Malas noticias para los creyentes en China

A pesar de informes prometedores, Pekín no parece cambiar

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HONG KONG, 13 abril 2002 (ZENIT.org).- En las últimas semanas, se ha especulado sobre la posibilidad de que el régimen chino adopte una postura más suave ante la religión. “China reconsidera su Política Religiosa para evitar la Críticas de Estados Unidos”, informaba el 6 de febrero el Wall Street Journal.

El artículo sugería que el régimen estaba replanteándose sus políticas de línea dura. A finales del año pasado, los líderes de China pidieron un nuevo replanteamiento de su actitud hacia la religión, una revisión que al parecer todavía está en curso, indicaba el periódico.

Los líderes comunistas esperan que una política más conciliadora incitaría a los creyentes religiosos a adoptar una postura menos hostil hacia Pekín. Esta reconsideración se habría visto forzada debido a un resurgimiento de la religión en el país. Aunque las autoridades sólo reconocen cinco religiones establecidas, y los fieles sólo pueden reunirse en lugares registrados, un renacimiento religioso ha recorrido China en los últimos años.

Se estima que la Iglesia protestante oficial en China tiene 15 millones de miembros, mientras que la Iglesia católica “patriótica”, controlada por el Estado, cerca de 10 millones, informaba el Boston Globe el 3 de marzo. Se cree que los miembros de las iglesias clandestinas son dos veces superiores a estas cifras, y crecen rápidamente, declararon al Globe especialistas en religión.

Si estas cuentas son exactas, la población cristiana de China puede exceder ya al número de miembros del Partido Comunista, observaba el Globe.

Además de esta presión interna, China está viendo cómo aumentan las protestas internacionales por su falta de respeto a la libertades básicas en materia de religión. Su campaña actual para acabar con el movimiento Falun Gong ha recibido atención continua y la condena de la prensa mundial.

Pero según el obispo auxiliar de Hong Kong, Joseph Zen, las expectativas de un cambio de política no parecen probables. El obispo Zen, en una entrevista publicada el 2 de marzo en al Tablet, semanario católico británico, confirmaba que responsables de asuntos religiosos habían tenido una reunión a alto nivel con el Politburó del Partido Comunista Chino.

El obispo Zen afirmó: “Tuve una visita de algunos amigos del Frente Unido de la Seguridad Pública de Shangai y les pregunté: ‘¿Hay una nueva política y una nueva apertura?’ Me respondieron: “Sentimos decepcionarte; pero no hay nada nuevo. Dos resultados surgieron de aquella reunión: Uno, que los cultos ilegales deben ser suprimidos; segundo, que se debe controlar la religión tradicional’. El Partido Comunista se pone nervioso ante cualquier cosa secreta o clandestina”.

El obispo de Hong Kong observaba que incluso dentro del Partido Comunista hay voces preparadas para aceptar el cambio. Permitir la economía de libre mercado hace más duro el denegar a la gente otras libertades, hacía notar.

Continúa la represión
Aunque los líderes de China se replanteen su política, esto no ha implicado el fin de la dura política represiva. Documentos sacados clandestinamente de China han sacado a la luz órdenes oficiales dirigidas a los jefes de policía en las que se les pide torturar a las mujeres que formen parte de las Iglesias cristianas, informaba el Times de Londres el 11 de febrero.

Jubilee Campaign, una organización de derechos humanos británica, pudo demostrar que se había abusado de las mujeres utilizando cables eléctricos, habían sufrido abusos sexuales y habían sido golpeadas con el objetivo de que acusaran a sus pastores religiosos de violación.

Jubilee Campaign mostró al Times algunos de los documentos del Ministerio de Seguridad Pública. Entre ellos, uno ordena la prohibición de una serie de “cultos” considerados como un “peligro importante para la seguridad y defensa internas». Estos cultos se identifican con cualquier grupo que rechace el registro establecido por el gobierno y entre ellos se encuentran las misiones católicas y protestantes, así como los grupos de Falun Gong.

