Pascua de esperanza en Chiapas

Mensaje de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, 15 abril 2001 (ZENIT.org).- Chiapas ha vivido una Pascua particular en este año 2001 en el que las esperanzas de paz han cobrado vigor.

«Que se sigan abriendo más puertas para la paz en Chiapas y que ya se cierren definitivamente las puertas de la guerra –grita el obispo de San Cristóbal de las Casas, monseñor Felipe Arizmendi, en su mensaje de Pascua–. Que continúe el proceso de desmilitarización de las partes en conflicto. ¡Entonces habrá resurrección!».

Ofrecemos a continuación el vibrante mensaje de Pascua escrito por el prelado que lleva precisamente por título «Cristo Resucitado: fuente de paz».

* * *

El evangelista San Juan, cuando narra los acontecimientos en torno a la resurrección de Jesucristo, recuerda el saludo del Resucitado a sus discípulos con un deseo insistente de paz: «Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: «La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo». Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar…». Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada… Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes»» (Jn 20,19-26).

La resurrección de Cristo marca la historia de la Iglesia y del mundo. El misterio de la cruz se transforma en fuente de vida y esperanza. Con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, todo adquiere un nuevo sentido. ¿Qué significa hoy para nosotros?

Estando cerradas las puertas
Con frecuencia, muchas puertas están cerradas. Los campesinos ven cerradas las oportunidades de que su vida mejore; la única puerta que les parece abierta es la migración, a pesar de todos los muros que el país del Norte ha construido. Los indígenas aún encuentran cerradas muchas puertas para tener salud, educación, respeto a sus culturas, vivienda y trabajo dignos, servicios e infraestructura básicos. Muchos presos que son inocentes permanecen encerrados, por falta de dinero para pagar un abogado o una módica fianza. A los minusválidos se les mantiene dentro de sus casas, sin posibilidades de integración a la vida social y sin oportunidades de trabajo. Alcohólicos e infectados de sida están encadenados, sin esperanzas de libertad.

Sin embargo, Jesucristo Resucitado puede abrir las puertas y traer para todos nueva vida, esperanza, perdón, paz y fraternidad. Pero Jesús quiere vivir y actuar hoy por medio de nosotros los cristianos. Sin nuestra acción comprometida, pareciera que se quedó en el sepulcro; como si fuera sólo un personaje del pasado. Por eso, para que se abran muchas puertas y se hagan los cambios necesarios, Jesús requiere de nuestras personas y acciones.

Para que haya resurrección y vida, se necesita que los empresarios abran nuevas fuentes de trabajo para los campesinos, obreros y empleados. Que los gobernantes les alienten con los apoyos oportunos. Que se defienda la integridad de los migrantes, tanto de los mexicanos que van hacia el Norte, como de los centroamericanos que pasan por nuestro territorio. Que obtengan su libertad los presos pobres que son inocentes. Que la familia dé calor de hogar a los discapacitados, a los enfermos por su adicción al alcohol y por males incurables. Que los legisladores abran su mente y su corazón a los justos derechos de los indígenas. Que se sigan abriendo más puertas para la paz en Chiapas y que ya se cierren definitivamente las puertas de la guerra. Que continúe el proceso de desmilitarización de las partes en conflicto. ¡Entonces habrá resurrección!

Puertas cerradas por miedo
El miedo paraliza. Eso les pasaba a los discípulos de Jesús, que, por miedo a ser atacados por los judíos, atrancaban las puertas para darse seguridad. Es lo mismo que sucede hoy. Hay miedo a salir de casa, sobre todo de noche, por el temor de ser asaltados o de que las mujeres sean violadas. Tememos al pasar por determinados lugares, pues nos exponemos al terror de las bandas de ladrones y malvivientes. A veces se tiene miedo aún de la policía y del ejército, pues algunos de sus miembros son atracadores, en vez de protectores de la sociedad. Se teme a determinados vecinos o individuos, por violentos y agresivos. La inseguridad social es uno de los problemas más sentidos.

Jesucristo Resucitado nos dice como a las mujeres piadosas: «No tengan miedo» (Mateo 28,10). Pero para que este miedo desaparezca, Jesús nos necesita. Urge que se implementen medidas para que haya más seguridad pública. Que los padres de familia eduquen moralmente a sus hijos, sobre todo con su ejemplo, para que estudien y trabajen, no se hagan vagos, ni formen pandillas que atemorizan a la comunidad. Que se evite la corrupción en los encargados de cuidar a la sociedad y que sepan respetar los derechos de los más desprotegidos. Que la televisión evite tantos programas violentos, que inducen conductas delictivas dañinas a la comunidad. ¡Entonces habrá resurrección!

