Mensaje del episcopado mexicano: Llamamiento a la «conversión pastoral»

Al concluir la asamblea general de la conferencia episcopal

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MÉXICO, viernes, 23 abril 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje del episcopado mexicano «Cristo resucitado nos llama a la santidad, a la conversión pastoral y a la comunión» publicado este viernes al final de la asamblea general.

MENSAJE DEL EPISCOPADO MEXICANO CRISTO RESUCITADO NOS LLAMA A LA SANTIDAD, A LA CONVERSIÓN PASTORAL Y A LA COMUNIÓN

Y sucedió que mientras iban de camino y discutían entre sí, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos (Lc 24,13)

SALUDO INICIAL

1. ¡Que la Paz esté con ustedes! Con el saludo de Cristo Resucitado, los Obispos de México reunidos en nuestra LXXVII Asamblea Plenaria, del 19 al 23 de abril del 2004, año de la Eucaristía, compartimos al pueblo de Dios el gozo, la paz y la esperanza que hemos experimentado en estos días y que brotan de la Pascua de Cristo que estamos celebrando.

2. El ha querido hacerse peregrino y acompañarnos, haciendo camino con nosotros, asumiendo nuestras situaciones históricas, escuchando nuestras dudas y vacilaciones, iluminando nuestras mentes, inflamando nuestros corazones y abriéndonos los ojos para reconocerle como hermano, como Redentor, como el Señor de la historia.

3. Sí, Él es el Señor Jesús, Señor del tiempo y de la eternidad, y creemos que no se nos ha dado bajo el cielo otro Nombre en el cual podamos salvarnos. En las actuales circunstancias del mundo y de la Iglesia en México, queremos proclamar que sólo la fuerza de la Resurrección del Señor podrá transformar a la humanidad y a nuestra Patria, para hacer de México la nación, con bienestar y esperanza, que todos anhelamos.

EL CAMINO ESPIRITUAL DEL OBISPO

Y empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre El en todas las Escrituras (Lc 24, 27).

4. Los Obispos de México hemos acogido la llamada que nos ha hecho el Santo Padre para que seamos verdaderamente “ministros de la comunión y de la esperanza para el Pueblo Santo de Dios” (Pastores Gregis, 13). Para esto, queremos hacer nuestro propio camino espiritual que, dada nuestra vocación y nuestra misión, es un camino exigente de santidad, vivido en unión con el pueblo de Dios, en un itinerario que es al mismo tiempo personal y comunitario, como la vida misma de la Iglesia.

5. Entendemos la santidad como un reflejo del amor de Dios, a partir del encuentro personal con Cristo vivo, que se realiza en la vida de cada día, con una pedagogía de servicio programado a las personas y a las comunidades. La santidad tiene que impregnar toda nuestra acción pastoral de principio a fin, asumiendo los sentimientos y las actitudes de Cristo, el Buen Pastor, bajo la inspiración transformante del Espíritu Santo.

6. Somos conscientes de que nuestra vocación a la santidad tiene que ser respaldada por una actitud personal de cada uno de nosotros que nos lleve a una congruencia entre lo que somos y lo que hacemos, lo que decimos y lo que vivimos, lo que debemos hacer y el ejemplo que damos a los demás: “antes purificarse, después purificar; antes dejarse instruír por la sabiduría, después instruír; convertirse primero en luz y después iluminar; primero acercarse a Dios y después conducir los otros a El; primero ser santos y después santificar” (San Gregorio Nacianzeno, citado por Juan Pablo II en Pastores Gregis, 12)

EL CAMINO DE LA CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO EN EL TRIENIO QUE COMENZAMOS (2004 – 2006)

¿No estaba ardiendo nuestro corazón, cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lc 24, 32).

7. Los Obispos de la Conferencia del Episcopado Mexicano nos hemos dado a la tarea de buscar lo que Dios quiere de nosotros para hacer del encuentro con Cristo vivo, el punto de partida de nuestra vida y de la acción pastoral, asumiendo los desafíos concretos que vive nuestra Patria en estos momentos de su historia y atendiendo a los reclamos que nos hacen explícita o implícitamente nuestros fieles.

8. En continuidad con este propósito, queremos renovar las estructuras administrativas y pastorales de nuestra Conferencia, para que sirvan mejor a la colegialidad episcopal, para ser más eficientes en el discernimiento pastoral y en la transformación de la realidad con la fuerza del Evangelio y para prestar un servicio mejor a la pastoral de conjunto de nuestras Iglesias particulares. Todo esto lo haremos a través de nuestras Comisiones Episcopales renovadas y mejor coordinadas en torno a esos objetivos.

9. En esta Asamblea, que es la primera del trienio, hemos reflexionado con seriedad en nuestra vocación a la santidad, a la conversión pastoral y a la comunión. Creemos que en estas realidades está en juego lo específico y lo propio de nuestra misión de Pastores. El Papa nos ha insistido una y otra vez en este mismo sentido, cuando nos invita a que demos la primacía a la gracia divina, a la oración, a que seamos testigos de Cristo, con una vida santa.

