¿Se puede conciliar la mano de obra con los principios éticos?

ROMA (Redacción central), 16 dic 2000 (ZENIT.org).- ¿Se pueden aprovechar
los países ricos de la mano de obra barata en los países del tercer mundo?
Una vez más ha surgido la cuestión, esta vez en
Inglaterra donde la secretaría de Desarrollo Internacional Clare Short
atacó a los manifestantes verdes y a los manifestantes contra la
globalización.

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Según informaba «The Observer» (10 diciembre) Short criticó
fuertemente las campañas de boicot de los consumidores, que urgen a los
comerciantes a no comprar bienes realizados con el trabajo de niños, como
algo que potencialmente perjudica a los niños que viven en la pobreza.
Short hizo estas declaraciones cuando se preparaba a lanzar un libro blanco
sobre cómo la globalización puede ser utilizada para ayudar a los países en
vías de desarrollo y para eliminar la pobreza mundial. Subrayó que las
campañas para boicotear los productos del trabajo infantil, tales como
balones cosidos por niños de Pakistán eran bienintencionadas pero
desorientadas. Echar a los niños de las fábricas puede arrojar a sus
familias a la mendicidad y la prostitución, si no se encuentra primero un
ingreso alternativo, dijo.

Problemas de abusos

Durante algunos años, han sido lanzadas campañas en occidente para llamar
la atención sobre las condiciones de trabajo, por debajo de lo normal, en
los países pobres. La realidad es que hay abundantes abusos, en muchos
casos en establecimientos que hacen productos para multinacionales bien
conocidas, que usan estas fábricas para rebajar costes.
En el número del 2 de octubre de «Business Week», el sistema de
autovigilancia
de Wal Mart, en el área de la mano de obra barata, mostraba la existencia
de abusos. La fábrica en cuestión está localizada en la provincia china de
Guangdong, en Zhongshan, donde se hacen bolsos para venderlos en las
tiendas Wal-Mart.
Los trabajadores, que recibían tan poco como 22 dólares al mes, a cambio
eran virtualmente prisioneros, ya que los capataces les forzaban a entregar
sus documentos de identidad que todos los chinos
deben llevar bajo pena de arresto. Los guardias golpeaban a los
trabajadores por infracciones menores de las reglas, las horas extras no
eran pagadas y los empleados eran objeto de detracciones en sus exiguas
ganancias si pasaban demasiado tiempo en el baño.
Esto ocurría aunque Wal Mart, junto con otras compañías estadounidenses,
asegura a los consumidores que sus productos no son producidos bajo las
condiciones de las fábricas que usan mano de obra barata. Desde 1992, la
compañía ha exigido a sus suministradores que firmen un código con niveles
básicos de trabajo. Sin embargo la factoría de Zhongshan engañó a los
inspectores de Wal Mart enviados a controlar las condiciones de trabajo.
Otro caso afectaba a 12 fábricas en el sur de China que hacían productos
para la Walt Disney. Según un informe de «Bloomberg» (2 diciembre) un grupo
de trabajo en Hong Kong descubrió empleados que no tenían días libres,
viviendo en habitaciones con ventanas con rejas.
La Comisión Industrial Cristiana de Hong Kong descubrió plantas
clandestinas en Dongguan, Shenzhen y Guangzhou, dirigidas por hombres de
negocios de Hong Kong y China, y con inversores de Taiwan. Dijo que
descubrió que los trabajadores recibían bajos salarios, vivían en pobres
alojamientos y trabajaban más horas extras de las que permitían las normas
locales. «Descubrimos que todas (las fábricas) violaban las leyes
laborales chinas y el código Disney de conducta», dijo Alice Kwan, una
investigadora de la Comisión Industrial Cristiana de Hong Kong.
En algunas factorías, más de 400 trabajadores dormían en literas triples,
en habitaciones con ventanas enrejadas y tres o cuatro salidas, dijo Kwan.
Las fábricas hacían juguetes, ropas, relojes y accesorios, con personajes
como Mickey Mouse, para exportar a Estados Unidos, Canadá y Europa.
Como en el caso de Wal Mart, Disney tiene también un código de conducta que
promete protección laboral y envía controladores a las factorías. Sin
embargo, los trabajadores son obligados por los directivos a informar de
que tienen menos horas de trabajo y mayores salarios, y muchos a menudo no
conocen el código de conducta de Disney, dijo Kwan.