La paz esté con ustedes
Impresiona la frecuencia con que Jesús desea la paz para los suyos. Es que la paz es tan fundamental, que sin ella la vida no es vida. Aunque se tenga dinero, salud, instrucción, belleza y seguro de vida, sin la paz de la conciencia, del hogar y de la sociedad, los otros bienes son inestables y superficiales; en cualquier momento se pierden.

Jesucristo Resucitado es nuestra paz. En él encontramos el perdón de nuestros pecados, que son los que nos quitan la paz del corazón. Sin esta paz de la conciencia, la paz exterior es insuficiente. En Jesús encontramos fortaleza, amistad y comprensión. Siguiendo su Evangelio, estamos seguros de no equivocarnos, pues él es la verdad, el camino y la vida. Aunque todos nos abandonen, traicionen, critiquen y calumnien, Jesús nos da seguridad y paz; estando con él, seremos capaces de llevar nuestra cruz y nunca nos sentiremos solos. En él se encuentra lo que en nadie más se puede
hallar.

Pero Jesús nos necesita para construir la paz. Necesita tu consejo, para que los esposos en problemas y en peligro de separarse, se perdonen y vuelvan a vivir en paz. Necesita tu palabra y tu presencia, para que las comunidades divididas y enfrentadas aprendan a perdonarse mutuamente los agravios, y así haya paz social. Necesita tu apoyo, para que se respeten los derechos humanos de los desprotegidos y haya leyes justas para los indígenas. Necesita tu compromiso, para que se encuentren caminos de justicia para los pobres y de promoción humana para los marginados. Necesita tu corazón noble y generoso, para que perdones las ofensas recibidas y ayudes a crear un ambiente donde se acaben de desterrar las armas y las venganzas. ¡Entonces habrá resurrección!

Cuando vieron al Señor, se llenaron de alegría
La experiencia de estar con Jesucristo Resucitado, produce en sus discípulos una gran alegría. Estaban tristes, desconcertados, temerosos, encerrados y paralizados. No sabían qué hacer, pues parecía que todo había terminado en fracaso. Sus expectativas se habían derrumbado. Por ello, la presencia de Jesús vivo entre ellos les cambia por completo el panorama. No se acaban las dudas, pero todo va a ser diferente, sobre todo con la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés.

Si quiere usted gozar de esta profunda alegría, acérquese a Jesús. El está vivo en su Iglesia, por medio de la predicación de la Palabra, la celebración litúrgica y el amor a los pobres. Lea y medite la Sagrada
Escritura, en la que él nos sigue hablando. Haga oración, dondequiera que se encuentre; pero en especial ante el Sagrario, donde tenemos la garantía de su presencia viva y eficaz. Reciba los sacramentos, ante todo los de la iniciación cristiana, que son Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

Participe activamente en la celebración de la Santa Misa, principalmente los domingos. Acérquese con frecuencia a la Confesión. Si ya decidió casarse, hágalo con la bendición de Dios, por el sacramento del Matrimonio. Cuando padezca una enfermedad grave, o requiera una operación quirúrgica, reciba la Unción de los enfermos.

Pero esto no basta. Es necesario ver al Señor en los pobres, en los que sufren, en los presos, en los migrantes, en los indígenas, en los discapacitados, en los huérfanos y en todos aquellos en quienes se actualiza la Pasión del Señor. Que seamos su alegría, su esperanza, su consuelo, su apoyo. ¡Entonces habrá resurrección!

Yo también los envío a ustedes
Jesucristo Resucitado nos necesita para seguir amando, pues el amor es lo que hace presente a Dios entre nosotros, ya que Dios es amor. El nos envía, así como él también fue enviado por el Padre, para que este mundo sea como un paraíso, pues ese fue el plan originario: que todos seamos felices, como Dios es feliz.

Tú, ¿de qué forma haces presente el amor de Dios? ¿De qué manera eres una actualización de Jesucristo, una prolongación de su acción salvadora, una epifanía de su servicio? ¿Cómo puedes hacer presente a Jesús: su ternura hacia los niños, su protección y dignificación de la mujer, su perdón para los pecadores, su preferencia por los pobres y los enfermos, su paciencia con los discípulos, su profecía ante los orgullosos y prepotentes, su amor por su madre y su respeto por quien hizo las veces de padre?

Si te esfuerzas, con la gracia del Espíritu Santo y la ayuda de la Virgen María, en asemejarte a Jesús, para que él, por tu ser y por tu hacer, siga vivo y operante entre nosotros, ¡entonces habrá resurrección! ¡FELICES PASCUAS PARA TODOS!

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de las Casas

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación