Zimbabwe: Invitación a la calma de un obispo anglicano

Sigue la violencia en el país al borde del colapso económico

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MUTARE, 9 mayo 2002 (ZENIT.org).- La Iglesia anglicana vuelve a mostrar una posición fuerte contra la espiral de violencia que está envenenando el clima político de Zimbabwe, informa la agencia misionera Misna. Mientras tanto, el país se encuentra al borde del colapso económico.

En un sentido llamamiento lanzado desde Mutare, Sebastian Bakare, obispo de Manicaland (a más de 200 kilómetros al sureste de Harare) ha expresado profundo desconcierto por los sufrimientos que afligen a la mayoría de los ciudadanos.

El obispo anglicano, invitando a la población a la calma no ha ahorrado acusaciones contra quienes aún viendo «el llanto provocado por el dolor de la violencia sufrida», evitan denunciar los abusos o peor los niegan.

El obispo Bakare señala con el dedo también contra algunos sectores de la sociedad civil cristiana sin precisar nombres o lugares.

Que la situación política se está agravando lo demuestra la enésima decisión asumida por la oposición contra el Gobierno de Robert Mugabe, reconfirmado en las discutidas elecciones del 9-10 marzo pasado, cuyos resultados no son aceptados por la oposición.

Morgan Tsvangirai, ex sindicalista líder del Movimiento por el Cambio Democrático (MDC), ha anunciado la convocatoria de una huelga general si el presidente no se decide a convocar nuevas elecciones.

Pero Mugabe no parece muy impresionado por la amenaza.

Sin embargo, la agitación provocada por el sindicato nacional de los trabajadores (ZCTU), diez días después de las elecciones, ha sido un fracaso.

Convocada para protestar contra el comportamiento antisidical del Gobierno y las injerencias de la policía en las actividades de las asociaciones de los trabajadores, no ha tenido la adhesión esperada. La gran mayoría de la población está más angustiada por la devastante crisis económica que por el conflicto institucional entre Gobierno y oposición.

Zimbabwe está en una grave situación económica, agudizada por la sequía que ha dado el golpe de gracia a la agricultura y por la que Mugabe ha declarado el estado de calamidad natural. Era el sector principal de la economía del país pero ha sufrido las duras consecuencias de la reforma agraria puesta en marcha por Harare, con requisas forzadas realizadas por los llamados «veteranos de la guerra» en perjuicio sobre todo de los grades latifundistas blancos.

El derrumbe da la productividad agrícola, la crisis de la ganadería, afligida por una epidemia de afta, tres años de recesión económica, un índice de desempleo del 70% y una inflación del 113% describen un país prácticamente al borde del colapso.

A esto se añade la enorme deuda externa, de 4.500 millones de dólares y la falta de pago de los atrasos al Fondo Monetario Internacional, valorados en 118 millones de dólares.

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ZENIT Staff

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