Otro texto es un discurso de Sun Jianxian, influyente funcionario de Seguridad pública, en el que pide a sus oficiales que intensifiquen las medidas enérgicas que deben mantener ocultas a “las potencias occidentales que sigue manteniendo sus estrategias de ‘occidentalización’ de nuestro país”.

Otro dossier de documentos oficiales, en los que se demuestra la campaña de persecución religiosa, fue publicado el 11 de febrero por el Freedom House’s Center for Religious Freedom. Se trata de siete documentos secretos, fechados entre abril de 1999 y octubre del 2001, en los que se establecen medidas oficiales enérgicas contra las grandes Iglesias cristianas no registradas y otros grupos religiosos a nivel nacional.

“Estos documentos proporcionan evidencias irrefutables de que China continúa determinada a erradicar toda religión que no pueda controlar, usando tácticas extremas”, afirmó la directora del Center for Religious Freedom, Nina Shea.

“Se criminaliza la actividad religiosa normal, y, como atestiguan las sentencias de muerte contra el pastor de la iglesia del sur de China, Gong Shengliang, y de varios de sus compañeros, las directivas subrayadas en estos documentos se están llevando a cabo con una determinación despiadada”, concluía.

En febrero, International Christian Concern declaraba que documentos del gobierno chino revelan que más de 23.686 cristianos han sido arrestado desde 1983; 20.000 han sido golpeados, y 129 asesinados, en un esfuerzo por acabar con las iglesias clandestinas. Los documentos fueron hechos públicos por el Comité para la Investigación de la Persecución Religiosa en China. Expertos en política china testificaron que los documentos eran auténticos.

La agencia misionera de la Santa Sede Fides también ha acusado a las autoridades chinas de continuar con los arrestos de obispos y de clero que pertenecen a la Iglesia católica clandestina, perseguida por su rechazo a someterse al control del gobierno. El 22 de febrero, Fides publicaba una lista de 33 personas necesitadas de oraciones, obispos y sacerdotes. Algunos de ellos han desaparecido, otros están bajo arresto domiciliario. Todos son miembros de la Iglesia clandestina.

Fides hacía notar que la detención y la “reeducación” de católicos ha continuado tras la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio. Oficialmente, se consideran medidas para prevenir el “desorden social”. Pero algunos de los obispos tienen entre 70 y 80 años, y solamente se dedican a trabajos de caridad en los orfanatos, escuelas y dispensarios médicos, señalaba Fides.

El tema de la libertad religiosa salió a la luz con la reciente visita del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a China. En una rueda de prensa llevada a cabo por Bush y el presidente chino Jiang Zemin, éste último afirmó que sus compatriotas eran libres de seguir la religión que quieran, y que los obispos católicos arrestados deben haber quebrantado la ley.

Bush censuró a Jiang, diciendo, “Todas las personas del mundo, incluido el pueblo de China, deberían ser libres de elegir cómo vivir, como creer, y cómo trabajar”, informaba Associated Press el 21 de febrero.

La posición de los líderes chinos quedó de manifiesto con un hecho: las observaciones de Bush, en las que pidió libertad de religión en un encuentro con estudiantes universitarios chinos, fueron censuradas. El discurso fue transmitido en vivo, y completo, pero casi la mitad de las menciones de Bush fueron corregidas en la trascripción hecha pública por la agencia de noticias oficial Nueva China, según Los Angeles Times del 23 de febrero. Entre las partes recortadas por las autoridades estaba la alabanza al estatus de Estados Unidos como “un faro de esperanza”, los comentarios de Bus
h sobre su fe personal, y una llamada a que termine la persecución religiosa en China.

El primer ministro Zhu Rongji, en un discurso a la sesión anual del Congreso Nacional del Pueblo, el parlamento de China, pidió controles más intensos sobre la religión. Zhu exigió que los asuntos religiosos se lleven de manera más estricta y urgió a los grupos religiosos a que se adapten a la sociedad socialista, informó Reuters el 5 de marzo. Las esperanzas de un relajamiento de la política de Pekín parecen prematuras.

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ZENIT Staff

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