Obispo patriótico chino: «En la fe estamos con el Papa»

Habla el prelado de Sanghai, apoyado por el régimen comunista

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SHANGAI, 24 abril 2001 (ZENIT.orgAvvenire).- Monseñor Aloysius Jin Luxian, obispo
«patriótico» de Shangai, acoge al periodista con la acostumbrada hospitalidad china, en su habitación de pocos metros cuadrados, en la catedral de San Ignacio, en el barrio de Xujihaui. Su rostro transparenta la serenidad de un hombre que se encamina a los noventa años y a quien los acontecimientos le han reservado un puesto de primer plano en la historia de China.

Amigo del político democristiano italiano Giulio Andreotti y de numerosas personalidades políticas y eclesiales de otros países, monseñor Luxian se formó con los jesuitas en Italia, en los años cuarenta. Dos años después, tras la victoria del partido comunista chino, volvió a su país y enseguida fue arrestado.

«Las autoridades se preguntaban cómo era posible que mientras otros trataban de obtener un visado de salida, yo hacía el recorrido inverso. Pensaron por tanto que yo tenía una misión, la de subvertir el Gobierno apenas instaurado», explica.

Los siguientes 27 años, monseñor Jin Luxian los pasó en las cárceles, de donde salió en 1978, tras la subida al poder de Deng Xiaoping.

La delicada posición que tiene en la jerarquía de la Iglesia «oficial» hace que esté todavía más controlado por las autoridades locales.

–¿La Iglesia de Shangai goza de cierta libertad?

— Monseñor Aloysius Jin Luxian: Es verdad, al menos, aquí, en Shangai somos libres de practicar nuestra fe y tengo que decir que también en las zonas más remotas a la Iglesia se la respeta más que en los años pasados.

–Pero China ha seguido siendo comunista?

–Monseñor Aloysius Jin Luxian: ¡Ciertamente!

–Aquí en Shangai parece que queda poco comunismo…

–Monseñor Aloysius Jin Luxian: Es un marxismo con características chinas, existe libre mercado. Ya sé que es una contradicción hablar de libre mercado en un país comunista. Tenemos un sistema comunista sin democracia, lo mismo que en Singapur tienen un sistema capitalista sin democracia.

–¿Cómo son sus relaciones con la Santa Sede en el campo teológico y político?

–Monseñor Aloysius Jin Luxian: En la fe y en la moral somos absolutamente fieles a las directivas del Papa. Por lo que se refiere a la política, la ausencia de relaciones diplomáticas entre el Vaticano y China nos crea no pocas dificultades. Está claro que la Iglesia china no puede apoyar a Taiwán como en cambio lo hace oficialmente la Santa Sede.

–Por tanto, ¿cual es la solución para estar en plena comunión con el Papa?

–Monseñor Aloysius Jin Luxian: La fe. Nosotros rezamos por el Papa durante las misas, recibimos
regularmente sus encíclicas y las cartas apostólicas, los libros impresos por la Iglesia. Además, hoy existen la televisión y el correo electrónico que nos permiten mantener un contacto cotidiano directo con el Vaticano.

–El año pasado vino a Shangai el cardenal Etchegaray. ¿Qué consecuencias ha tenido su visita?

–Monseñor Aloysius Jin Luxian: Etchegaray, una personalidad de gran carisma, llegó en un momento difícil. La tensión entre Pekín y la Santa Sede estaba al máximo nivel a causa de la canonización de los mártires chinos. Con el cardenal tuve una conversación privada muy amigable, pero el ambiente en torno a nosotros era tenso.

–El Vaticano ha afirmado que la fecha de la canonización de los mártires, no fue una opción querida.

–Monseñor Aloysius Jin Luxian: Ahora ya es agua pasada. Tenemos que pensar en el futuro. Nosotros estamos entre la espada y la pared. Si tenemos una postura conciliadora hacia las autoridades, somos tachados de ser Iglesia patriótica y, por tanto, lejana de la línea del Papa; y, viceversa, si hay problemas entre Pekín y el Vaticano, el Gobierno nos limita la libertad.

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ZENIT Staff

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