Presidente del obispos colombianos: No podemos perder la esperanza en la paz

Entrevista del cardenal Pedro Rubiano Sáenz, arzobispo de Bogotá

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MIAMI, 21 agosto 2002 (ZENIT.org).- El cardenal Pedro Rubiano Sáenz, arzobispo de Bogotá, primado de Colombia, considera que el mayor golpe que pueden infligir los violentos es perder la esperanza en la paz.

El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia sintetiza sus preocupaciones en esta entrevista concedida a «La Voz Católica» en su reciente visita a Miami.

–Cuando Su Eminencia fue investido como Cardenal, usted le comunicó al Papa Juan Pablo II su compromiso con la paz en su país. ¿Tiene todavía esperanzas en el proceso de paz en Colombia?

–Cardenal Rubiano Sáenz: Mira, esa es una de las cosas que yo quiero decirle a los colombianos: nosotros no podemos perder la esperanza.

¿Sabes por qué no perdemos la esperanza? Porque mi Dios no se ha muerto, ni está enfermo. Y el Señor sigue presente.

¿Y qué nos dicen las Sagradas Escrituras? ¿Qué nos dice Isaías en el capítulo 49? El profeta Isaías habla de una forma clarísima y bellísima. Dice: «Primero se olvidará una madre del hijo de sus entrañas, que Dios de nosotros, su pueblo». Y después dice otra cosa en la que me parece que la gente no se fija. Más adelante en unos versículos dice Isaías: «Porque te tengo grabado en la palma de la mano». Entonces, cuando yo miro el crucifijo, ¿qué pienso siempre? Que allí estamos nosotros, inscritos en las manos del Señor. ¿Por qué? Porque por nosotros dio la vida.

–Es evidente que las negociaciones con los grupos guerrilleros no han tenido éxito. ¿Cómo está la fe del pueblo colombiano en estos momentos de incertidumbre?

–Cardenal Rubiano Sáenz: El pueblo colombiano se afirma como católico. Otra cosa es que siempre tenemos que estar en un proceso permanente de encuentro con el Señor ante la realidad dura que estamos viviendo ahora y que arrecia de manera especial en vísperas de la nueva presidencia.

Esas tácticas de la guerrilla son como para mostrar su fuerza. Pero yo sí tengo mucha confianza y esperanza.

En la fiesta nacional de Colombia, día de la independencia, habíamos pedido a los señores obispos que en todas la parroquias se iniciara el día desde la alborada con oración. Es decir, fue una cruzada de oración de los colombianos en el día de la independencia nacional para pedirle a Dios, de manera especial, dos cosas: su fortaleza para que todos seamos constructores de la paz, y de la paz como don que el Señor nos la da; y también para pedir por la liberación de todas las personas que están secuestradas por la guerrilla. Porque solamente si el país se une y si el país se expresa públicamente, eso anima.

Los alcaldes han sido amenazados por la guerrilla, una táctica que yo la considero diabólica. ¿Por qué? Porque sin disparar un tiro quieren arrinconar el país.

Entonces yo he insistido en que de ninguna manera podemos aceptar esta opresión, porque esos alcaldes fueron elegidos democráticamente, libremente. También muchas personas expresan su temor, y es lógico, ¿no? Piensan: «seguramente me van a matar».

Pero yo le decía a la gente que la población rodee, apoye, se una para defender a sus alcaldes. Acaba de pasar en un pueblo, Toribío. A los policías ya les habían rociado gasolina para quemarlos vivos y la gente salió, con el cura a la cabeza, y los guerrilleros se fueron. Sencillamente, los entregaron y dijeron: «Son unos valientes». Y se fueron. Eran 400 guerrilleros. Y Toribío fue un pueblo que el año pasado se ganó el premio de la paz en Colombia, junto con otro pueblo, Mogote.

Mira qué cosas interesantes: en Mogote asesinaron a una monja de las Hermanitas de San Pedro Claver. Y Mogote también fue Premio Nacional de Paz. ¿Eso qué significa? Que quieren golpear a aquellos pueblos que han rechazado a la guerrilla y han defendido a su gente. Pero eso es para amedrentar, y yo repito que uno no puede dejarse arrinconar por el temor.

–Más del 90 por ciento de los colombianos profesa la fe católica. ¿Qué buscan los grupos guerrilleros al amenazar y asesinar no sólo a los políticos sino también a miembros del clero y de las congregaciones religiosas?

–Cardenal Rubiano Sáenz: Sobre las amenazas, por ejemplo, en nuestra Iglesia en Bogotá ninguno de mis curas se me ha «rajao», como se dice. Son 350 parroquias y en los barrios populares, donde hay milicia de la guerrilla presente, todos están en su puesto. Y me dicen, «Monseñor, si nos toca morirnos, nos morimos, pero no nos vamos a mover». Y los han respetado. Yo les digo que hay que ser prudentes. A mí mismo me han dado esas indicaciones de que tengo que tener cuidado. Pero yo no puedo dejar de cumplir con mi deber. Y alguna vez yo creo que tal vez soy muy duro cuando hago esos pronunciamientos, pero para mí sería un pecado quedarse uno callado ante determinados hechos, ¿sí? O no denunciar cuando hay unas atrocidades, como el terrorismo o el secuestro. Ellos nunca hablan del secuestro; ellos hablan de «retención por motivos económicos o políticos». Pero es que eso, en castellano, se llama secuestro. Entonces uno no puede disimular.

