La situación que encontrará el Papa en su viaje a Estados Unidos

Diagnóstico del presidente de los Líderes Hispanos Católicos

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NUEVA YORK/ROMA, domingo, 9 marzo 2008, (ZENIT.org).- Benedicto XVI traerá esperanza en abril a los Estados Unidos, en un momento en el que el país atraviesa momentos difíciles.

El actual contexto está marcado por la «recensión» o «desaceleración económica», las «heridas todavía abiertas en la Iglesia por los casos de abusos sexuales», la «difícil gestión de la inmigración» y el «panorama bélico» mundial que empaña el horizonte.

Lo evidencia a Zenit el presidente de la Asociación Católica de Líderes Hispanos (CALL, Catholic Association Latino Leaders), Mario J. Paredes, que traza un diagnóstico del país y afirma que en este contexto «los católicos entendemos esta visita del Papa a nuestras Iglesias particulares como una visita que debe fortalece nuestra fe y alentar nuestra esperanza».

El Papa visitará los Estados Unidos del 15 al 20 de abril de este año.

El presidente de la recién creada asociación que agrupa a los líderes católicos hispanos precisa que «en la persona del Papa, los católicos no recibimos únicamente a un jefe de Estado, tampoco y muchísimo menos recibimos en él solamente a un gran escritor o personaje famoso».

«Los católicos recibimos al Papa con enorme gratitud y nos alegramos con su visita y presencia física entre nosotros porque él es, ante todo, el sucesor de Pedro, el primero de los apóstoles en la Iglesia y el que nos ha de confirmar siempre en la verdad y en la unidad», apunta.

«Benedicto XVI nos visita en un espacio tiempo condicionado y caracterizado por circunstancias difíciles no sólo para el acontecer de los Estados Unidos sino para la historia del entero continente americano y del mundo», aclara.

«En el interior de la nación, hoy vivimos un preocupante y evidente momento de «recesión» o «desaceleración» de la economía con todo lo que ello significa: menos posibilidades laborales y, con ello, menos oportunidades de acceso al bienestar personal y social, vale decir, a una educación más cualificada, a vivienda, una mejor atención en asuntos de salud, etc.», constata.

Momento económico «difícil» que, por lo demás, «revela de manera grave y escandalosa las enormes brechas y desigualdades que se dan al interior de la sociedad norteamericana en la que unos pocos tienen en demasía mientras millones sobreviven en una situación injusta para quienes habitan en la primera potencia del mundo e indigna, por inhumana, para los hijos de Dios», añade este directivo.

«Nos encontramos inmersos en una contienda electoral por la presidencia de la nación. Nación en la que social y gubernamentalmente están en juego y son temas relevantes e inaplazables algunos tan delicados y polémicos como el de la guerra y la paz, el derecho de los no nacidos, los derechos civiles, la política externa de los Estados Unidos, la moral sexual pública, la reforma migratoria en búsqueda de derechos ciudadanos para quienes engrandecen con su trabajo, sudor, renuncias y sacrificios la economía del país y luego, en pago, son abusados, explotados, maltratados y perseguidos», indica.

La inmigración no está resuelta, advierte: «Existe un tratamiento a inmigrantes que riñe con la presentación que hace Estados Unidos ante el mundo como puerto y oasis de libertad, de democracia y de respeto por los derechos civiles y la dignidad del ser humano».

«Nos encontramos, como si todo lo anterior no bastase, inmersos en conflictos bélicos en distintos puntos del planeta, especialmente en Irak. Con perdidas de vida inocentes, injustos e injustificados gastos en armamento, destrucción de lo que otrora fuera tierra del Antiguo Testamento y enorme retroceso en el progreso y desarrollo de la milenaria tarea humanizadora y civilizadora de la especie humana», afirma.

Mario J. Paredes también traza un cuadro eclesial: «Al interior de la Iglesia católica que peregrina en esta nación la crisis social no es un hecho ajeno».

«Nos acompañan, aun frescas, las heridas causadas por los recientes escándalos de abuso sexual en los que se vio involucrado un gran número de ministros ordenados, así como una cada vez más preocupante merma en las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa y el permanente desafío de construir, en medio de tanta diversidad nacional e inmigrante, la «catolicidad» y el «ecumenismo», es decir: la unidad universal enriquecida, precisamente, por esa misma diversidad étnica, social y cultural»

«Diversidad que tiene rostros concretos: los de más de 46 millones de hombres y mujeres de origen hispano habitantes en esta nación (la inmensa mayoría de ellos con raíces e identidad católica) sin contar con los números crecientes de la inmigración que procede de Europa, Asia y África. Todo lo cual constituye actualmente a los inmigrantes en más de la cuarta parte de la población de los Estados Unidos», anuncia.

«Benedicto XVI tiene frente a esta realidad su propio desafío pues los hombres y mujeres de buena voluntad, católicos o no, que peregrinamos en esta nación, condicionados por estas y otras circunstancias, le aguardamos con el anhelo de que con su mensaje, a la luz del Evangelio, cumpla con aquel oráculo del profeta Isaías: «El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz y a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les brilló»», confiesa.

Esta visita crea expectación para conseguir que «la experiencia religiosa y cristiana, vivida en el seno de la Iglesia católica, sea cada vez más una experiencia de vida posible, amable, creíble, esperanzadora, salvadora», concluye.

Por Miriam Díez y Bosch

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ZENIT Staff

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