Trabajo infantil

Otro problema de las condiciones de trabajo en el tercer mundo es el uso
del trabajo infantil. El informe «Out of the Shadows», hecho público el 20
de noviembre por la organización Marcha Mundial contra el Trabajo Infantil,
daba detallada información sobre el número de niños trabajadores en cada
país.
En el último año, se han hecho progresos en este campo cuando el 17 de
junio los estados miembros de la Organización Internacional de Trabajo
(OIT) votaron unánimemente la adopción de la Convención 182 sobre las
Peores Formas de Trabajo Infantil
Desde entonces, según la Marcha Mundial contra el Trabajo Infantil, muchos
gobiernos, organizaciones e individuos han respondido al ruego de dejar de
usar a trabajadores menores. Los gobiernos han ratificado la Convención 182
en un tiempo récord.
La Convención de la OIT pide que todos los niños por debajo de 18 años sean
protegidos de las peores formas de trabajo infantil. Esto incluye también
acabar con el tráfico de niños y eliminar la prositución o pornografía
infantil, así como el uso de niños para el tráfico de drogas.

Cuestiones éticas

La Constitución Gaudium et Spes (par. 67) afirma que la «remuneración por
el trabajo debería garantizar al hombre la oportunidad de proporcionar una
vida digna a sí mismo y a su familia a nivel material, social, cultural y
espiritual, correspondiente al papel y la productividad de cada uno, los
factores económicos adecuados a su empleo, y al bien común».
¿Cómo podemos aplicar esto a los negocios que usan mano de obra barata?
Muchos empresarios mantienen que el único modo de hacer un producto
beneficioso es yendo a los países con bajos salarios. Por otra parte,
señalan que mientras pagan poco, comparado con los salarios de las
naciones desarrolladas, para los estándares locales sus trabajadores ganan
más que el nivel medio. También, en respuesta a las críticas, muchas
compañías han formulado códigos de conducta para sus factorías que
pretenden implementar mejores condiciones, incluso cuando estas no siempre
sean respetadas como vimos en los casos de Wal Mart y Disney.
Pedir paridad con los estándares de salarios y condiciones occidentales
pondría a muchas fábricas del tercer mundo fuera del negocio, conduciendo a
una mayor pobreza. Sin embargo, algunas naciones no son capaces de insistir
en los estándares adecuados ya que están presionadas por la necesidad de
dar incentivos a la inversión privada y de todos modos los gobiernos tienen
poco poder de negociación con las corporaciones.
Partiendo de que muchas de las leyes de estos países no son capaces de
proteger adecuadamente a sus ciudadanos, podría ser aprovecharse
injustamente de la situación observar simplemente los requerimientos
legales mínimos. Más bien el objetivo debería ser proporcionar a los
trabajadores un ambiente de trabajo seguro y sano, y salarios que
proporcionen un nivel de vida decente. Los empleados podrían ser tratados
de acuerdo a su digniddad humana como personas y no sólo como instrumentos
de trabajo para ser explotados.
En la encpíclica «Laborem Exercens», Juan Pablo II comentaba que «un
salario justo es el medio concreto de verificar la justicia del entero
sistema socioeconómico y, en todo caso, de controlar que está funcionando
justamente». El Papa explicaba que un salario justo significa un nivel de
remuneracion suficiente para un adecuado mantenimiento de la familia y para
garantizar la seguridad de su futuro.
Salarios y condiciones variarán de unos lugares a otros según las
condiciones locales. Las compañías son responsables de asegurar que la
justicia y el respet
o de la dignidad humana no sean pisoteados en la
búsqueda del beneficio.
En la medida en que se implica al trabajo infantil, está claro que es
difícil reconciliarlo con una adecuada educación y que en muchos casos la
salud de los jóvenes trabajadores puede resentirse. Sin embargo, como
indicaba Clare Short, hay que tener cuidado de que las prohibiciones
unilaterales no creen incluso problemas peores. La erradicación del trabajo
infantil exigirá de los países occidentales y de los consumidores más que
convenciones internacionales. Un sistema internacional de comercio más
justo y la apertura de los mercados occidentales a las exportaciones
provenientes de las naciones del tercer mundo, junto con ayuda para mejorar
la educación son algunos de los pasos que se necesitan.
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Contenido provisto por SEMANA INTERNACIONAL
(c) Innovative Media, Inc.

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ZENIT Staff

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