Obispos de Guatemala, tres días de retiro y reflexión

Dos grandes retos que tiene el país: la pobreza y la violencia

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SITUACIONES

Fui invitado por los obispos de Guatemala para acompañarles en su retiro espiritual de tres días que llevan a cabo anualmente. Estando con ellos, conocí un poco más de cerca la realidad nacional, que ellos describen con gran realismo, como pastores responsables del bienestar integral de su pueblo.

Hablan de dos grandes retos que tiene el país: la pobreza y la violencia. Dicen: “Más de la mitad de los ciudadanos viven en pobreza que se manifiesta de muchas maneras: falta de ingreso necesario para una vida digna, desnutrición y salud precaria de los niños y jóvenes, una calidad educativa que no capacita para el trabajo competente aunque reconocemos como importante la expansión de la cobertura educativa así como del aprecio por la educación formal, falta de oferta de trabajo suficiente y digna, lo que conduce a muchos a buscar mejor ingreso en el extranjero, se utilizan los bienes naturales con poca responsabilidad ambiental, hay una falta de desarrollo rural integral por el que clama el país… Es absolutamente impostergable la solución a la gravísima situación de miles de campesinos que sufren en el área rural hambre, explotaciones laborales y flagrantes injusticias”.

Dicen que la situación “hunde su raíz en aspectos graves no atendidos durante años, como la violencia imperante, el vacío de autoridad, la marginación política, la falta de desarrollo en la región, las dificultades ante la proyección de una hidroeléctrica, situaciones fronterizas conflictivas causadas por la migración forzada, el narcotráfico y el contrabando entre otras”.

ILUMINACION

Con toda firmeza denuncian: “Condenamos las acciones de intercepción, detención y aseguramiento para la deportación de personas migrantes en México; puesto que denotan hasta odio y racismo hacia la población migrante en su paso por México. Los eventos de deportación de México a Guatemala son en igual o mayor proporción de los realizados vía aérea desde EE UU. Se hace necesario monitorear periódicamente en las diferentes fronteras, los acuerdos signados por México y Centroamérica para la repatriación digna, ordenada, ágil y segura de nacionales centroamericanos migrantes vía terrestre, para verificar su cumplimiento”. Esto debería darnos vergüenza. ¿Cómo pedimos a Estados Unidos que respeten a nuestros migrantes, si nosotros no lo hacemos con los que pasan por nuestro país?

No podemos permanecer indiferentes ante lo que afirman: “Manifestamos nuestro dolor y tristeza al constatar que personas e instituciones permanecen en indiferencia y falta de solidaridad ante el drama humano de la migración. Persiste también la falta de voluntad personal y política, la resistencia a la acogida, a la hospitalidad y al buen trato hacia las personas migrantes. Sinceramente queremos motivar a hacer vida el Evangelio de Cristo que nos motiva y nos urge a la práctica de la caridad, acogida y hospitalidad. En el camino de la Cruz, vemos a migrantes que siguen cayendo y enfrentando situaciones de desprecio y desinterés político, abandono y rechazo”.

COMPROMISOS

¿Qué hacer? Los obispos guatemaltecos se proponen lo que nosotros también deberíamos hacer: “Ratificamos nuestra opción y compromiso por las personas migrantes, ya que representan uno de los rostros sufrientes de Nuestro Señor Jesucristo, con frecuencia azotados por políticas y leyes migratorias injustas. Concluimos con una convicción, que Jesús camina con los marginados y con las personas migrantes, por ser unos de los sectores más vulnerables; Él se hace vida en el sufrimiento y en el calvario de miles de personas que caminan con sueños e ilusiones de una vida mejor”.

Aducen lo que propusimos en Aparecida, y que nos lanza a hacer algo por los que sufren: “Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y esperanza…. Urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra” (DA 548).

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo de San Cristóbal de Las Casas – México

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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