La «pacífica» caída de Hong Kong bajo el dominio comunista de Pekín

Denuncia del cardenal Joseph Zen Ze-kiun

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SIENA, lunes, 25 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Se van desmantelando en Hong Kong, por vía legislativa, ciertas garantías religiosas y educativas negando a los católicos y a los protestantes dirigir sus escuelas, una tendencia ateísta que vuelve a hacer presentes antiguos fantasmas, denuncia el cardenal Joseph Zen Ze-kiun.

«China y libertad» es el binomio que la Fondazione Liberal ha puesto en el centro de la tercera edición de las jornadas internacionales sobre pensamiento histórico celebradas viernes y sábado en la ciudad italiana de Siena.

El subtítulo de estos días de trabajo, como apunta el diario «Avvenire», es elocuente: «Una potencia mundial contra los derechos del hombre: ¿y qué hace Occidente?».

En una mesa redonda participó el obispo de Hong Kong, el cardenal Joseph Zen Ze-kiun, cuya intervención publica en parte el diario italiano y que, por su interés, ofrecemos a continuación a los lectores.

* * *

Muchos chinos, antes de tener ocasión de conocer el cristianismo, conocieron el ateísmo post-cristiano. Afortunadamente esto no constituye toda la historia. El Dios de los cristianos no se marchó de vacaciones y sus fieles, los misioneros de toda nacionalidad, vinieron a traer a los chinos el verdadero cristianismo, testimoniado por su caridad más que por su predicación, y los chinos creyeron a los mensajeros y aceptaron el mensaje hasta testimoniarlo a su vez con la vida.

Mientras la tormenta comunista arreciaba en China, desconocida para el resto del mundo, y mientras el partido se arrogaba todo derecho sobre toda persona, en Hong Kong otra población china vivía tranquila a la sombra del régimen colonial británico. Era gente huída de China que con su laboriosidad, unida a la experiencia administrativa de los oficiales coloniales, hicieron de esta ciudad la perla de Oriente.

La Iglesia ha tenido su parte relevante en esta feliz historia. Los misioneros, expulsados de China, se detuvieron a servir a los refugiados brindando la educación y los servicios sociales que entonces el gobierno no era capaz de proveer adecuadamente. La gente gozaba de todas las libertades, si bien en un régimen colonial ninguno soñaba con conquistar la democracia.

Pero en cierto momento se presentó lo impensable, el absurdo: mientras muchas naciones se liberaban del comunismo, Hong Kong tenía que caer pacíficamente bajo el dominio comunista. Sí, la isla y el territorio interior de Hong Kong fueron tomados a la fuerza por los británicos y antes o después debían volver bajo soberanía de China, pero la China de 1997 está bajo la dictadura del comunismo. Para aliviar el miedo de la población y de la gente que invierte capitales en Hong Kong, Deng Xiao Ping inventó la fórmula mágica «un país, dos sistemas», Hong Kong puede mantener su sistema capitalista aún siendo ya una parte integrante de la República Popular China.

Ello no eliminó del todo los temores, especialmente después del incidente de la plaza de Tiananmen en el verano de 1989. El último gobernador británico, Chris Pattern, católico practicante, intentó construir una estructura casi democrática, pero era demasiado tarde. En cuanto llegó el 1 de julio de 1997 [fecha del traspaso de Hong Kong, como región de administración especial, a China. Ndt], fue inmediatamente desmantelada y el poder se puso en manos de un grupo de personas amigas de Pekín. Se instituyó una extraña alianza entre los poderosos de Pekín y los ricos capitalistas de Hong Kong. Pasando revista a estos casi diez años después del traspaso, se constata la formación de una nueva cultura: de adulación de los poderosos y la opresión de los débiles.

Hay quien acusa a la Iglesia de haber sido aliada del régimen colonial y de haberse convertido por sistema en opositora del actual gobierno. Nada más falso. La realidad es que el gobierno colonial, aún no democrático, estaba controlado por una democracia en la patria, y aún siendo estrictamente no confesional, representaba una nación de cultura cristiana. Intereses comunes hacían natural una colaboración que, sin embargo, no podía ser sospechosa de favoritismo por parte del gobierno ni de sometimiento por parte de la Iglesia.

Después del paso del 1 de julio de 1997, una serie de injusticias perpetradas o intentadas por el gobierno contra el pueblo ha obligado a la Iglesia a exponerse en favor de los débiles, a ser la voz de los que no tienen voz. La letanía de injusticias puede ser muy larga, pero me concentro en los siguientes casos:

1. El gobierno provisional inmediatamente después del 1 de julio de 1997 abolió ciertas leyes aprobadas porco antes del 1 de julio de 1997 a favor de los obreros.

2. Ha resucitado en cambio ciertas leyes, restrictivas de las libertades civiles, ya desde hacía tiempo en desuso y abolidas poco antes del paso (por ejemplo, el derecho de reunión, de protestar).

3. El gobierno ha restringido el derecho de reunión familiar, esto es, el derecho de los hijos de residentes en Hong Kong nacidos en el continente a vivir en Hong Kong, un derecho reconocido por acuerdos internacionales y también claramente expresado en la Constitución.

4. Cientos de niños sin carné de identidad (sólo con el permiso provisional de residencia, pero que dura 3 ó 4 años), han sido privados del derecho de ir a la escuela, no sólo ofendiendo su derecho a aprender, sino causando también profundos sufrimientos psicológicos a aquellos niños que se sienten abandonados por la sociedad.

5. Con una serie de consultas ficticias, el Gobierno hizo aprobar en el año 2004 una nueva ley educativa (que entrará plenamente en vigor en el año 2010) con la cual se negará a la Iglesia católica y a los protestantes la verdadera capacidad de dirigir sus propias escuelas.

Entre los derechos humanos ciertamente figura en primer lugar la libertad religiosa. Sobre esto, entendiendo el estricto ejercicio de nuestra fe, no tenemos nada que lamentar en Hong Kong. Pero más allá del límite entre Hong Kong y el resto en China la situación es complemente otra. La libertad religiosa que está recogida por las constituciones es prácticamente administrada por los oficiales del gobierno que son convencidos seguidores del ateísmo.

[Traducción del italiano realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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