10. No dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es la santidad (Juan Pablo II). En efecto, el momento que vivimos es de un fuerte secularismo, aumenta el número de personas que se dicen sin religión, crece el analfabetismo religioso, prolifera un preocupante mercado de propuestas religiosas, y en la mentalidad común se difunden posturas ajenas al Evangelio. Ante esta situación la frase del Papa nos urge a los Obispos a responder a quienes buscan con sinceridad a un Cristo vivo, a los que desean nuevas formas de oración y tienen hambre de la Palabra de Dios, a quienes anhelan un camino espiritual que dé sentido a sus vidas y a muchas personas que quieren hacerse solidarias con los más necesitados. Pensamos principalmente en los jóvenes, en las familias y en muchos hombres y mujeres de buena voluntad. Por otra parte, la invitación a programar la santidad (NMI, 31) nos exige que nuestros planes pastorales estén impregnados de principio a fin por este señalamiento que el Papa nos hace.

11. Para promover la Nueva Evangelización – nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión – debemos estar dispuestos a una conversión pastoral que implica un cambio de mentalidad, de actitudes y de conductas; para lo cual es necesaria una perseverante docilidad al Espíritu que transforma los corazones y convierte a las comunidades en signos elocuentes de una forma diferente de pensar y de vivir. El complejo fenómeno de la globalización, los cambios culturales acelerados, la gran influencia de los medios de comunicación y los múltiples retos que afronta la sociedad mexicana en todos los ámbitos, son un desafío a nuestra creatividad pastoral, a nuestra sensibilidad de creyentes y a nuestro espíritu misionero.

12.- “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión es el gran desafío que tenemos entre nosotros… si queremos ser fieles al designio de Dios” (NMI, 43). La comunión es la esencia de la Iglesia de Cristo y una espiritualidad de comunión es absolutamente necesaria como testimonio creíble frente al individualismo, la competitividad egoísta y la cultura del libre mercado sin responsabilidad social. La espiritualidad de comunión nos exige incrementar la interrelación episcopal, promoverla en nuestras respectivas diócesis y estar abiertos a colaborar con otras instancias no eclesiales, siempre en un clima de respeto, de diálogo y de aceptación, presentando coherentemente los principios y los criterios de nuestra fe.

LA CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO EN EL CONTEXTO DE LA REALIDAD MEXICANA

Ellos le rogaron insistentemente: quédate con nosotros porque atardece y el día ya ha declinado (Lc 24, 29).

13. Como mexicanos y como creyentes, los Obispos estamos atentos para mirar los acontecimientos en el mundo y particularmente en México con ojos de fe, para ofrecer oportunam
ente una palabra que anime y oriente al pueblo cristiano con criterios seguros. Nuestro país vive momentos decisivos en su historia y necesita la participación responsable y perseverante de las personas y las instituciones para lograr las transformaciones que la Patria necesita a favor del bienestar integral de los mexicanos, particularmente los sectores más débiles. Los Obispos nos comprometemos para aportar lo que nos corresponde, conforme a nuestra misión, en orden al bien común, e invitamos a todos los fieles a que cumplan con sus deberes como ciudadanos y como cristianos.

14. Hacemos nuestros los señalamientos del Papa Juan Pablo II, en su Discurso al nuevo embajador de México ante la Santa Sede, en febrero pasado. “Es de desear que la Iglesia en México pueda gozar de plena libertad en todos los sectores donde desarrolla su misión pastoral y social. La Iglesia no pide privilegios ni quiere ocupar ámbitos que no le son propios, sino que desea cumplir su misión en favor del bien espiritual y humano del pueblo mexicano, sin trabas ni impedimentos”.

15. En este contexto asumimos los deseos del Santo Padre de que logremos impulsar más la educación religiosa en diversos ambientes, la asistencia espiritual en los centros de salud y de readaptación social del sector público, así como una mayor presencia en los medios de comunicación. El Papa nos recuerda que la religión no es un asunto meramente privado, por lo que la Iglesia tiene derecho a enseñar su doctrina y a emitir juicios morales sobre asuntos que afectan al orden social, cuando lo exigen los derechos fundamentales de la persona o el bien espiritual de los fieles. Nos parecen muy oportunas sus recomendaciones para trabajar en la defensa de la vida y de la familia, tan impunemente atacada. El Papa nos pide seguir construyendo una cultura democrática dejando de lado los intereses partidistas, y consolidar el Estado de derecho. Igualmente importante es la lucha contra la pobreza, con medidas de carácter técnico y político que deberán estar sustentadas en valores éticos auténticos. Finalmente nos pide una especial atención pastoral hacia los indígenas y los migrantes.

EN CAMINO HACIA EL XLVIII CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL

Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron (Lc 24, 30).

16. Hemos terminado esta Asamblea con la experiencia vivificante de los discípulos de Emaús, pues, en verdad, en la Eucaristía de cada día, al partir el Pan, Jesús nos ha mostrado su rostro y el de nuestros hermanos, nos ha hablado como amigo, nos ha mostrado su amor sin límites, su amor que llega hasta el extremo, su amor que no conoce medida. Como Jesús transformó con su presencia en Emaús a los discípulos, y los llenó de confianza, así queremos ponernos en marcha como pueblo de Dios hacia el Congreso Eucarístico Internacional, que celebraremos en Guadalajara, del 10 al 17 de octubre, con la certeza de que Él camina ahora con nosotros como Luz y Vida del nuevo milenio.

Cuautitlán – Izcalli, Estado de México, 23 de abril de 2004, año de la Eucaristía.

Por los Obispos mexicanos.

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ZENIT Staff

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