Sólo un sacerdote puede ser párroco, recuerda el Papa

Discurso a la asamblea plenaria de la Congregación para el Clero

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CIUDAD DEL VATICANO, 23 noviembre 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II abogó este viernes por una colaboración de los laicos con el sacerdote, pero recordó al mismo tiempo que sólo el presbítero puede ser párroco.

El pontífice aclaró la visión de la Iglesia sobre la figura sacerdotal al recibir en audiencia a los participantes en la asamblea plenaria de la Congregación vaticana para el Clero, reunida bajo la presidencia del cardenal Darío Castrillón Hoyos en el Vaticano para discutir del tema «El presbítero, pastor y guía de la comunidad parroquial».

En su discurso a los miembros de la Congregación, el Papa subrayó que sólo un sacerdote ordenado puede ser un pastor válido y que los parroquianos pueden colaborar con él pero nunca ocupar el lugar del sacerdote.

«El sacerdote «in persona Christi» –dijo– celebra el sacrificio de la misa y administra los sacramentos. Para la parroquia tener un sacerdote como pastor propio es por lo tanto de importancia capital. Y el de pastor es un título reservado específicamente al sacerdote».

«De hecho –aclaró–, el orden del presbiterado representa para él la condición indispensable e imprescindible para ser nombrado párroco válidamente. Ciertamente, los otros fieles pueden colaborar con él activamente, incluso a tiempo pleno, pero ya que no han recibido el sacerdocio ministerial, no pueden substituirlo como pastor».

«La comunidad eclesial necesita absolutamente el sacerdocio ministerial para tener a Cristo como cabeza y pastor presente en ella», aseguró.

«Entre las numerosas actividades que desempeña una parroquia –constató–, ninguna es tan vital o formativa para la comunidad como la celebración dominical del día del Señor y de su Eucaristía´. Ninguna podrá jamás substituirla».

«Donde falta el sacerdote –siguió diciendo el Santo Padre– – es necesario pedir a Dios con fe e insistencia que done numerosos y santos obreros a su viña. Sería un error fatal resignarse a las dificultades actuales, y comportarse de hecho como si hubiera que prepararse a una iglesia del mañana, imaginada casi privada de presbíteros».

«De este modo, las medidas adoptadas para suplir las carencias actuales resultarían sumamente perjudiciales para la comunidad eclesial, a pesar de toda buena voluntad», aclaró.

Por último, el sucesor de Pedro señaló que «La colaboración de los demás que no han recibido esta configuración sacramental a Cristo es deseable y a menudo necesaria». Sin embargo, esas personas «deben ser fieles a la finalidad consultiva que les es propia» y por lo tanto «será necesario estar en guardia ante cualquier forma que, de hecho, tienda a disminuir la autoridad del párroco».

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ZENIT Staff

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