Ahora, entiendo que mucha gente no se atreva a hablar porque, como me decía una persona: «Es que tengo mi familia y mis hijos y yo no quiero exponerlos». Pero nosotros, como hombres de Iglesia…Yo digo que uno no se muere en la víspera sino cuando Dios lo decide. Uno tiene que cumplir con su deber. Y uno no puede simplemente silenciarse ante determinados hechos o porque hay amenazas. El Evangelio no se puede silenciar, y el Evangelio es un Evangelio de vida, no de muerte. Es un Evangelio que exige el respeto a la persona, porque en cada persona tenemos que descubrir también la presencia de Dios.

–¿Qué mensaje tiene para estos grupos que están sembrando el terror en su país?

–Cardenal Rubiano Sáenz: Nosotros tenemos que orar también por ellos. ¡Claro! Orar por ellos para que el Señor mueva sus corazones endurecidos, esas mentes que están enloquecidas, para que abran camino.

Yo sí creo en que la paz no se logra simplemente por las armas. La paz se logra, dijéramos, por los caminos de encuentro; de trabajar con grandes esfuerzos, desde luego, pero que se vaya construyendo porque la guerra no deja sino muerte. Ahora, con esta gente que ha hecho tantas cosas y ha golpeado tan duro al país, uno no puede perder la esperanza de que, si se dan unos pasos, puedan ellos también entender que el camino no es el de la violencia si se quiere transformar un país. Porque muchas veces afirman que ellos hacen eso porque no hay justicia social, porque hay injusticias, que no hay suficiente trabajo. Pero uno dice, ¿cómo va a haber más trabajo si destruyen? ¿Cómo va a desarrollarse el país si la gente que se ha preparado, que tiene capacidad, se ha ido precisamente por las amenazas?

Yo veo en este país, aquí en Estados Unidos, muchos colombianos muy capaces y su preparación la hicieron allá, pero están prestando un servicio a este país y no lo pueden hacer allá por las amenazas que seguramente recibieron.

–Como presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Colombia, Su Eminencia es la voz de la Iglesia colombiana. ¿Está todavía dispuesta la Iglesia a mediar en las negociaciones con los grupos armados ilegales?

–Cardenal Rubiano Sáenz: ¿Cuál es el papel de la Iglesia? Es de reconciliación, es llamar a la reconciliación, de tender puentes. En otras palabras, llegar a la conciliación y poder entonces acompañar un proceso no como negociadores ni simplemente como mediadores, sino como facilitadores, partiendo de la fe que nosotros profesamos. Toda persona, por desdibujada que tenga esa luz que es la presencia del Señor, siempre tiene la posibilidad de convertirse a Dios. Mira el caso de san Pablo en el camino de Damasco, que el Señor lo sacó. Y así a todos nosotros que somo
s pecadores, el Señor nos llama a la conversión. Así de simple. Basta que uno se abra al amor del Señor y pueda cambiar.

Entonces, al iniciarse un nuevo gobierno, hay fe y esperanza que las cosas puedan cambiar. Lógicamente, en eso uno no se puede hacer ilusiones de que ese cambio se dé de la noche a la mañana, porque en el fondo, en la base de todo esto, hay algo que yo considero terrible, y es todo el problema de la droga. Y en ese problema de la droga nosotros nos sentimos muy solos. Sí hay, por ejemplo, ayuda para erradicar cultivos. Pero yo no veo los esfuerzos de los países para suprimir el consumo de la droga, para acabar con el consumo.

Supongamos que mañana se hiciera la paz con la guerrilla. Si sigue lo de la droga, vuelve la guerra porque la droga siempre necesita las armas, si no, no la pueden manejar.

Más aún, la droga se vuelve medio de intercambio: drogas y armas. Los países no quieren ver eso, los países ricos. Se produce, digamos, la hoja, pero no se hace la cocaína si no es con procesos químicos. ¿De dónde salen los químicos? De esos países: Europa y Estados Unidos.

–Para los colombianos que han tenido que salir de su país, y cuyas familias han quedado allá, ¿quiere enviarles algún mensaje?

–Cardenal Rubiano Sáenz: Hay muchísimos colombianos en Estados Unidos y de manera especial, aquí en la Florida. ¿Qué les digo yo a los colombianos? Que no olviden su patria. Es decir, que ese amor que ellos tienen que expresar por Colombia lo tienen que manifestar con hechos de vida, con su testimonio. Que saquen la cara por Colombia, porque muchas veces solamente aparece en los medios que Colombia es un país de droga y de muerte y de violencia.

Aquí en Estados Unidos hay muchos colombianos excelentes colaborando con este país. A ellos les digo que estén muy unidos para que saquen la cara por la Colombia buena y amable que tiene futuro y que todos amamos.

Le pedimos a la Virgen patrona de Colombia, Nuestra Señora de Chiquinquirá, por todos los que están aquí, para que vivan su fe. La fe que es respuesta al Señor tiene que ser una respuesta también en su comportamiento para con la gente de este país que los ha acogido.

Por Brenda Tirado Torres

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ZENIT Staff

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