Los papas Juan XXIII y Pablo VI dieron mensajes que dejaron atrás la doctrina de la guerra justa

Coloquio con el cardenal Georges Cottier, testigo directo del Concilio Vaticano II (parte final)

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Por José Antonio Varela Vidal

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 13 julio 2012 (ZENIT.org).- Se dice que quien no aprende de sus errores, corre el riesgo de repetir la historia. Es algo que tiene muy claro el cardenal Cottier cuando analiza el tiempo presente, en el cual opera una Iglesia que ha recibido luces y certezas del Concilio Vaticano II. Esto le permite dialogar con un mundo que es «rápido para contestar y lento para escuchar», todo lo contrario de lo que dice el sabio refrán.

Al finalizar esta inolvidable entrevista con un testigo viviente del evento más trascendental de la Iglesia en el siglo XX, nos damos cuenta que ha hecho bien el papa Benedicto XVI en convocar a una celebración universal del Vaticano II, porque fue un punto de arranque de algo nuevo querido por Dios, cuyos verdaderos resultados aún están por verse…

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Hemos hablado de aquel perdón público querido por el beato Juan Pablo II… Según su parecer, ¿qué esta haciendo la humanidad hoy, sobre lo cual tendrá que pedir perdón mañana?

–Card. Cottier: Todo el problema de la banalización del aborto, y también la apertura sin respeto, de algunos campos del embrión humano; se trata de grandes pecados, que corremos el riesgo de pagar. Ahora hay una oportunidad de ver, como sabe, el sexo del bebé en el vientre de la madre, y en algunos países hay quienes prefieren el varón a la mujer y tienen ya un grave desequilibrio demográfico. Yo diría también la permisividad en el mundo del sexo, esto acaba siendo un delito contra la persona, en este caso la mujer, o incluso los niños.

¿Solo a este nivel?

–Card. Cottier: Hay otro nivel, el comercio de armas. Se hacen esfuerzos pero el proceso como tal no ha terminado. Cuando hay guerra en África, estas en la actualidad son muy duras y con muchos inocentes, pero todo el armamento se hace en nuestras fábricas de Occidente, o incluso en China o Rusia. Después de todo esto, hay por supuesto una mirada también en la economía actual, la tolerancia de algunas miserias y tantas otras cosas, el futuro será severo con nosotros.

¿Y la Iglesia católica como da una respuesta a ello?

–Card. Cottier: Todos estos son pecados contra los que la Iglesia siempre ha luchado, pero lucha con los medios evangélicos de la predicación y con algunas iniciativas. Y diré también, «el bien es más eficaz que el mal», pero las apariencias parecen decir lo contrario. Porque el bien no se ve, es en silencio, es como la imagen que Jesús toma de la semilla que cae en la tierra y madura lentamente, pero el mal hace mucho ruido y deja restos de muerte, y también la muerte espiritual en las almas. Hemos hecho grandes progresos desde la última guerra, donde la experiencia fue tan terrible que hay una toma de conciencia a la actitud pacífica, al diálogo, que es un resultado del Conciclio Vaticano II, esto cambia las cosas.

El Concilio ha cambiado también la actitud hacia la guerra, ¿no?

–Card. Cottier: Hasta las dos últimas guerras mundiales, los teólogos hacían antes una teología de la guerra justa, que es un problema importante. Así como de cosas monstruosas y también del poder de los medios, como la bomba atómica, etcétera. Ahora vemos que la guerra no es ya una solución, me refiero a la guerra moderna. Pero, ¿qué pasó? Comenzó el Concilio y de inmediato, el papa Juan XXIII con la encíclica Pacem in Terris y luego con el gran discurso de Pablo VI en las Naciones Unidas durante el Concilio, la Iglesia comenzó a desarrollar una doctrina de paz y no más de la guerra, lo que vemos en todos los discursos del 1 de enero. Hay todo un conjunto de reflexiones sobre la paz que es hermoso, y esto es una contribución moderna.

¿Usted cree que hay algunos sectores de la Iglesia que con su actitud están obrando mal otra vez, y después se tendrá que pedir perdón?

–Card. Cottier: Sí, está por verse, podría ser. Yo no diría Iglesia como la quiere Cristo, sino de los miembros o sectores del mundo cristiano. Ciertamente están los prejuicios, por ejemplo, el ignorar a los pobres de parte de los ambientes ricos, esto no es justo. La división de los bienes, la tolerancia de algunas leyes injustas, o el uso de la violencia como se ha dado, pero que no es la Iglesia. Y en los documentos recientes, por ejemplo, se insiste sobre la democracia. Pero ¿qué significa democracia? No es solo la votación, es la participación de los hombres como personas.

Vemos la desobediencia en algunos sectores, por ejemplo, al norte de Europa… ¿Por qué surge todo esto? ¿Es una manera de pensar que así la gente irá más a las iglesias?

–Card. Cottier: No, creo que estos movimientos han existido siempre, de contestación en la Iglesia, y luego se ha vuelto una cosa más frecuente después del 1968 en Europa y América del Norte. están los grupos con reinvindicaciones que son demasiado insensatos. Y algunas mujeres han querido incluso el sacerdocio femenino. Así que la Iglesia debe hacer mucho para valorizar los dones masculinos y femeninos, pero en la vocación de cada uno. Es interesante ver que estas reinvindicaciones están a menudo acompañadas de un rechazo a la naturaleza humana. Todas esas historias de ‘género’, en que finalmente la diferencia sexual es un hecho cultural y no natural. La naturaleza es un camino para la vocación, sea del hombre como de la mujer.

De esto ya habló la Iglesia, ¿no?

–Card. Cottier: Por la tradición que viene de Cristo, Juan Pablo II fue claro y dijo: no se puede, porque la Iglesia no se siente capaz de tocar una cosa en la que Cristo mismo dio el ejemplo. Luego responden que Cristo se había adaptado a su época, pero creo que es un argumento que no vale mucho, porque la Virgen que siempre ha sido central, nunca tuvo funciones sacerdotales, es otra vocación. Es interesante que muchas feministas que quieren el sacerdocio femenino, lo que piensan es en un lenguaje de poder, y esto es falso, por lo que el papa ha repetido en los últimos tiempos muchas veces, que es un servicio, con lo que se ve que cambia mucho.

Hay otras cuestiones «candentes», ¿verdad?

–Card. Cottier: Sí, el matrimonio de los sacerdotes, que es una cuestión que viene de las primeras demandas de la reforma protestante, en que los sacerdotes están casados. Pero el evangelio no es fácil, es exigente, y es exigente porque nos lleva a un gran fin, y la alegría evangélica no es la sociedad de consumo, es la alegría de Dios. Hay una conveniencia espiritual muy profunda con esta intención del celibato en la Iglesia de rito latino, que trae muchos frutos espirituales y que no debemos perder.

Porque no solo es un esposo, sino también un padre de familia…

–Card. Cottier: La vocación de padre de familia no es una vocación pequeña. Hoy en día emplea mucho del espíritu, y no sé si sería compatible; al menos la Iglesia cree que cuando se produce la consagración de los obispos, este es considerado como el esposo de su Iglesia. Y yo diría que hay algo análogo en el clero diocesano. Así que hay un tesoro espiritual en esto al que la Iglesia no puede renunciar. Algunos obispos presentan el tema, pero no es un pecado hacerlo, se debe estudiar, ¿comprende? Estas son cuestiones que se deben afrontar en la nueva evangelización.

Por último, ¿cuál sería su mensaje a las generaciones más jóvenes que están empezando su camino en la Iglesia, por ejemplo, sacerdotes, religiosas, personas que ofrecen su vida como usted la ha ofrecido?

–Card. Cottier: Yo diría aquello que dice el santo padre actualmente, y es una palabra que se repite con frecuencia en sus discursos, es «la alegría». Diría lo mismo, hagan esto con alegría, entusiasmo y fidelidad al Evangelio, porque su tarea en el servicio e
s también un testimonio. Y el testimonio es la vida evangélica, no hay nada que inventar, el Evangelio nos lo da todo…

Se puede leer la parte anterior de esta entrevista en: http://www.zenit.org/article-42732?l=spanish.

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ZENIT Staff

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