“¿Se puede saber que Dios existe?”; debate entre seis intelectuales

Acogido en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid

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MADRID, martes, 11 noviembre 2008 (ZENIT.org).- «¿Se puede saber que Dios existe?». A esta pregunta han respondido seis profesores universitarios e intelectuales españoles en un debate organizado por la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid.

Quienes respondieron favorablemente a la pregunta (los creyentes) fueron Pablo Domínguez, decano de la Facultad de Teología de San Dámaso; Salvador Antuñano, profesor de la Universidad Francisco de Vitoria; y Víctor Tirado, profesor de la facultad de Teología de S. Dámaso.

La respuesta negativa fue ofrecida por Gabriel Albiac, catedrático de filosofía en la Universidad Complutense; Diego Carcedo, periodista y escritor; y Javier Alberdi, matemático y filósofo.

El debate fue organizado el 5 de noviembre por el Instituto John Henry Newman de esa Universidad.

A favor

«Sólo hay un modo válido de responder en positivo sobre esta cuestión que se nos plantea: sabiendo que Dios existe. Y esto implica ya una ventaja existencial y epistemológica para nuestro equipo sobre el otro», afirmó Antuñano, rompiendo el hielo de la discusión.

«Pues bien -prosiguió–, cuando alguien dice: ‘Yo sé que Dios existe’, es evidente que no lo dice como quien ve los colores de las cosas o como quien ha hecho una suma o una deducción lógica. Lo dice como quien conoce las cosas en un nivel existencial y, además, en una relación que tiene que ver de alguna forma con la amistad, la filiación, el amor. Lo sabe por experiencia».

Para dar razones de estos enunciados el profesor Antuñano expuso que el conocimiento de Dios tiene un fuerte carácter subjetivo, porque en ese conocimiento está implicada la propia persona, pero que esto no significa que se confunda esta creencia con una autogestión por parte del sujeto, una proyección interna de sus propias ideas y deseos que termina generando la ilusión ficticia de un ser imaginario llamado Dios.

«Por eso –añadió–, saber que Dios existe tiene también un carácter objetivo: hay una alteridad real en ese conocimiento. No todo lo que puede proyectar un hombre coincide necesariamente con lo que Dios es, o como descubre que Dios es. Más aún, hay veces que lo que uno proyecta es exactamente lo contrario a lo que descubre cuando sabe que Dios existe. Una pura invención mía no puede en realidad dejarme satisfecho, el autoengaño dura poco, y genera frustración, tristeza, y hasta violencia».

El profesor concluyó diciendo que este conocer a Dios es evidentemente mucho más que un mero conocimiento empírico, mucho más que el conocimiento matemático o lógico o científico y por supuesto es muchísimo más que una opinión opinable: es el conocimiento cierto y convencido de alguien a quien se ama porque se ha sentido su caricia de amor en la propia vida.

Tras esta intervención, Víctor Tirado invitó a la audiencia a seguir la pregunta del debate hasta el fondo y analizar lo que hay detrás del término Dios.

Así, afirmó que aunque había muchos caminos para señalar la existencia de Dios sólo iba a apuntar uno: «El hombre es una paradoja y eso se puede comprobar en la propia conciencia. Todos tenemos el dilema entre lo que somos y nos gustaría ser. El Bien no se adviene a aquello que desearíamos que fuera, es una idea de Bien trascendente, y de esto todos tenemos experiencia».

En esa línea siguió Pablo Domínguez, el último en intervenir de la mesa de los creyentes, quien afirmó que en el mundo de la no creencia también había vestigios de creencia, también había estupor por la perfección del universo y también se elevaba la mirada para encontrar el origen de tanta armonía. Fue el único, junto Javier Alberdi, que puso su experiencia sobre la mesa.

Así, concluyó que la vivencia de quien se ha encontrado con Dios no es meramente sentimental, sino racional; y que tiene el convencimiento de que es mucho más lo que desconocemos de Dios que lo que sabemos, y que esto último es sólo posible porque Dios se ha dado a conocer.

En contra

Gabriel Albiac, antes de nada, aclaró que no se puede demostrar la no existencia de algo, y que la comprobación viene siempre por parte del que afirma la existencia «Toda afirmación es falsa mientras no se demuestre lo contrario».

En esta directriz, declaró que él era ateo, no en el sentido de esforzarse en demostrar la no existencia de Dios, sino en el convencimiento de que todo enunciado que contenga la palabra Dios pertenece a la creencia, al igual que cualquier término que contenga un valor del Absoluto. Después presentó una explicación erudita sobre el concepto de Ser en el poema de Parménides.

Por su parte, Javier Alberdi expuso su experiencia. Narró cómo un día, siendo estudiante de 2º curso de Teología, se dio cuenta de que Dios había entrado a formar parte de aquello desconocido, y cómo Jesús se había despojado de todo rango divino, para él. Esa misma vivencia volvió a sentirla a la muerte de su padre. Desde entonces se esfuerza por aceptar la vida como es, como el valor máximo, sabiendo que morirá y no habrá nada más.

Problema ontológico y experiencia testimonial

Tras esta primera ronda, Víctor Tirado retó a Gabriel Albiac a no reducir un problema ontológico, como el de Dios, a uno nominal «El conocimiento es experiencia, intuición de lo real ¿Cómo es posible que haya ser? A Dios hay que ir desde el mundo, desde lo que somos».

A lo que Albiac le siguió contestando desde la interpretación del texto griego del filósofo Parménides. Esta opción hizo más difícil la contrarréplica, ya que el debate se enquistó en un término lingüístico del que parecía difícil salir para hacer una verdadera comunicación.

Así, Pablo Domínguez apuntó otra línea más testimonial, «previo a la experiencia intelectual –manifestó– ha habido otra experiencia no contradictoria con ésta que es existencial, y eso es la Gracia. La Gracia es un modo de conocimiento. El mundo está lleno de cosas que no podemos tocar ni medir. La unidad de la que hablamos es el vestigio del saber acerca de Dios. Esa unidad que busco fuera la encuentro entre la Gracia que he recibido y la razón que busca».

Asimismo, afirmó: «Si sé que existe Dios, la vida se ve de un modo. Si no lo sé, veo el mundo de otro, y lo cierto es que son dos formas de ver la vida que me obligan a situarme. Las consecuencias de ambas dos son tan grandes, que no puede ser que este problema me deje indiferente».

En el turno de preguntas abiertas al público hubo varias anotaciones y temas comunes. Entre las preocupaciones comunes se expresó la posibilidad o imposibilidad de conocer la realidad, así como el tema del sufrimiento y la necesidad de encontrarle un sentido.

También hubo ocasión de que algún oyente expusiera su experiencia en referencia a la pregunta del debate y a que otro se preguntara por la vía de la oración como camino fiable para encontrar la realidad de Dios.

Ante eso, Pablo Domínguez concluyó: «La oración es escuchar. En esa contemplación uno descubre que Dios habla, y que cuando habla se le entiende. Sólo digo que eso lo he experimentado yo, que es real, que no les engaño, que no estoy haciendo ningún tipo de metáfora, que no les quiero llevar a mi terreno, que no gano nada, que lo digo porque lo vivo. Y porque lo vivo, lo digo».

El Instituto Newman es un departamento de la Universidad Francisco de Vitoria que pretende poner en contacto la fe con la razón, la ciencia con la religión.

Más información en www.elsentidobuscaalhombre.com

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ZENIT Staff

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