cultura esta convicción».

Para el secretario del Pontificio Consejo, «la trascendencia es por tanto exigencia de la misma laicidad y de la valorización del papel público de la religión; es la condición para que la laicidad pueda preservarse de las tentaciones de la dictadura del relativismo».

Crepaldi concluyó afirmando que «abriéndose indiscriminadamente a todo lo externo, sin más confianza en sí mismo y sin contar con su nexo con el cristianismo, Occidente no logra integrar ya nada, ni siquiera a sí mismo».

Por esta razón es evidente que «Occidente no puede permitirse abatir los puentes con el cristianismo» y que «la laicidad no es posible sin el cristianismo».

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ZENIT Staff

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