Musulmanes y católicos rezan por el arzobispo iraquí fallecido

Rito fúnebre de monseñor Paulos Faraj Rahho

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MOSUL/ROMA, viernes, 14 marzo 2008 (ZENIT.org).- Musulmanes y cristianos han rezado este viernes por el arzobispo caldeo de Mosul, monseñor Paulos Faraj Rahho, de 65 años, cuyo cuerpo fue encontrado sin vida este jueves después de haber sido secuestrado.

El funeral se celebró en la iglesia de Mar Addai, en el pueblo cristiano de Karamles, a pocos kilómetros de Mosul, por el cardenal Emmanuel III Delly, patriarca de Babilonia de los Caldeos.

«Cristianos y musulmanes –ha dicho el obispo auxiliar del Patriarcado de Babilonia de los Caldeos, monseñor Shlemon Warduni, en una entrevista concedida a «L’Osservatore Romano»–. Estamos muy tristes y desconsolados, pero nos apoya en estos momentos terribles la esperanza que nos ofrece la fe».

Estaba presente el arzobispo Francis Assisi Chullikatt, nuncio apostólico en Jordania e Irak, así como obispos representantes de las diferentes iglesias en Irak.

El patriarca Emmanuel III Delly alentó a los cristianos a no buscar venganza tras la muerte del prelado, que había sido secuestrado el 29 de febrero ante la Iglesia del Espíritu Santo, por un comando en medio de una sangrienta operación en la que fueron asesinadas dos guardias de seguridad y el conductor.

El cuerpo del arzobispo de Mosul fue sepultado en la Iglesia, junto al padre Ragheed Azziz Ganni, sacerdote y secretario del obispo, asesinado el 3 de enero pasado, al salir de la misma Iglesia del Espíritu Santo por un comando terrorista.

Por el momento se desconocen las causas de su muerte. Un representante de la comunidad caldea iraquí, monseñor Raban al Qas, especificó que el cadáver no presentaba impactos de bala. «No sabemos si fue torturado hasta la muerte o si murió de causa natural», agregó.

Según las autoridades militares de Mosul, cuando fue hallado llevaba muerto ya varios días.

Mientras tanto, desde Roma, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, declaró: «El sufrimiento de los cristianos es muy grave y con este gesto inhumano se ha llegado al umbral de la desesperación, pero permanece la esperanza en la ayuda de Dios y en el valor de la sangre de los mártires, que siempre es semilla de nuevos recursos y energías».

«Deseamos –añadió–, como ha hecho el Papa en su telegrama y como repetirá en estos días que en el mosaico tan diferente de pueblos, etnias y religiones que componen Irak, todas las fuerzas positivas se unan para construir un nuevo futuro para este pueblo tan afligido por esta guerra que no logra ningún resultado».

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ZENIT Staff

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