Una Iglesia «gitana entre los gitanos»

Conclusiones de directores nacionales de pastoral de los gitanos

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ROMA, jueves, 18 enero 2007 (ZENIT.org).- Para que los gitanos puedan participar plenamente en la vida eclesial, la Iglesia debe llegar a ser «gitana» entre ellos, siguiendo el camino de la auténtica catolicidad, según concluye el encuentro que ha reunido en Roma a los responsables de esta Pastoral de una veintena de países.

Alemania, Austria, Bélgica, Croacia, Eslovaquia, España, Hungría, Francia, Irlanda, Italia, Portugal, Rumanía, Serbia, Suiza y Ucrania, los Estados Unidos, y por primera vez Chile, Bangladesh, Filipinas, la India e Indonesia, fueron los países representados por 27 delegados en el encuentro de estudio (del pasado 11 y 12 de diciembre) de los directores nacionales de pastoral de los gitanos.

Organizada por el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, la convocatoria ha profundizado en el documento «Orientaciones para una Pastoral de los Gitanos» a fin de estimular su adecuada aplicación.

Publicado por el citado dicasterio el 8 de diciembre e 2005 –con el beneplácito de Juan Pablo II–, el texto fue el primero de la Iglesia, en su dimensión universal, dedicado a este pueblo.

Da testimonio «de los esfuerzos realizados por la Iglesia católica en la atención pastoral de los Gitanos que reconozca su espiritualidad y quiera ofrecer a los nómadas la enseñanza del Evangelio en su totalidad».

Igualmente «se trata de un Documento que describe la pastoral de los Gitanos no como mera beneficencia, sino como una exigencia de la catolicidad de la Iglesia», apunta la relación final del reciente encuentro.

Pastoral específica

«Llevar la Buena Noticia a los Gitanos y ayudarles a reconocer en Jesucristo al Salvador que redime el espíritu y sana el cuerpo constituye el núcleo de la atención pastoral que se les presta», explicó el presidente del dicasterio, el cardenal Renato Martino, en la Eucaristía inaugural.

Y al abrir los trabajos, el purpurado alertó de la importancia de «reconocer los valores de la cultura gitana» y «preservar y respetar» su identidad, a la vez que animó a promover iniciativas «de promoción y defensa de sus derechos».

Para la Iglesia es esencial –afirmó, según informa el dicasterio– responder a las expectativas de los gitanos en su búsqueda de Dios, orientando sus pasos según la enseñanza de Cristo.

Consideró también indispensable reconocer el itinerario doloroso de este pueblo en el transcurso de la historia, marcado por actos condenables y deplorables, a menudo perpetrados aún en el tiempo presente, contra su dignidad humana.

El encuentro –según se desprende de las conclusiones- citó nuevos fenómenos que interpelan a la Iglesia, como son «las nuevas migraciones gitanas» –que«preocupan a los Estados y asustan a las poblaciones», suscitando xenofobia–, «encuentros entre las poblaciones y entre grupos que antes se ignoraban» o la realidad de que «los gitanos hacen lo posible por librarse del asistencialismo y afirmarse en cuanto tales».

Analizando esta realidad a la luz de las citadas «Orientaciones», la reunión concluye que «la Iglesia no debe solamente acoger», sino que debe «ir hacia el otro, sobre todo al encuentro del que es distinto, del que es rechazado, del que no es aceptado».

Y «debe recuperar su validez y prioridad» «el proceso de inculturación» «en la obra de evangelización de los gitanos», inculturación «entendida como encarnación del Evangelio en las culturas y su introducción en la vida de la Iglesia», añade.

«Esencial, al respecto –subrayan los participantes–, es la afirmación por la cual, siguiendo el camino de la auténtica catolicidad, la Iglesia debe llegar a ser, en cierto sentido, gitana entre los gitanos, para que ellos puedan participar plenamente en la vida eclesial».

Y como «promoción humana» y «evangelización» «son dos aspectos complementarios e inseparables» para la difusión del Reino de Dios, concluyen igualmente que «en la actividad pastoral en favor de los gitanos «la ayuda humanitaria y la verdad del Evangelio» caminen juntas, «y es necesario que la justicia, la fraternidad y la igualdad las acompañen».

Los responsables de esta pastoral califican como «extremadamente importante», en la transmisión del Evangelio, «considerar los valores y la riqueza de la cultura gitana, conocer el idioma y apreciar sus tradiciones y costumbres», pues «compartir la vida con los gitanos lleva a un enriquecimiento mutuo».

De todas formas hacen una advertencia: «un respeto exagerado por la tradición gitana puede dar lugar al aislamiento o al rechazo». De ahí que el primer paso del diálogo consista »en aceptar que somos distintos», apuntan.

Y es que –recuerdan- «sólo la integración, entendida como introducción armoniosa, dentro de la plena aceptación de la diversidad, lleva hacia la deseada unidad».

Como «los gitanos interpelan a toda la Iglesia», subrayan además «la necesidad de una articulación entre pastoral específica y territorial, parroquial».

«Incumbe al obispo la responsabilidad de animar a los gitanos a que conserven su propia identidad y unidad. Ellos deben sentirse bien acogidos en la Iglesia local y en la comunidad a la que pertenecen, cuando se desplazan», concluyen.

Dimensión y alcance

36 millones de personas esparcidas por todo el mundo, en su mayoría en La India (18 millones): son las cifras estimadas de la población gitana.

Conocidos por distintos nombres –rom, sinti, manouches, kalé, zíngaros, yeniches, etc.–, los gitanos constituyen un grupo étnico específico que probablemente tuvo su origen en la zona noroccidental de La India.

Su número, sólo en Europa oscila entre los 9 y los 12 millones de personas, con concentración en el Este europeo.

La Santa Sede presta una atención pastoral especial a los gitanos desde 1965 –tras la primera e histórica primera peregrinación internacional de los gitanos a Roma- con la creación del Secretariado Nacional de Apostolado Gitano.

Por la misma razón, en 1998 el Papa Karol Wojtyla creó el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, confiándole luego -a través de la constitución apostólica «Pastor Bonus»-, la tarea de «empeñarse en que en las Iglesias locales se ofrezca una eficaz y apropiada asistencia espiritual, si es necesario incluso con oportunas estructuras pastorales, tanto a los prófugos y exiliados como a los emigrantes, nómadas y a la gente del circo».

Dos acontecimientos aportaron, el siglo pasado, un cambio fundamental a la visión del mundo de los gitanos: el primero, la beatificación de Ceferino Jiménez Malla, humilde gitano español, mártir de la guerra civil de 1936; el segundo, la solicitud de perdón a Dios por los pecados cometidos por los hijos de la Iglesia, también contra los Gitanos, pronunciada por el Papa Juan Pablo II el 12 de marzo de 2000, durante las celebraciones litúrgicas del Gran Jubileo.

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ZENIT Staff

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