La decisión de Washington es más tímida que la medida propuesta la semana pasada por el ejecutivo británico, presidido por Tony Blair, quien ofreció su apoyo a la clonación «terapéutica» –aún pendiente de aprobación por el Parlamento–. La medida estadounidense, por el contrario, mantiene la prohibición de la clonación de embriones y establece un proceso burocrático para la aprobación de fondos que se destinarán a los proyectos científicos que utilizarán embriones humanos.
La directiva del gobierno estadounidense, anunciada ayer por los Institutos Nacionales de Salud –National Institutes of Health (NIH)–, financiará experimentos utilizando embriones congelados en laboratorios y que han sido abandonados por sus padres biológicos por diferentes motivos –ya no les interesa tener un nuevo hijo o congelaron varios embriones para asegurar mayores posibilidades de éxito en la gestación, etc.–. La nueva normativa prohíbe el pago de compensaciones monetarias a las personas que faciliten estos embriones. Los padres, cuyos espermatozoides y óvulos han sido utilizados para la generación de estos embriones humanos congelados, tendrán que autorizar su donación pero no podrán decidir específicamente su destino científico final. Estas reglas tienen por objetivo impedir en lo posible la creación de un mercado negro y bloquear el incentivo de que una pareja procree una serie de embriones exclusivamente por intereses personales.
Bill Clinton, reconociendo los graves interrogantes morales que plantea la medida, invitó a la opinión pública a considerar «los asombrosos beneficios potenciales» de la investigación con células estaminales. Con estas investigaciones se podrán crear bancos de células madre, capaces de generar casi cualquier tipo de tejido, desde neuronas a músculos o huesos, lo que a medio plazo podría convertirse en la solución para combatir enfermedades degenerativas, reparar órganos dañados o paliar enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer.
El hombre como conejo de Indias
La decisión no ha dejado de suscitar alarma y polémica. Richard Doerflinger, portavoz de la Conferencia Episcopal Católica de Estados Unidos ha acusado a la Casa Blanca de haberse aprovechado de las vacaciones del Congreso para emitir una directiva sobre la que algunos parlamentarios ya habían anunciado batalla para que no se convierta en ley. «Es una adulteración de la ciencia en nombre de la política», añadió Doerflinger. La decisión gubernamental prevé destinar el dinero de los impuestos de los contribuyentes estadounidenses a eliminar embriones humanos, es decir, seres con plena dignidad humana, y ser utilizados como conejos de Indias.
Por otra parte, legisladores republicanos, que en el pasado se han opuesto activamente a subvencionar este tipo de experimentos, han prometido que esta batalla no se acaba con la normativa publicada ayer por la Administración Clinton. De hecho, el Parlamento norteamericano ya ha legislado que ningún fondo público puede ser utilizado en estudios en los que «embriones humanos sean destruidos, descartados o sujetos a riesgos más allá de lo mínimo».
Aunque estas restricciones sólo se aplican al ámbito público, también influirán indirectamente en el sector privado, muy poco regulado, puesto que las empresas que colaboren con los proyectos del Gobierno «deberán aplicar las normativas de los Institutos Nacionales de Salud». En estos momentos, la experimentación privada, liderada por las dos empresas Geron y Advanced Cell Technologies (ACT), va muy por delante de los proyectos federales. ACT incluso ha tratado de mezclar material genético humano con óvulos de vaca.