San Luigi Orione: «Sólo la caridad salvará al mundo»

El Papa recuerda el mensaje central del fundador la Pequeña Obra de la Divina Providencia

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 16 mayo 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II resumió la vida y mensaje de Luigi Orione en el día en el que le proclamó santo con una frase tomada de sus escritos: «sólo la caridad salvará al mundo».

«Sufrimientos físicos y morales, cansancio, dificultades, incomprensiones y obstáculos de todo tipo, marcaron su ministerio apostólico», recordó el Papa repitiendo otra de sus famosas frases: «O se ama y se sirve a Cristo, a la Iglesia, a las almas en la cruz y crucificados o simplemente no se les ama»,

Luigi Orione (1872-1940), sacerdote italiano, fundó la Pequeña Obra de la Divina Providencia y la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, convirtiéndose en una de las figuras más destacadas de la caridad de la primera mitad del siglo XX.

Discípulo de san Juan Bosco, a quien conoció personalmente. Se dedicó la educación de niños de escasos recursos. Entre los jóvenes que le rodeaban surgió el núcleo de su congregación. En 1915 dio inicio a la Congregación de las «Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad», animadas por el mismo carisma fundacional. Hoy los religiosos son 1.032 y las religiosas 990.

Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos», para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad», como él decía.

«El corazón de este estratega de la caridad no tuvo fronteras porque fue dilatado por el amor de Cristo» –siguió recordando el Papa en la homilía de canonización–. La pasión por Cristo fue el alma de su vida intrépida, el empuje interior a un altruismo sin reservas, el manantial siempre fresco de una esperanza indestructible».

Luigi Orioni proclama hoy que «sólo la caridad salvará al mundo» dijo el Santo Padre y «repite a todos que la felicidad perfecta sólo está en la perfecta entrega a Dios y a los hombres, a todos los hombres».

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ZENIT Staff

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